*Nota: Artículo publicado originalmente en la Revista Alborada número 50 (2006)
Elda y Petrer están enmarcadas en un mismo espacio natural, el Valle de Elda, y tienen una importante historia en común. Al margen de los aficionados a la historia local y los que gustan de estos asuntos, son pocos los vecinos de ambos municipios que conocen los importantes lazos históricos y territoriales que han mantenido unidas estas poblaciones durante siglos.
Situados en un territorio fronterizo, los habitantes de Elda y Petrer han participado, a lo largo de la historia, en gran número de batallas y escaramuzas, siendo protagonistas de acontecimientos relevantes en múltiples ocasiones. Las tierras del Valle de Elda, en la comarca del Medio Vinalopó, han sido objeto, tradicionalmente, de deseo y de disputa. Desde los primeros asentamientos ibero-romanos, pasando por la ocupación árabe y posterior Reconquista hasta la época moderna, estos territorios han destacado por una situación geográfica estratégica y por su carácter fronterizo entre los reinos de Valencia, Castilla y Murcia. Los habitantes del Valle de Elda han compartido, a lo largo de los siglos, gran número de experiencias y de acontecimientos que están hoy olvidados en gran medida. A modo de apunte, podemos destacar la gran influencia islámica en la zona, ya que estas tierras estuvieron, durante siglos, ocupadas por los árabes primero, por la población mudéjar después y, finalmente, por los moriscos, que es cuando el Valle entra a formar parte del señorío territorial de la familia Coloma. Con el establecimiento de este señorío territorial, se funden los destinos de Petrer y de Elda y ambas villas servirán al mismo señor, el conde de Elda. En el siglo XV, los condes de Cocentaina venden los señoríos de Elda, Petrer y Aspe a Mosén Juan Coloma, cristiano viejo perteneciente a la nobleza titulada y al servicio del rey Fernando el Católico. Juan Coloma y sus descendientes serán los señores de la Baronía de Elda (a Elda pertenecía la pedanía de Salinas, llamada «el lugar de Salinas») y Petrer hasta que el rey Felipe II concede el título de Conde de Elda a Juan Coloma, nieto del anterior, en reconocimiento a sus méritos como virrey de Cerdeña.
Será el segundo conde de Elda, Antonio Coloma, el encargado de ejecutar el Real Decreto de expulsión de los moriscos firmado por Felipe III en 1609. El segundo conde de Elda interviene directamente en el traslado de los moriscos del Reino de Valencia a las costas del norte de África y, de igual manera, como señor de moriscos, participa directamente en el proyecto y aplicación de la repoblación posterior.
Con la expulsión de los moriscos, el Señorío queda prácticamente vacío, sin campesinos para cultivar las tierras, por lo que urge la repoblación. Para ello, se publican las conocidas Cartas Puebla. Estos documentos regularán, durante los dos siglos posteriores, las relaciones de producción y la administración de gran parte del campesinado valenciano hasta la primera de las disposiciones abolicionistas, firmada en 1808 por las Cortes de Cádiz.
La Carta Puebla de Petrer se publica en agosto de 1611 y la de Elda en noviembre del mismo año. Desde ese momento y hasta mediados del siglo XIX, cuando desaparece finalmente este señorío territorial, es decir, durante más de doscientos años, las villas de Elda y Petrer formarán parte de un mismo territorio jurisdiccional y sus habitantes rendirán vasallaje a un mismo señor feudal, el conde de Elda. Resulta llamativo que un hecho de tanta relevancia histórica y repercusión económica y social esté hoy en día tan olvidado por los ciudadanos de a pie.
