Massiel enfiló calle arriba el itinerario más concurrido de aquel 14 de mayo de 1969. Acababa de ganar el festival de Eurovisión de ese año y su canción La, la, la era tarareada en media Europa y allá en las Américas. Su discreta minifalda y su negra cabellera destacaban entre una pléyade de figurantes que deambulaban sin demasiado control por la calle Gabriel Payá. Los espectadores foráneos, que entonces eran muchos, no se explicaban qué hacía allí la famosa y dicharachera cantante. ¿A qué se debía la presencia de la querida y controvertida artista cerrando un desfile de las fiestas de Moros y Cristianos declaradas hacía pocos años por el ministerio pertinente como “Fiestas Hispanoárabes de Interés Turístico”?
No ocurría lo mismo con los espectadores locales que enseguida reconocieron quién había suplantado la genuina personalidad de la cantante más famosa del momento. “¡Es Juanito el de l’alcalde! ¡Es el fill de Colau!” Y es que Juan Andreu Esteve bordaba los personajes femeninos que encarnaba en su querida Chusma. Una comparsa que no lo es y que lleva nada menos que 125 años de “extranjis” en las rigurosas fiestas de Petrer.
Lo de la La Chusma es un caso único en el conjunto de los festejos de Moros y Cristianos. Se tiene conocimiento de que en el año 1886 ya desfilaron. De aquella lejana época hasta ahora han pasado muchas décadas y este singular colectivo ha sufrido una gran metamorfosis y varios relevos generacionales. No hay que olvidar que el revitalizador de La Chusma en los años de posguerra fue Nicolás Andreu, Colau, hombre serio que escondía grandes dosis de humor y jolgorio y que simultaneó este espíritu con el de alcalde, cargo que ejerció durante veintiocho años
Decíamos que los orígenes de La Chusma se remontan hasta el último tercio del siglo XIX cuando las personas pudientes convidaban a una comida en la plaza de la iglesia a los pobres en día tan señalado. Cada 14 de mayo, onomástica de Sant Bonifaci, los encargados de condimentarla y sus allegados desfilaban con burros y otras caballerías cargadas con vituallas, perolas, sartenes, paellas y los correspondientes ingredientes. Esa práctica se convirtió en costumbre y tradición durante mucho tiempo. A aquel primer desfile se le fueron incorporando, poco a poco, otros elementos relacionados con la broma y el buen humor. Y no era para menos. No todos los días se comía tan opíparamente y, además, gratis. Así que la hora de la comida llegaba con una inusitada alegría, fácilmente contagiable. Así transcurrió hasta bien entrado el siglo XX.
Terminada la contienda civil, las fiestas volvieron a la calle y con ellas La Chusma se coló una vez más como una activa e inquieta convidada de piedra. El ciclo y, también, la primitiva razón de ser de La Chusma –la comitiva del día 14- terminó en los primeros años de la década de los cuarenta. Eran tiempos de hambre y de penurias y las comidas gratis del día del patrono se tornó en un auténtico caos por la gran cantidad de mendigos que hacían un alto en el camino en su ruta hacia la cueva de San Pascual en Orito, cuya romería y fiesta se celebraba tres días después. Hubo que suspenderla porque las algarabías, las peleas y los malos modos se hicieron cosa habitual.
Eran tiempos difíciles y los disfraces de los protagonistas y figurantes extremadamente sencillos: una sábana pasada entre las piernas y anudada en los hombros era lo más común. Se parodiaba acompañado de personajes singulares y pintorescos de la localidad que se tomaban muy en serio su participación activa en tan “magno desfile”. Manolo el de la Calera, el tío Calillos, el tío Peluca, Fainco, Fasico con su andar currillo portando la bandera o Justo el Campanero con su longeva y maltrecha vestimenta de rodela eran imprescindibles. Más de uno de estos entrañables personajes terminaba el acto con un tremendo enfado por culpa de tanto acoso de la chiquillería. Y es que su participación en La Chusma era importante y se lo tomaban muy en serio.
La Chusma era la que se encargaba de pasear por el itinerario de la entrada mora a la Mahoma. Era de considerables dimensiones, iba vestida con ropajes grotescos que incitaban a la burla y un rudimentario artilugio le hacía mover los brazos. En un principio, el encargado de transportarla era Eliseo Amat, el del Hostal, con su carro y posteriormente fue “montada” en el Tomasín (coche de época) de Juan Martínez, Juanito el Chófer. La Chusma la entregaba a la comparsa Moros Viejos que, tras la embajada en que era derrotado el bando moro, hacía estallar la cabeza que representaba al profeta Mahoma. Con la declaración de las fiestas como de Interés Turístico aquella parodia, en buena lógica, se terminó. Hoy en día representaría todo un conflicto de importante alcance.
Era tradicional que los miembros de La Chusma desfilaran montados en burros, pero esa costumbre se terminó cuando se abandonaron los campos y estos animales comenzaron a escasear. Entonces el informal desfile comenzó a realizarse a pie con la excepción del mencionado Tomasín o de otros vehículos que “por exigencias del guión” tenían que formar parte del séquito.
