Apuntes para una breve historia del condado de Elda

*Nota: Artículo publicado originalmente en la Revista Alborada número 50 (2006)

Este trabajo nace de una perpleja curiosidad ante el hecho incuestionable de que Elda y Petrer son dos poblaciones prácticamente unidas, tanto como separadas una de otra. Esta paradoja es lo que ha llevado a la autora, que, a estas alturas, no pretende aportar nada nuevo a todo lo publicado sobre el condado de Elda, a realizar un breve recorrido por la historia común de ambos municipios buscando alguna respuesta al respecto y, de paso, refrescar la memoria o sacar del olvido algunos hechos importantes en los que puede estar el origen de las relaciones todavía tan complejas que mantienen los dos pueblos.

Elda y Petrer están enmarcadas en un mismo espacio natural, el Valle de Elda, y tienen una importante historia en común. Al margen de los aficionados a la historia local y los que gustan de estos asuntos, son pocos los vecinos de ambos municipios que conocen los importantes lazos históricos y territoriales que han mantenido unidas estas poblaciones du­rante siglos.

Vista panorámica de Elda hacia Petrer. En primer término, a la derecha, el castillo de Elda. Al fondo, el castillo de Petrer.

Situados en un territorio fronterizo, los habitantes de Elda y Petrer han partici­pado, a lo largo de la historia, en gran número de batallas y escaramuzas, siendo protagonistas de acontecimientos rele­vantes en múltiples ocasiones. Las tierras del Valle de Elda, en la comarca del Medio Vinalopó, han sido objeto, tradicionalmente, de deseo y de disputa. Desde los primeros asentamientos ibero-romanos, pasando por la ocupación árabe y pos­terior Reconquista hasta la época moder­na, estos territorios han destacado por una situación geográfica estratégica y por su carácter fronterizo entre los reinos de Valencia, Castilla y Murcia. Los habitantes del Valle de Elda han compartido, a lo largo de los siglos, gran número de experiencias y de aconteci­mientos que están hoy olvidados en gran medida. A modo de apunte, podemos destacar la gran influencia islámica en la zona, ya que estas tierras estuvieron, durante siglos, ocupadas por los árabes primero, por la población mudéjar des­pués y, finalmente, por los moriscos, que es cuando el Valle entra a formar parte del señorío territorial de la familia Colo­ma. Con el establecimiento de este señorío territorial, se funden los destinos de Petrer y de Elda y ambas villas servirán al mismo señor, el conde de Elda. En el siglo XV, los condes de Cocentaina venden los señoríos de Elda, Petrer y Aspe a Mosén Juan Coloma, cristiano viejo perteneciente a la nobleza titulada y al servicio del rey Fernando el Católico. Juan Coloma y sus descendientes serán los señores de la Baronía de Elda (a Elda pertenecía la pedanía de Salinas, llamada «el lugar de Salinas») y Petrer hasta que el rey Felipe II concede el título de Conde de Elda a Juan Coloma, nieto del anterior, en reconocimiento a sus méritos como virrey de Cerdeña.

Será el segundo conde de Elda, Antonio Coloma, el encargado de ejecutar el Real Decreto de expulsión de los moriscos firmado por Felipe III en 1609. El segundo conde de Elda interviene directamente en el traslado de los moriscos del Reino de Valencia a las costas del norte de África y, de igual manera, como señor de moriscos, participa directamente en el proyecto y aplicación de la repoblación posterior.

Con la expulsión de los moriscos, el Señorío queda prácticamente vacío, sin campesinos para cultivar las tierras, por lo que urge la repoblación. Para ello, se publican las conocidas Cartas Puebla. Estos documentos regularán, durante los dos siglos posteriores, las relaciones de producción y la administración de gran parte del campesinado valenciano hasta la primera de las disposiciones abolicio­nistas, firmada en 1808 por las Cortes de Cádiz.

La Carta Puebla de Petrer se publica en agosto de 1611 y la de Elda en noviembre del mismo año. Desde ese momento y hasta mediados del siglo XIX, cuando desaparece finalmente este señorío territorial, es decir, durante más de dos­cientos años, las villas de Elda y Petrer formarán parte de un mismo territorio jurisdiccional y sus habitantes rendirán vasallaje a un mismo señor feudal, el conde de Elda. Resulta llamativo que un hecho de tanta relevancia histórica y repercusión económica y social esté hoy en día tan olvidado por los ciuda­danos de a pie.

Con la aprobación de las Cartas Puebla, las villas de Elda y Petrer son repobladas con algunas diferencias de relieve. En la Carta Puebla de Petrer, se fija un reparto equitativo entre las cien familias que se establecen en la villa. A cada familia se le otorga una casa, una huerta, un olivar, una viña alta y una viña baja. En la Carta Puebla de Elda, el reparto de tierras se realiza de forma desigual y según decisión directa del Conde: se asignan parcelas diferentes establecién­dose el tipo de cultivo, su extensión y la cantidad de censo o renta en dinero que deberán pagar los nuevos poblado­res al Conde. Esta desigual distribución de las haciendas fija una clara diversifi­cación social, ya que se establecen dos tipos de propiedades, las de los cristianos viejos, anteriores a la expulsión de los moriscos, y la de los nuevos pobladores. Estas propiedades, como destacan varios autores, están sujetas a diferentes cargas económicas. En Petrer, no se dan estas diferencias.