Con la aprobación de las Cartas Puebla, las villas de Elda y Petrer son repobladas con algunas diferencias de relieve. En la Carta Puebla de Petrer, se fija un reparto equitativo entre las cien familias que se establecen en la villa. A cada familia se le otorga una casa, una huerta, un olivar, una viña alta y una viña baja. En la Carta Puebla de Elda, el reparto de tierras se realiza de forma desigual y según decisión directa del Conde: se asignan parcelas diferentes estableciéndose el tipo de cultivo, su extensión y la cantidad de censo o renta en dinero que deberán pagar los nuevos pobladores al Conde. Esta desigual distribución de las haciendas fija una clara diversificación social, ya que se establecen dos tipos de propiedades, las de los cristianos viejos, anteriores a la expulsión de los moriscos, y la de los nuevos pobladores. Estas propiedades, como destacan varios autores, están sujetas a diferentes cargas económicas. En Petrer, no se dan estas diferencias.
En relación al origen de los nuevos pobladores, podemos decir, siguiendo diversas fuentes documentales, que los primeros pobladores de Petrer después de la aprobación de la Carta Puebla procedían de Castalia, Onil, Biar, Jijona y de la huerta de Alicante, siendo ma-yoritaria la población procedente de Castalia. Durante los primeros años, se asientan en Elda cinco vecinos de Alicante, once de Villena, nueve de Onil, tres de Novelda, dos de Mallorca, uno de Albacete, seis de Monóvar, dos de Agost, dos de Aspe, dos de Orihuela… Estos nuevos pobladores están sujetos a unas cargas económicas y jurídicas establecidas en las Cartas Puebla y fijadas como derechos del señor. Tienen que pagar una renta fija en metálico según el valor de cada parcela conocida como «los pechos». En Elda, se dan dos tipos de pechos: el viejo, que pagan las tierras pertenecientes a cristianos viejos, y el nuevo, a cargo de las propiedades de los repobladores. Estas diferencias darán lugar a múltiples conflictos y pleitos entre los vecinos y su señor el Conde. En Petrer no existe esta diferenciación. También se entregaba al señor una parte de la cosecha, es decir, un diezmo, establecido generalmente como la décima parte de lo recolectado. Por último, el Conde ejercía un monopolio sobre los bienes de producción y comercialización existentes. En concreto, las conocidas «regalías» sobre el uso de la tienda del molino, la almazara y los hornos.
Las Cartas Puebla también señalan el aprovechamiento y uso común de montes y pastos por parte de los vecinos del Condado, que podían llevar sus ganados a los altos y montes del territorio. Como señalan varios autores, las cargas económicas a pagar por la propiedad útil de la tierra. Las huertas y viñas estaban sujetas a una mayor presión, puesto que eran tierras más productivas y, por tanto, más interesantes para las rentas del señor. Las tierras dedicadas a los cultivos de secano, al ser menos productivas, estaban sujetas a un menor control por parte del conde y a menores cargas impositivas.
Si contemplamos el entorno natural y el paisaje rural del valle de Elda y, en concreto, de Elda y Petrer, observamos claras diferencias. Elda está rodeada de fértiles huertas regadas principalmente por las aguas del río Vinalopó. La villa de Petrer tiene algunas huertas, pero dominan su paisaje, sobre todo, tierras de secano y montes abruptos. Cabe señalar que estos diferentes paisajes contribuirán al desarrollo de unas estructuras productivas y unas relaciones sociales distintas en ambos núcleos baños.
Podemos destacar, siguiendo las tesis mantenidas por varios autores, que los propietarios de Elda sufrirán una mayor presión económica y control jurisdiccional por parte del conde, puesto que tierras son más interesantes para rentas.
La repoblación de estos territorios tuvo lugar durante el mismo año y estuvo planificada y dirigida por el mismo señor territorial, el conde de Elda, pero fue distinta en su aplicación y en sus características desde sus orígenes.
