Nota: Publicado originalmente en la revista Petrer Mensual, nº46 (Octubre 2004)
Deseando averiguar más, impulsados por ese sentimiento de curiosidad que quizás matara al gato pero que también ha sido instigador de grandes hallazgos y de nobles empresas, y también para tratar de comprobar la veracidad de lo publicado, este periódico se ha embarcado en la búsqueda de la ubicación exacta donde se encontraba la cruz que conmemoraba la muerte de Andrés Bernabé, según el relato de Juan Bautista Poveda «el Sevilet» que publicamos el mes pasado. Sus palabras lo situaban a doscientos metros pasado del lavadero de la Balsa de Caprala, tras internarse en un barranco.
Lo primero, entonces, fue desplazarse hasta Caprala y recabar información de sus más antiguos lugareños. Así, de esta manera, contactamos con Juanito Payá, cuyos padres ya habían nacido en Caprala, y él mismo puede contar varias décadas de vida en este valle (como ya hizo en un artículo del que fue protagonista en esta misma publicación). Tras leerse el reportaje del Sevilet, Juan lo corroboró punto por punto, incluso señaló que las palabras de las lavanderas eran exactamente las mismas que su padre le había relatado a él. También confirmó la presencia de la cruz, y nos contó que la tiraron antes de la guerra, «allá por el 36. Pero sé dónde fue a parar después, pasados los años la vi justo debajo de donde se había situado originalmente». Eso sí es un fichaje, y no lo de algunos equipos de fútbol.
Efectivamente, Juan nos acompañó y nos mostró el sitio exacto donde se encontraba la cruz, a 232 metros de la Balsa de Caprala, en un peñasco en el barranco de Caprala dirección L’Avaiol, confirmando así algo que ya intuimos el mes pasado: la precisión de los recuerdos del Sevilet. No obstante, este peñasco, depositario de la cruz y por tanto tras el que se cree ocurrió el crimen, había sido parcialmente volado a raíz de la construcción de un camino. Buscando por allí, entre esos restos, la vista todavía fina de Juanito nos dio una alegría, hallando una parte de la famosa cruz. Esta cruz, de tipo gallego, redondeada, y de la que se ha encontrado aproximadamente la mitad, va a ser donada al museo de Petrer, y supone no sólo el final de nuestra búsqueda, sino también la prueba fehaciente de la veracidad de las muchas historias del Sevilet que tantos aspectos han revelado del pasado de nuestro pueblo.
Notando que en esta historia el nudo no planteaba demasiados retos para los protagonistas y se alcanzaba el desenlace sin el correspondiente sudor, decidimos alargarlo. Porque, si fino andaba el Sevilet en cuestiones de memoria, Juanito no le anda a la zaga.
De las «viejas historias de Caprala», como él las llama, rescatamos ésa de juventud en la que, «con catorce o quince años», se va a cazar al Alt de Peret, acompañado de su amigo José, el hijo del tío Quito y la tía Luisa, que por entonces estaban de caseros en l’Avaiol. Ellos, que en estas salidas estaban «siempre atentos de abejas» (porque algunas hendiduras de la montaña albergaban jugosas colmenas), se encuentran con un «foraet del que veíamos salir mucha abeja, pero no podíamos acceder a él, porque era muy estrecho». Ni cortos ni perezosos, a la semana siguiente vuelven con un barreno de pólvora, con el que demuelen parte de la roca y por supuesto el «foraet», dejando al descubierto un enjambre de abejas sujeto a un hueso. «Lo que más nos llamó la atención fue el pensar cómo se habría introducido ahí ese hueso, sin caer en la cuenta de que posiblemente fuese un fósil de tiempos remotos».
Animados por el éxito del hallazgo de la cruz, y por la cara sonriente del propio Juanito, cogimos el todoterreno en dirección al Alt de Peret, razonablemente confiados en encontrar lo que aquellos chavales bautizaron como la «Penya del Os». No obstante, bien pronto comprendimos lo complicado de la empresa, la dificultad de conservarse sesenta años después el impacto del hueso en la piedra. No hubo suerte, y tras dos viajes desistimos, mas prometemos seguir intentándolo.
Pero la visita al monte no tuvo desperdicio, más aún cuando cuentas entre tus filas con alguien que lo conoce «palmo a palmo». Encima del Alt de Peret, sobre el barranco de Escurina, Juanito nos señaló los ocho sitios, «únicos ocho sitios», donde crían los búhos reales («antiguamente pagaban quinientas pesetas por cada búho real cazado. Llegué a matar diecinueve»). Luego, en la Umbría, fuimos al Corral de les Penyes Rojes (una curiosa pareja de peñas rojas que forma lo que se asemeja a un atrio circular) donde Juanito revivió otro instante de años atrás: «acompañando a un amigo, que practicaba la caza con hurón (cosa que a mi mai m’ha agradat), soltó al animalejo aquí dentro y ahí se quedó, no había manera de sacarlo». Solución: «li fotem un barrino». Pero claro, esta solución drástica es potencialmente un camino hacia lo inesperado: «la cueva que se abrió era inmensa. Entré con una vela para inspeccionarla, pero el tamaño de aquello y los peñascos me sobrepasaron y no fui más allá de la entrada prácticamente. Tiempo después se lo conté a unos excursionistas aficionados a la espeleología y subí con ellos a señalarles el sitio, aunque yo me quedé fuera, esperando. Salieron a las dos horas y media, confirmando la gran longitud de la cueva pero que no tenía continuación». La cueva permanece hoy virgen e inexplorada, pero me da que habrá valientes que la desafíen ahora que saben de su existencia.
En el camino de regreso, a quien le tocaba descubrir cosas nuevas era a Juanito, que bajando por las Hermosas se quedó maravillado al sorprenderle un majestuoso ganado de arruis en el flanco derecho y otro en el izquierdo unos cuantos metros más abajo: «me traen recuerdos de mi época de pastor, de cuando habían en Caprala catorce ganados». Una vez ya en casa, comentó que a sus 73 años pensaba que ya no volvería a subir al Alt de Peret, así que fue muy agradable para él la pequeña búsqueda. Nosotros tampoco esperábamos encontrar la cruz y aprender tanto, pero he aquí que la unión hace la fuerza.
Entretenidisimo articulo, este y el del Sevilet.
Yá teniamos ganas algunos de descansar de tanta noticia de politica y de «politiquillos».
Para los que aún somos «jovenes» oir estas historias, nos enseña muchisimo de nuestro pasado que aún es reciente, y sin embargo desconocido.