El 14 de diciembre, sin faltar a lo esperado, comenzó el fin de semana. Como todos los viernes, los chicos y yo quedamos para jugar al golf después de una dura semana de trabajo: los unos en las oficinas del banco, los otros en su respectiva concejalía lidiando con la ignorante y casposa plebe y, los que tenemos menos suerte, vigilando sin descanso a través de la vidriera de nuestra empresa la holgazanería obrera, a la que damos trabajo, encima… Por fin, después de hacer unos hoyos en el green más apetecible y discutir sobre finanzas e ‘intereconomía’, decidimos acudir con nuestro ‘Mercedes Clase S’ a un acto que, cuanto menos, nos honraba: un mitin organizado por el Ayuntamiento de Petrel.
Nada más llegar había algo que nos incomodaba… y eran unos carteles, escritos en extraño dialecto, donde ponía algo así como que la cultura llegaba tarde: “tardor cultural”; pero sabemos por parte de nuestros amigos concejales, que se deben a ello si quieren ganarse la tolerancia de cierto sector de la población, de confusa y nefasta ideología de libertinaje.
Cuan grande fue nuestra decepción cuando comprobamos que no había ningún aparca-coches que nos guiase entre la inmensa jungla de vehículos de dudoso reconocimiento social (como Seat, Peugeot, Citroën, etc.).
Una vez dentro del Salón de Actos de ‘cajapetrel’, el destino nos brindó un rayo de esperanza: sorpresón al vislumbrar, al fondo, a nuestro más que amigo Pascual Díaz y su fiel camarada Josemi Payá, escoltando a toda una eminencia del discurso apológico español: ni más ni menos que el ilustrísimo don Javier Nart, audaz contertuliano de nuestra biblia televisiva “el gato al agua” e imparable defensor de nuestras señas de identidad (las que nos unen que, a diferencia de otras, pueden presumir de existir y ser reales). No se veía un Caballero Español tan fiel a nuestra identidad desde los tiempos de Rodrigo Díaz de Vivar, o nuestro añorado Caudillo de España.
Hay que ver con qué facilidad, el señor Nart, nos instruía entre el pantano de confusión y engaño actual: “esto está bien; aquello está mal…”; él sale en la televisión, en prime time, digo yo que algo más que tú, sabrá. Aunque algo atónitos nos quedamos cuando, el primer insensato que inició el debate cuestionó, con rica dialectología y depurado verbo, la indudable lección de patriotismo que acallaba cualquier dudosa opinión adversa. Menos mal que pronto se impuso la lógica, y pudimos solidarizarnos con un amigo que, afligido y atormentado, nos contaba la tortura a la que se expuso diariamente durante nada menos que 23 años sobreviviendo en la Comunidad Autónoma de Cataluña: cada día era una ardua lucha, casi perdida… Este anónimo héroe, merece un monumento en la Plaza España, el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia o cualquier otro reconocimiento nacional.
Seguidamente, nos conmovió la historia de un ‘discapacitado’, que tuvo un desafortunadísimo viaje a los Juegos Paraolímpicos celebrados en Cataluña, al encontrarse en un entorno hostil: la gente no hablaba español y los carteles eran tan indescifrables, que les guiaban al mismísimo infierno. Allí imperaba el dialecto catalán, bajo dictamen. También contamos, por último, con la reflexión de un refugiado palestino, el cual, después de décadas disfrutando de nuestra democracia nacional, no entendía cómo Cataluña quería arrojar a sus ciudadanos a un conflicto como el que padece Israel con los independentistas palestinos.
Las emotivas palabras de nuestro Pascual concluyendo el acto dieron paso a una clamorosa ovación para despedir al maestro, todos unidos, dando dos vueltas a la plaza, con dos orejas en una mano y el rabo en la otra. Reiterar nuestra más sincera enhorabuena al Ayuntamiento de Petrel por su magistral clase de hermandad nacional y coherencia democrática; aunque fue una pena para nosotros la ausencia este año de don Manuel Fraga, padre de esta nuestra democracia.
me alegra ver como este pequeño pueblo hace lo posible para mostrar la verdad a sus ciudadanos. mis agradecimientos a Don Pascual, al ayuntamiento de Petrel y al gato al agua por ofrecernos esta maravillosa tarde de lucidez