Pero retomemos la historia del condado de Elda. En 1701, se inicia la Guerra de Sucesión por la corona española. De nuevo, como en épocas pasadas, la situación geográfica y estratégica de estas tierras del Medio Vinalopó las convierte en protagonistas de importantes acontecimientos históricos. Los habitantes del señorío de Elda, de la baronía de Petrer y del lugar de Salinas participan y sufren duramente las consecuencias de la Guerra de Sucesión convertida posteriormente en guerra civil a raíz del levantamiento de Valencia y Cataluña a favor del pretendiente austríaco, el Archiduque Carlos, y en contra del rey Borbón Felipe V, nombrado sucesor de la corona española. Los habitantes del Valle de Elda se mantuvieron fieles a la causa borbónica, pero su señor, el conde de Elda, se decantó por abrazar la causa austracista. Petrer se adhiere a los pueblos de la Hoya de Castalia, formada por Castalia, , lb¡, Tibí, y a sus vecinos Bañeres, y Monóvar, y firma prestar fidelidad a Felipe V junto a un pacto de ayuda mútua. Elda, mayoritariamente, sigue la causa borbónica a excepción de los vecinos de la calle La Tripa, que serán fieles al archiduque Carlos.
Los milicianos del Condado participan en las principales acciones militares llevadas a cabo por los ejércitos borbónicos. Estuvieron presentes en el socorro Elche, en el de Alicante y en la defensa de Fuente de la Higuera. Con el avance de las tropas austracistas, la región se convierte en escenario de guerra. Elda es saqueada por las tropas esas en dos ocasiones, la última con contingente de seis mil hombres entre los que figura el conde de Elda, que vuelve a ocupar la villa. Los mandos borbónico, ante el avance austracista, aconsejan la rendición de la villa de Petrer.
Es durante este convulso periodo cuando se produce la división territorial y jurisdiccional del Condado. El quinto conde, Francisco Coloma, decide en 1703 fijar los límites territoriales entre Elda y Petrer, que no existían hasta la fecha. El límite de Petrer queda situado a dos kilómetros de su casco urbano, rozando el de Elda. Se adjudica a Petrer la zona :e del camino de Les Pedreres, el arenal de la Morchó, el Barranquet, la Huerta, el Poblet y el campo de Santa Bárbara. El término de Petrer queda fijado con una extensión de 104,2 kilómetros cuadrados y el de Elda con 44’6 kilómetros cuadrados (no se contabiliza en esta cifra el término municipal de Salinas, que entonces aún estaba integrado en Elda, segregándose posteriormente para formar un municipio propio). Es curioso observar una diferencia tan amplia.
El condado de Elda mantendrá su señorío territorial y jurisdiccional sobre estas tierras hasta principios del siglo XIX.
Ésta ha sido la larga historia en común de Elda y Petrer, llena de encuentros y desencuentros, especialmente durante las últimas etapas.
El hecho de que Elda y Petrer fueran, durante más de doscientos años, una unidad jurisdiccional está, hoy en día, olvidado en gran parte y es desconocido por muchos ciudadanos de ambas poblaciones. En este sentido, resulta curioso observar las pocas referencias bibliográficas existentes en Petrer sobre la historia del condado de Elda y el hecho sorprendente de no encontrar ninguna calle en este municipio que haga referencia a esta importante etapa de su historia.
Conclusiones
Actualmente, Elda y Petrer son dos importantes municipios con un gran número de habitantes que comparten calles, zonas urbanas, centros comerciales y de ocio y también servicios, aunque haya sectores interesados en ignorar estos hechos y preocupados en mantener las diferencias. Rastrear el origen de esas diferencias a través de un recorrido por la historia común de los dos pueblos ha sido el origen de este modesto trabajo y, sin ánimo de agotar el asunto, se puede aventurar que es en las Cartas Puebla, con las diferencias de origen y de reparto de tierras entre los repobladores de ambos municipios, y en el posterior reparto territorial, con la creación de supuestos agravios comparativos y con los conflictos derivados del uso de leña, pastos y agua, donde puede estar el núcleo inicial de unas complejas relaciones que, afortunadamente, ya tienen más connotaciones folclóricas que reales, pero todo esto sigue planeando todavía como una sombra sobre ambos municipios, tan cerca y tan lejos y siempre condenados a entenderse.
Bibliografía
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- PRADELLS NADAL, Jesús: «La Guerra de Sucesión y Elda (1700-1714)». Historia de Elda. Ayuntamiento de Elda y CAM. 2006.
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