Vuelve el pasado. Cuando ya creíamos que éramos libres, que la cultura llegaba sin filtros a cualquier rincón de la tierra, que podría circular sin barreras, llega de nuevo la censura, impuesta por los que más se les llena la boca de libertad y progreso. Parece mentira que la llamada “ley Sinde” provenga de un partido de izquierdas, parece mentira y es verdad. Está claro que el acceso al poder invita al género humano a imponer formas y modos de vida filtrados por la pequeña mente de unos pocos. El acceso al poder parece llevar implícito el limitar las libertades de los demás, es algo que se hace para demostrar quién manda y a qué debemos atenernos los individuos de a pie. Qué falta de respeto.
Así hemos visto una gala de los Goya, escenificación de toda la perfidia de un poder, que reparte subvenciones entre amigos, que se ríe de los que discrepan y se sienten invitados a dejar su puesto, que da premios a películas que nadie ha visto y que a nadie interesan. Que no se preocupe nuestra ministra y sus aledaños, que nadie le va a fusilar sus producciones, ya que a nadie representan, ya que a nadie motivan, ya que con nadie “conectan”.
Es curioso constatar porque se centran en cerrar páginas de difusión de la cultura, y pasan de largo de las pornográficas, de libre acceso. El fin es embrutecer la mente, el fin es la eterna difusión de la necedad, de la ignorancia del pueblo, para que el tuerto siga siendo el rey en el mundo de los ciegos. Vamos a una barrera igual que la instaurada en China. Que no vengan con la excusa de proteger derechos de autor, solo están protegiendo los interese de multinacionales, y a promover una caza de brujas, a eliminar de la escena todo lo que no se avenga, a encastillar a los ahora enrocados en el poder.
Volvemos al ridículo y al absurdo, como el prohibir que en una obra teatral se impida la representación de un momento en el que se fuma. Supongo que también se debería suprimir representaciones de drogadictos pinchándose, de escenas pornográficas, de cualquier manifestación que unas pequeñas personas designen que limitan el derecho de los demás.
Cuándo aprenderemos que el derecho de los demás no se legisla, que este derecho se adquiere por educación, que es lo que falta en este mundo. Cuándo aprenderemos que no se debe obligar a los demás a aceptar nuestro punto de vista a base de sanciones, valiéndonos para ello de nuestra prestada posición de poder. Cuándo aprenderemos, en fin, a RESPETAR, a no manipular las leyes básicas del sentido común, a no tomar por tontos a los demás.