Saqueo de Elda durante la Guerra de Sucesión, collage de José Luis Hernández publicado en el coleccionable "Nuestra Historia" de La Verdad

En relación al origen de los nuevos po­bladores, podemos decir, siguiendo di­versas fuentes documentales, que los primeros pobladores de Petrer después de la aprobación de la Carta Puebla procedían de Castalia, Onil, Biar, Jijona y de la huerta de Alicante, siendo ma-yoritaria la población procedente de Castalia. Durante los primeros años, se asientan en Elda cinco vecinos de Ali­cante, once de Villena, nueve de Onil, tres de Novelda, dos de Mallorca, uno de Albacete, seis de Monóvar, dos de Agost, dos de Aspe, dos de Orihuela… Estos nuevos pobladores están sujetos a unas cargas económicas y jurídicas establecidas en las Cartas Puebla y fijadas como derechos del señor. Tienen que pagar una renta fija en metálico según el valor de cada parcela conocida como «los pechos». En Elda, se dan dos tipos de pechos: el viejo, que pagan las tierras pertenecientes a cristianos viejos, y el nuevo, a cargo de las propiedades de los repobladores. Estas diferencias darán lugar a múltiples conflictos y plei­tos entre los vecinos y su señor el Conde. En Petrer no existe esta diferenciación. También se entregaba al señor una parte de la cosecha, es decir, un diezmo, es­tablecido generalmente como la décima parte de lo recolectado. Por último, el Conde ejercía un monopolio sobre los bienes de producción y comercialización existentes. En concreto, las conocidas «regalías» sobre el uso de la tienda del molino, la almazara y los hornos.

Las Cartas Puebla también señalan el apro­vechamiento y uso común de montes y pastos por parte de los vecinos del Con­dado, que podían llevar sus ganados a los altos y montes del territorio. Como señalan varios autores, las cargas económicas a pagar por la propiedad útil de la tierra. Las huertas y viñas estaban sujetas a una mayor presión, puesto que eran tierras más productivas y, por tanto, más interesantes para las rentas del señor. Las tierras dedicadas a los cultivos de secano, al ser menos productivas, estaban sujetas a un menor control por parte del conde y a menores cargas impositivas.

Si contemplamos el entorno natural y el paisaje rural del valle de Elda y, en concreto, de Elda y Petrer, observamos claras diferencias. Elda está rodeada de fértiles huertas regadas principalmente por las aguas del río Vinalopó. La villa de Petrer tiene algunas huertas, pero dominan su paisaje, sobre todo, tierras de secano y montes abruptos. Cabe señalar que estos diferentes paisajes contribuirán al desarrollo de unas estructuras productivas y unas relaciones sociales distintas en ambos núcleos baños.

Podemos destacar, siguiendo las tesis mantenidas por varios autores, que los propietarios de Elda sufrirán una mayor presión económica y control jurisdiccional por parte del conde, puesto que tierras son más interesantes para rentas.

La repoblación de estos territorios tuvo lugar durante el mismo año y estuvo planificada y dirigida por el mismo señor territorial, el conde de Elda, pero fue distinta en su aplicación y en sus características desde sus orígenes.

Pero retomemos la historia del condado de Elda. En 1701, se inicia la Guerra de Sucesión por la corona española. De nuevo, como en épocas pasadas, la situación geográfica y estratégica de estas tierras del Medio Vinalopó las convierte en protagonistas de importan­tes acontecimientos históricos. Los ha­bitantes del señorío de Elda, de la ba­ronía de Petrer y del lugar de Salinas participan y sufren duramente las consecuencias de la Guerra de Sucesión convertida posteriormente en guerra civil a raíz del levantamiento de Valencia y Cataluña a favor del pretendiente austríaco, el Archiduque Carlos, y en contra del rey Borbón Felipe V, nombra­do sucesor de la corona española. Los habitantes del Valle de Elda se mantu­vieron fieles a la causa borbónica, pero su señor, el conde de Elda, se decantó  por abrazar la causa austracista. Petrer se adhiere a los pueblos de la  Hoya de Castalia, formada por Castalia, , lb¡, Tibí, y a sus vecinos Bañeres, y Monóvar, y firma prestar fidelidad a Felipe V junto a un pacto de ayuda mútua. Elda, mayoritariamente, sigue la causa borbónica a excepción de los vecinos de la calle La Tripa, que serán fieles al archiduque Carlos.

