NOTA: Artículo publicado originalmente en la revista Festa 2005
A cualquier forastero que transite entre los pueblos de Petrer y Elda le llama la atención la inexistencia de alguna señal o linde que indique, de algún modo, la separación geográfica entre los dos pueblos. Sencillamente no existe. Una gran mayoría de vecinos que por allí transitan o habitan no dudarían en afirmar que la amplia y alargada Avenida de Madrid bien podría ser la línea divisoria pero, sin embargo, se equivocan. En realidad, una antigua acequia de riego, hoy fuera de uso, desde las postrimerías del siglo XVII fue aceptada de forma oficial como límite físico que separaba ambos términos municipales. En la década de los años sesenta, todavía era posible observar el manso transcurrir del agua por alguno de sus tramos abiertos. Pero si hay que destacar un aspecto singular de este fenómeno, es el uso habitual del topónimo «Frontera» para referirse al territorio que ocupa la zona oeste del territorio de Petrer. Sólo los estados tienen fronteras para separar soberanías; los pueblos se conforman con términos y linderos marcados con mojones, puentes o bien cauces de ríos que definen jurisdicciones administrativas. Es por tanto «la Frontera» una denominación atípica que nos revela la existencia de un conflicto secular entre sus moradores todavía no resuelto.
Esbozo histórico y sociológico
A mediados del siglo XX, la rápida ocupación del suelo y la construcción de viviendas en Elda tomó dirección este, aproximándose en muchos lugares a los lindes de Petrer. El cronista Alberto Navarro nos recuerda que ya en 1934, «la sociedad de viviendas La Fraternidad, cuyas calles finalizaban en el término municipal de Petrer, solicitó del Ayuntamiento eldense que realizara gestiones con el de Petrer para que las calles en aquel término continuaran las alineaciones de las eldenses para evitar una anarquía urbanística» (Alborada, 1973). Sin embargo, los buenos deseos del gobierno municipal republicano de la vecina ciudad quedaron en el olvido.
En la década de los cincuenta, la creciente demanda de viviendas para alojar a las familias inmigrantes llegadas a nuestros pueblos atraídas por la industria del calzado favoreció una incontrolada construcción de viviendas que, ante la ausencia de una normativa urbanística, ocuparon en ocasiones ambos términos con lo consiguiente desaparición de los limites visibles. No es una exageración cuando algún vecino de la Frontera cuenta que sin salir de su casa «come en Petrer y duerme en Elda».
Con el paso de los años, la interrelación de la trama urbana entre los dos pueblos ha llegado a tal nivel que se puede afirmar, sin riesgo a equivocarnos, de la existencia de una fusión territorial o conurbación física que alimenta sin cesar interconexiones sociales, tejidas, día tras día, por los habitantes de los dos pueblos. En este sentido conviene señalar algunas características de estos factores que se manifiestan en la década de los sesenta:
A. La industria del calzado existente en Petrer creció al amparo de los nuevos mercados internacionales abiertos por la Feria Internacional del Calzado de Elda, creada en 1959 sin apenas participación de los fabricantes de Petrer durante los primeros años (entrevista a Roque Calpena).
B. Las cerámicas de Petrer destinaban la mayor parte de su producción a las incesantes promociones de viviendas en Elda.
C. Cerca de mil quinientos trabajadores de Petrer se desplazaban diariamente a Elda para ganar un salario en las fábricas de calzado (José Mª Bernabé).
D. El crecimiento urbano del barrio de la Frontera se apoyaba fundamentalmente en el desbordamiento espacial de Elda. Tanto la mayor parte de la población inmigrante como los familias que trasladaban su domicilio de Elda a esta zona, no se sentían ciudadanos de Petrer y su vida social y de ocio la continuaban desarrollando en Elda. Centenares de amas de casa de Petrer se trasladaban los martes y los sábados al mercado central de Elda para hacer la compra de alimentos. Con menos intensidad, también cabe destacar las compras que se efectuaban en los tiendas de ropa que ofrecían mayor variedad, calidad y moda.
E. Los numerosos cines con los que contaba Elda ofrecían estrenos de películas que por el número de habitantes no podían proyectarse en Petrer hasta pasado unos años. Del mismo modo, las salas de baile eran numerosas y los jóvenes de Petrer no dudaban, dada su proximidad, en acudir regularmente.
F. Las academias privadas de enseñanza media eran aulas obligadas para los estudiantes de Petrer hasta la puesta en marcha del Instituto de Enseñanza Media Azorín en 1967.
G. En el ámbito municipal, se habían alcanzado acuerdos relevantes en cuanto a la construcción de un Instituto de Enseñanza Media, una red de alcantarillado o la propuesta de elaboración conjunta de un Plan de Ordenación Urbana.
Petrer contaba en 1960 con 10.615 habitantes y Elda con 28.151. En 1970, el padrón de Petrer registró 15.804 habitantes y el de Elda 41.511. En el transcurso de esa década, Petrer creció en un 48,8° y Elda en un 47.4%.
La proximidad de ambas poblaciones repercutía positivamente, en el caso de Petrer, en sectores como la industria de calzado o la construcción, en detrimento de servicios tales como alimentación, vestido y ocio. La ciudad de Elda ejerció como capitalidad de comarca durante décadas. Las nuevas corrientes de moda o el cambio de costumbres pasaban en primer lugar por nuestra vecina ciudad. El eslogan popular «Elda, París, Londres» que ha llegado hasta nuestros días, nos muestra una época de progreso y desarrollo en la que todo parecía posible. Es evidente que el pueblo de Petrer se enriqueció con la incorporación masiva de inmigrantes manchegos, andaluces o murcianos en una simbiosis de culturas que dieron por resultado a un sector de habitantes que algunos denominan de «Petrer, Petrer», en contraposición y diferencias con los petrerenses llegados de otros lugares y entre los que se incluye a habitantes del barrio de la Frontera.
El profesor Gabino Ponce, en su libro Análisis urbano de Petrer, nos ofrece los resultados de una encuesta realizada a principios de 1990 que nos pueden servir de referencia. Los habitantes de la Frontera, a la pregunta de que si se sentían petrerenses, el 30% señalo sí, el 6% regular y el 64% rotundamente no. Acerca de señalar el límite entre los dos pueblos, un 38% no supo responder, el 25% ambiguamente señaló todo el barrio de la Frontera, un 37% trazó límites más precisos como la Avda. de Madrid y sólo un 4% intentó trazar un cierto límite que comprendía el barrio de San Rafael. Queda patente que para la inmensa mayoría no existía un límite preciso que separase Petrer de Elda.
Conviene señalar que el Ayuntamiento de Petrer se sentía sin medios ni recursos para controlar, vigilar y dotar de servicios e infraestructuras el rápido crecimiento urbano que estaba generando el barrio de la Frontera. En el aspecto político y administrativo, en la década de los sesenta, los Juzgados son trasladados de Monóvar a Elda y el Cuartel de la Guardia Civil de Petrer fue cerrado e integrado en la vecina ciudad. Por último, es obligado señalar que este breve esbozo sociológico tiene por finalidad dar a conocer las relaciones de convivencia entre Petrer y Elda, como preámbulo a la peor crisis que iba a tener lugar a partir del mes de mayo de 1969, un año después de que la Dirección General de Carreteras adoptara la controvertida decisión del nuevo trazado de la Carretera Nacional por el término municipal de Petrer.