*Nota: artículo publicado originalmente en la Revista Petrer Mensual nº 25 – enero de 2003
Jamás nuestra población había tenido una factoría tan importante como la fábrica de lonas y algodón. El gran molino y sus dependencias estaban ubicados junto al río Vinalopó, en la partida de Santa Barbara. Daba empleo a más de trescientos operarios y sus productos competían con las más prestigiosas firmas del sector textil de Barcelona y Alcoy. Buena parte de las tiendas de campaña que se utilizaron en la primera guerra mundial se fabricaron aquí y muchos barcos fueron equipados con velas procedentes del establecimiento petrerense. Estuvo en funcionamiento durante los veinte primeros años del siglo pasado y cuando cerró fue desmontada piedra a piedra. De ahí que prácticamente no exista ningún resto de la espectacular obra.
Poco antes de las seis de la madrugada de todos los días de la semana -menos domingos- los arcenes de la antigua carretera nacional de Alicante a Madrid se llenaban de gentes en una misma dirección. Las sendas y atajos también. Poco después de las seis de la tarde las mismas personas realizaban el recorrido inverso. Eran los operarios de la mercantil Vicente Castelló y Compañía Fábrica de Tejidos, Tintes, Blanqueo y Acabados de algodón. También elaboraban lonas, lonetas, velámenes para barcos, piques y forrería para el ramo de la zapatería. Más de trescientos acudían diariamente a los telares existentes entre el pantano de Elda y el caserío de Santa Bárbara, junto al río Vinalopó. De él tomaba sus aguas para mover los molinos y poco después las devolvía al cauce mediante el acueducto que se aprecia en la fotografía que ilustra este reportaje. La jornada era de doce horas ininterrumpidas a las que había que descontar media hora para el almuerzo y una hora para la comida que, debido a la distancia que le separaba del pueblo, los obreros la realizaban en las instalaciones de la empresa.
Muy poco se ha escrito sobre aquella fábrica de lonas como popularmente se le conoció que fue el motor de la economía local de buena parte del primer tercio del pasado siglo. Tan solo José Ramón Martínez Maestre, actual responsable de la biblioteca Enrique Amat, escribió -cuando tenía 16 años- un amplio artículo en El Carrer (diciembre de 1990) en el que reflejaba las vivencias que su abuelo, Ramón Maestre Navarro El Ample, le contó. Ramón fue encargado de la fábrica y los conocimientos que le transmitió a su nieto fueron de primera mano. A ello hay que añadir una fotocopia de un artículo periodístico de la época que el petrerense Pedro Bello ha facilitado a la redacción de Petrer Mensual. Con ambas informaciones y algunas pesquisas más hemos elaborado el reportaje que usted -lector- tiene entre sus manos en estos momentos.
La fábrica de las lonas tuvo una ascensión meteòrica. La coyuntura nacional e internacional de aquellos años que desembocaron en la Primera Guerra Mundial tuvieron mucho que ver en el despegue y la prosperidad de la industria textil. Su fundador fue Vicente Castelló Román el de la Tenda que fue alcalde de Petrer durante buena parte del tiempo que estuvo la factoría en pie. La empresa se fundó en 1901 y se ubicó en el Molí L’Asut aprovechando las aguas que discurrían por la rambla de Puça procedentes de La Mina. En 1903, gracias a la aportación económica del noveldense Luis Sala Seller se compraron los terrenos de Santa Bárbara y se construyó la primera nave.
Comenzó con sólo tres telares y al cabo de los años llegaron a funcionar simultáneamente más de un centenar. En un artículo periodístico escrito probablemente en 1916 se decía que el establecimiento «está situado en el término de Petrel, ocupando uno de los parajes más pintorescos y sonrientes». La empresa ganó mucho dinero y conforme aumentaba sus beneficios ampliaba la superficie destinada a la elaboración textil y diversificaba los productos que sacaba al mercado. Tal fue la expansión que en poco tiempo hubo de derribar un chalet que se había construido el socio de Novelda para ampliar las instalaciones fabriles. Los textiles que allí se fabricaban se distribuían por todos los puntos de España y por el extranjero a donde iba a parar una parte importante de la producción.