Los milicianos del Condado participan en las principales acciones militares llevadas a cabo por los ejércitos borbónicos. Estuvieron presentes en el socorro Elche, en el de Alicante y en la defensa de Fuente de la Higuera. Con el avance de las tropas austracistas, la región se convierte en escenario de guerra. Elda es saqueada por las tropas esas en dos ocasiones, la última con contingente de seis mil hombres entre los que figura el conde de Elda, que vuelve a ocupar la villa. Los mandos borbónico, ante el avance austracista, aconsejan la rendición de la villa de Petrer.

Es durante este convulso periodo cuando se produce la división territorial y jurisdiccional del Condado. El quinto conde, Francisco Coloma, decide en 1703 fijar los límites territoriales entre Elda y Petrer, que no existían hasta la fecha. El límite de Petrer queda situado a dos kilómetros de su casco urbano, rozando el de Elda. Se adjudica a Petrer la zona :e del camino de Les Pedreres, el arenal de la Morchó, el Barranquet, la Huerta, el Poblet y el campo de Santa Bárbara. El término de Petrer queda fijado con una extensión de 104,2 kilómetros cuadrados y el de Elda con 44’6 kilómetros cuadrados (no se contabiliza en esta cifra el término municipal de Salinas, que entonces aún estaba integrado  en Elda, segregándose posteriormente para formar un municipio propio). Es curioso observar una diferencia tan amplia.

Escudo del V conde de Elda, Francisco Coloma, que decide en 1703 fijar los límites territoriales entre Elda y Petrer, que no existían hasta la fecha.
Tradicionalmente, los agricultores subdividían las parcelas de cultivo y las instalaciones rurales en partidas para su localización rápida y concreta. Probablemente, en estas partidas, existentes y documentadas tanto en Petrer como en Elda, se pueda encontrar una explicación o justificación basada en el uso y la tradición, de la delimitación territorial establecida por el quinto conde de Elda. Por otro lado, no podemos dejar de señalar que esta división fue considerada por los vecinos de Elda como «arbitraria e injusta». Siguiendo lo escrito por Lam­berto Amat, detectamos el malestar que creó entre la población esta decisión condal, justificada por este autor a causa de la «disidencia política y de los conti­nuos litigios interpuestos por los habi­tantes de Elda contra los intereses del Conde». «El Conde no profesaba a Elda buena voluntad», manifiesta Amat. Una vez establecida la división de los dos términos municipales, se seguirá manteniendo la comunidad en el apro­vechamiento de leña, agua y pastos. Es decir, los lazos entre las dos villas del Condado siguen existiendo con fuerza durante el siglo XVIII. En la práctica, siguiendo la opinión de varios autores, esta mancomunidad fue fuente de continuos conflictos y desen­cuentros entre los vecinos de ambas poblaciones. Con las sucesivas desamor­tizaciones, desaparecerá esta mancomu­nidad, puesto que los montes serán enajenados y vendidos en pública su­basta.

El condado de Elda mantendrá su señorío territorial y jurisdiccional sobre estas tierras hasta principios del siglo XIX.

Ésta ha sido la larga historia en común de Elda y Petrer, llena de encuentros y desencuentros, especialmente durante las últimas etapas.

El hecho de que Elda y Petrer fueran, durante más de doscientos años, una unidad jurisdiccional está, hoy en día, olvidado en gran parte y es desconocido por muchos ciudadanos de ambas po­blaciones. En este sentido, resulta curio­so observar las pocas referencias biblio­gráficas existentes en Petrer sobre la historia del condado de Elda y el hecho sorprendente de no encontrar ninguna calle en este municipio que haga refe­rencia a esta importante etapa de su historia.

Conclusiones

Actualmente, Elda y Petrer son dos im­portantes municipios con un gran número de habitantes que comparten calles, zonas urbanas, centros comercia­les y de ocio y también servicios, aunque haya sectores interesados en ignorar estos hechos y preocupados en mantener las diferencias. Rastrear el origen de esas diferencias a través de un recorrido por la historia común de los dos pueblos ha sido el origen de este modesto trabajo y, sin ánimo de agotar el asunto, se puede aventurar que es en las Cartas Puebla, con las diferencias de origen y de reparto de tierras entre los repobladores de am­bos municipios, y en el posterior reparto territorial, con la creación de supuestos agravios comparativos y con los conflictos derivados del uso de leña, pastos y agua, donde puede estar el núcleo inicial de unas complejas relaciones que, afortuna­damente, ya tienen más connotaciones folclóricas que reales, pero todo esto sigue planeando todavía como una som­bra sobre ambos municipios, tan cerca y tan lejos y siempre condenados a en­tenderse.

Bibliografía

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  • PRADELLS NADAL, Jesús: «La Guerra de Sucesión y Elda (1700-1714)». Historia de Elda. Ayuntamiento de Elda y CAM. 2006.

2 thoughts on “Apuntes para una breve historia del condado de Elda”

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