En el año 1956 La Chusma pasó uno de sus peores crisis y estuvo a punto de desaparecer. Los “chusmeros” de siempre se habían hecho mayores y ya no les apetecía salir. Un grupo de festeros, en su mayoría de la comparsa Estudiantes, decidió tomar el relevo. Fueron doce (como los apóstoles): Pocholo, Currito, Iglesias, Hilario, Vicente el Saoro, Severino, Antonio el Manga, Miguel el Forestal, Juanito el Chófer y los dos hijos de Colau, Juan y Manolo Andreu. La familia Andreu siempre ha estado ligada a la vida de La Chusma y ha sido su principal soporte. Paquita, también hija de Nicolás Andreu, durante muchos años fue “el cerebro en la sombra” de este colectivo. Daba muchas ideas y también dirigía las vestimentas que primero sacaba su madre y posteriormente lo hicieron sus hermanas y su marido.
Hubo parodias geniales y otras que pasaron más desapercibidas. De la década de los sesenta y setenta, ¿quién no recuerda el cuadrilátero y a los más famosos púgiles de la época con sus combates? El enfrentamiento entre José Manuel Ibar, Urtain (encarnado por Antonio Navarro, Chaquetilla) y un gigantón belga (muy bien representado por Gorduras) fue memorable. Lo mismo que la suplantación que hizo Chaquetilla de José Luis López Vázquez en su laureado espacio televisivo de La Cabina. La Abeja Maya, Heidi, Curro Jiménez, el reportero Miguel de la Quadra Salcedo, la llegada de los Beatles a España, la televisiva serie de los Hombres de Harrelson… También se parodió la actualidad local y festiva de cada año. La construcción del alcantarillado, la marcha atrás de la comparsa de los Fanfarrones (perdón, Faraones), el cambio de las fiestas a fin de semana y algún que otro pregón famoso. En aquellos años La Chusma también editaba un “Diario Anual” y así figuraba en su cabecera. El alma máter de la incisiva publicación era Manolo Boyer, un noveldense afincado en Petrer que se integró totalmente en nuestra población y sus fiestas.
Años después, en 1986, tras la celebración del primer centenario tomaría el relevo la tercera generación de la “Chusma moderna”, la que parodiaba no solamente los hechos más relevantes de la vida local sino todo aquello que los pujantes medios de comunicación había popularizado. Y como no podía ser de otra manera en ese relevo, el apellido Andreu ha sido el protagonista: los nietos de Colau, entre otros, son los que llevan las riendas de esta singular formación que no pertenece a la Unión de Festejos y que cada año comunica al alcalde de la localidad (sin demasiado protocolo, por cierto) que La Chusma saldrá a la calle tras la entrada mora. Sin más.
Este nuevo ciclo de La Chusma se caracteriza por sus “irrupciones” mucho más numerosas debido a que, junto a los “socios chusmeros”, también participan cada año una serie de “artistas invitados” que enriquecen cada una de las parodias. Se sigue en la línea de compatibilizar el tema relevante a nivel nacional con la crítica o la parodia local. ¿Quién no recuerda el fasto del Príncipe Felipe, encarnado por Juan Montesinos Navarro, y Leticia por la calle Gabriel Payá, la boda de Rocío Jurado o el Padre Apeles, la parodia de los Zíngaros que a punto estuvo de crear un grave conflicto diplomático entre Petrer y Elda por culpa de los que no entienden nada de humor, la magistral “copia” de la Colla de Moros Nous con José Enrique Llorente empuñando la batuta de Escolano Mateo, su director y principal impulsor, el basurazo, las cien abanderadas de La Chusma, el rodaje de la película de Astérix y Obélix y un larguísimo etcétera?
Querámoslo o no, aunque les cueste reconocerlo a los detractores –que siempre los hay-, La Chusma forma parte de nuestra fiesta. Es algo especial. El contrapunto, la sonrisa, la crítica, la parodia, el desenfado, la anarquía, la sinrazón…
Son ya 125 años de participación irónica y activa en nuestras fiestas. La Chusma, quieran o no, forma parte de nuestros festejos más esperados. Nadie puede imaginarse a los espectadores de una entrada mora sin la curiosidad de ver y descubrir los “números” de este colectivo mucho más longevo que buena parte de las comparsas.
Es imprescindible que nos sigan mostrando la vida local y nacional desde otro prisma. Desde el humor, la socarronería y la sutil (y a veces no tan sutil) crítica. Que La Chusma cumpla 125 años debe ser un orgullo para los festeros y para los que no lo son tanto.
Sin chusma no hay moros. !Y pensar que en tiempos pasados pero recientes, se intentó su desaparición, por parte de algunos directivos de la Festa.¡
!Viva la Chusma¡
animo que no desaparezca,ymucha suerte en estoy momento dificiles de crisis.os espero en los proximos años despues del desfile del domingo