La empresa petrerense, cuyos despachos y oficinas estaban situados en Novelda, no tenía nada que envidiar a las industrias del ramo de Cataluña o Alcoy. A la mercantil se le dotó de las más modernas lanzaderas y de las nuevas fuentes de energía. A la fuerza motriz del agua y del molino se le añadió el carbón, modernas turbinas, motores de gas pobre, máquinas de vapor y finalmente la luz eléctrica que funcionaba gracias a una gigantesca batería.
Cuando la fábrica estaba en su cénit, tras el triunfo de la revolución Rusa, comenzaron una serie de huelgas que deterioraron seriamente la producción de los distintos tipos de telas. Pese a las amenazas de los dueños que constantemente anunciaban el cierre de la empresa, nadie se lo tomó en serio hasta que finalmente los telares de Vicente Castelló y Compañía se trasladaron a Novelda que por aquella época era un pueblo mucho menos conflictivo que Petrer. Aquello supuso todo un trauma para nuestra población y un mazazo para la economía local por la gran cantidad de obreros que quedaron sin empleo o tuvieron que trasladarse a Novelda. Un «apéndice» de la empresa se instaló en El Molinet y Gabriel Poveda Navarro, uno de los operarios aventajados, montó unos telares en la calle Cervantes que funcionaron hasta bien entrada la década de los sesenta. Posteriormente esta empresa derivó en lo que hoy es Juan Poveda, S.L., Foamizados Petrel y Comertex.
Curiosamente, las impresionantes naves industriales no se abandonaron. Todo el material aprovechable (tejas, vigas, piedras, sillares, puertas, ventanas, etc.) fue vendido como material de obra para otras construcciones. De ahí la respuesta a que en la zona casi no aparezcan restos de la impresionante factoría que nos muestra la fotografía tomada desde la parte posterior de la Fonda de Santa Bárbara.
Mi bisabuelo vino de Granollers para trabajar como químico en esta empresa.Se dedicaba a fabricar los tintes y los productos utilizados en los tejidos y lonas. Por cierto, tarabauelo de quien dirige esta publicación 😉
En el artículo, muy interesante, así como la fotografía, se habla de que tras cerrarse la fábrica Gabriel Poveda montó sus propios telares en la calle Cervantes.
Sin embargo, se omite que en la calle Antonio Torres también los hubo, propiedad de Alejandro Perseguer, padre, y creo que de su cuñado Ramón Máñez «El majoral», quienes luego se dedicaron a la fabricación de bolsos. Ambos eran yernos del primer Pujol que, procedente de Cataluña, vino a trabajar a la fábrica de lonas, en un cargo de responsabilidad.
Creo que alguno de sus nietos, los Perseguer Pujol, Máñez Pujol o Pujol Herrero, podrían añadir datos al respecto.
Yo recuerdo vagamente haber visto trabajando, en uno de los telares de la fábrica de Perseguer, a una señora que era hermana de Balbina, la dueña de la Panadería Boix.
Saludos.
Mi abuelo paterno Luis Villaplana Reig,(fundador de calzados Luvi), trabajó en la fabrica de las lonas primero como limpiador de calderas (desde los nueve años), luego aprendió «mirando» como funcionaban los telares y llegó a tener a su cargo hasta cuatro de ellos. Al cierre de la fábrica el Sr. Castelló quiso que mi abuelo se fuese a Novelda a seguir trabajando, pero sonaban otros aires y mi abuelo Luis con su hermano Ricardo decidieron «emigrar» a buscarse la vida a Madrid, donde trabajaron en un principio remando en el estanque del Parque del Retiro.
La foto de la fábrica es desde luego impresionante.
Muy interesante … Que pena que terminara la historia de esta empresa pues de haber seguido quizás no tendríamos tanta crisis actualmente ya que contó por lo visto por personas emprendedoras, trabajadoras e inteligentes.