El cementeri vell

En los autos del día 20 de abril el Ayuntamiento expresó que no existiendo fondos en la fábrica de la iglesia (renta existente en las mismas para repararlas y costear los gastos del culto divino) y conforme a la Real Cédula de 3 de abril de 1787  incluida en la Novísima Recopilación y demás órdenes posteriores, que indicaba que en defecto de dichos caudales debía costearse el cementerio de los diezmos prorrateándose entre sus partícipes. Al no existir tampoco caudales públicos se acordó se efectuase la distribución de los gastos necesarios con arreglo a dichas órdenes reales del modo siguiente: pagarían las dos terceras partes de todo el importe los partícipes de diezmos y la otra tercera parte los vecinos de la villa, ascendiendo el valor total de la obra del cementerio a 334 libras, cuyo equivalente en reales de vellón era de 5.010, tocando pagar a los vecinos 1.670 reales y a los participantes de diezmos 3.340. El perceptor de diezmos de la villa era el conde de Cervellón y su apoderado Gaspar Amat y Reig, de cuyo poder percibieron los partícipes la parte acordada.

De todo este expediente podemos concluir que en un principio la comisión encargada de elgir el lugar para ubicar el cementerio pensó en el castillo, pero no resultó adecuado porque las aguas pluviales podrían tener filtraciones y derramar sobre las aguas potables; el segundo sitio escogido en las boltetas orilla de la rambla tampoco fue apropiado por carecer de ventilación necesaria y por ser las tierras excesivamente caras y, finalmente, se eligió el lugar, conocido por todos, situado en la parte norte del pueblo, al otro lado de la rambla de Puça.

El cementerio fue bendecido el 3 de junio de 1816 por el cura con licencia de D. Juan Pont, provisor y vicario general. El visitador ordenó que todos los años, el día de la conmemoración de los difuntos por la tarde, concluidos los oficios en la parroquia, fueran procesionalmente el cura y el clero a responsar al cementerio previo aviso al pueblo y con repique de cámaras.

Según consta en el libro del presbítero don Conrado,el cual, basándose en el Libro de visitas y refiriéndose concretamente a la efectuada por el Sr. Don Diego Flores Avellán, deán de Alicante y visitador general de todas las iglesias de su vicaría, el día 10 de febrero de 1817 y después de visitar la parrioquia y ermitas pasó la visita al cementerio, construido el año anterior. En el libro se hacía un breve descripción de la capilla del campo santo: “Al frente tiene su capilla sin otra cosa que la mesa altar y un crucifijo llamado de los Montesinos”.

Fuera del campo santo había, situado enfrente de la puerta principal, un banco de obra de forma semicircular en el que la gente descansaba mientras rezaba a sus seres más queridos. Saliendo del tema histórico y adentrándonos en el campo etnográfico hemos considerado curioso reseñar algunas de las muchas anécdotas que los mayores recuerdan del cementerio, aunque sería también interesante realizar un rescate etnológico referido al ritual y costumbres que rodeaban y rodean a la muerte en nuestra población.

Entre las muchas anécdotas que los mayores recuerdan del desaparecido cementerio viejo, creemos conveniente reseñar las siguientes: los jóvenes hacían apuestas y el que perdía, en algunas ocasiones, el objeto de la misma era ir por la noche al cementerio y dar tres culadas en la puerta, mientras decía «Tres culaditas doy aquí/salga muerte detrás de mí». Hasta que llegó el día en que un joven se quedó atrapado en la puerta, preso de pavor, para finalmente darse cuenta de que se había enganchado en un clavo.

El conocido como el fantasma del cementerio causó furor a mediados de los años cuarenta. Los habitantes de Petrer y algunos de la comarca, sobre todo de Elda y Monóvar, venían a nuestra población por las noches a ver al fantasma que se manifestaba a través de una luz reflejada en una lápida del campo santo. La explicación de este fenómeno era que el reloj de la Iglesia parroquial estaba iluminado y protegido con un cristal que reflejaba y proyectaba dicha luz sobre la mencionada lápida. La expectación ante este hecho duró unos días y la gente acudía por las noches hasta las inmediaciones del antiguo lavadero para presenciar el espectáculo. Éste acabó cuando el alcalde, Nicolás Andreu, ordeno al encargado de la electricidad, Pepe, el de la llum, que apagara las luces del pueblo y entonces todo el mundo pudo darse cuenta del fenómeno paranormal.

También era frecuente que algunos niños, con tal de conseguir unos dinerillos para sus caprichos, entraran al cementerio y se apropiaran de las botellas de leche de cristal, de una conocida marca, en las que se depositaban las llores; ya que en las tiendas de comestibles por cada envase daban una peseta.

Para ir al cementerio desde la iglesia se pasaba por El Salitre, siendo preciso cruzar la rambla, por lo que había que bajar una cuesta muy pronunciada y luego subir otra igual de empinada. Pero cuando por efecto de las lluvias se producía una avenida de las aguas en la rambla y ésta no se podía atravesar, había que dar un rodeo para llegar al cementerio. Cuando esto ocurría se accedía al campo santo por un camino que pasaba por delante de la casa de Pepica, la curandera.

Por lo que respecta a las tumbas más significativas llamaba la atención de los que conocieron este cementerio la de un joven, hijo de roña, la cual tenía una columna rota que simbolizaba cómo su vida se había truncado en plena juventud. También había una tumba con una  lápida de mármol que tenía una leyenda muy curiosa, decía así: «Lo que tú eres, yo fui/lo que yo he sido, seras/como te veo, me vi/como me ves, te verás». El motivo de que ya en el año 1931 la corporación republicana se plantease la construcción de un nuevo cementerio, en la zona del Guirney, era que el existente había quedado insuficiente. En este sentido, en un principio, para entrar al campo santo había que bajar un desnivel; con el paso del tiempo y debido a que estaba repleto de cadáveres había que subir uno o dos escalones, en vez de bajarlos como al principio. Se enterraba en zanja, puesto que habían poquísimos panteones, y se iba sepultando y vaciando para poder disponer así de más espacio. En las paredes del campo santo estaban las lápidas con las fotografías, el nombre y la fecha en que se habían producido los óbitos de los allí enterrados.

La vigencia en cuanto a enterramientos se refiere del primer cementerio fue de 119 años.

En lo referente a la titularidad del campo santo en el Diario de los datos interesantes de la parroquial iglesia de San Bartolomé Apóstol, escrito por el presbítero Conrado Poveda, con fecha 16 de junio de 1939, aparece entre las propiedades de la parroquia el cementerio viejo, del cual hay unas breves referencias; situado en la partida de L’Algoleja tenía, según esta fuente, una superficie de 604 metros cuadrados, su valor era de 369 ptas., y su renta de 18 ptas. Por estas fechas, como ya hemos visto,  estaba cerrardo y no se practicaban inhumaciones.

Por otra parte, como veremos seguidamente, el Ayuntamiento solicitó al Obispado de Oríhuela-Alicante permiso en 1969 para derribar el cementerio parroquial. Pero con fecha 6 de julio de 1973, en una certificación del Registro de la Propiedad, ya no figura el cementerio como bien parroquial. En la actualidad, el solar del cementerio consta en dicho registro como bien municipal, habiéndolo inscrito el Ayuntamiento en el año 1979 junto con otros bienes.

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