Escritos de un joven indecente (XVII): Se subasta cuerpo (sin cabeza para evitar problemas) a la peor postora

 

-«Amor, por favor, tranquilízate» –
Todavía recuerdo esas palabras…
Me agarraban por la espalda
con todas sus fuerzas
a modo de camisa
de fuerza
para evitar que siguiese temblando.
Ponían la pastilla bajo mi lengua
y cuando mitigaban las convulsiones
me tumbaban junto a ellas:
Acariciaban mis sienes,
besaban mi frente
y al cerrar los ojos
me susurrabas:

– «Cariño, tienes algo que nadie más tiene…
estás bendecido y no te das cuenta»-
mientras me secaban las últimas lágrimas.

Creían que yo estaba ya dormido
pero siempre las escuchaba
(la medicación tardaba más de lo debido en hacer efecto)

Sí, también las oía llorar en voz baja,
encerradas en el baño,
después de limpiarme la sangre de la cabeza…
-«Te estás matando, joder. Te estás matando.
Sal ya de ese infierno. Deja de escribir, ¡Joder!» – , sollozaban.

Volvían a la habitación,
se acostaban,
tapaban mi cuerpo sin vida
y me acunaban entre sus pechos
como a un recién nacido.
Pechos de todo tipo me han amamantado
para intentar calmar a mis demonios.

Al principio veían en mi problema
una «virtud» mal enfocada
pero fantaseaban con tener un hijo mío.
– Sería un mal padre – , les insistía siempre.

Alguna me convenció de lo contrario
hasta el punto de ilusionarme con los nombres:
– Pablo, si es chico. Altea o Ainara (golondrina en euskera) si es chica – , decía yo.

Entonces pasaba el tiempo y venían los lapidarios:
– «Me llamó la atención tu carácter pero esto es demasiado» –
– «me estoy ahogando contigo» –
-«lo he intentado todo pero no consigo sacarte» –
y un largo etcétera

Ahora ya no despiertan junto a un cadáver,
ahora lloro a oscuras, sin nadie,
en estaciones que no vuelven
mientras se acerca el estruendo ineludible…

Ahora las imagino sonreír
cuando todavía estamos
en posguerra
y la felicidad rebosa
por sus cuerpos liberados.
Esas siluetas que ya
pertenecerán a otros:
Seres sin tacto,
sin manos de pianista
que les compongan sonetos cada día
para concederles la eternidad.

Seres sin brotes psicóticos,
que menean el rabo
y babean entre sus piernas.
Cerdos que estaban esperando
verlas pasear solas
y ahora hozan y se frotan las pezuñas.

NO, no les esperan hombres
sino meros vivientes
venidos de cualquier lugar.
Ya están llamando a sus puertas
con caricias de atrezzo,
profesiones «serias»
y planes de futuro a largo plazo.

«Hombres» que les harán sufrir menos
pero que jamás se atreverán a decirles:
– Te amo – mirándoles a los ojos
pues si lo hacen
ellas escucharán mi voz
en esos sucios rostros
y les sonará a mentira
porque yo desvirgué el verbo amar.

Pasará el tiempo y yo envejeceré
en el ostracismo más sórdido
donde ni ellas ni nadie pueda recordarme.

Moriré solo
como siempre supe que sucedería
y ese día
mirarán al cielo
y verán a las negras aves enlutadas
gorjear desconsoladas
antes de lanzarse en picado
hacia el suelo
como granizo negro
que agujerea las calles

y sus VÍSCERAS
será mi CARNE
y su SANGRE
será mi tinta

entonces sabrán
que yo las hice INMORTALES
con más de cien mil POEMAS

y entenderán la importancia
de llamarse Pablo
mientras mecen en sus brazos
a un bebé con otro nombre.

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