Desde hace unas semanas se están produciendo las habituales reuniones de las directivas de colectivos profesionales, culturales, deportivos, sociales, etc. En un nuevo inicio de curso todas ellas afrontan la preparación, planificación y programación de sus actividades y, como siempre, miran el apartado de colaboración con su Ayuntamiento. Ese casillero, el del Ayuntamiento, ha ido menguando desde hace más de tres años y las magras economías de la “sociedad civil local”, han padecido los recortes en inversiones, subvenciones e iniciativas del consistorio. Eso sí, a cambio de subidas de impuestos, invención de nuevas tasas, tratos de favor hacia unas en detrimento de otras. Un auténtico desastre, un desierto fruto de la tormenta de la crisis que decidieron afrontar tijera en mano.
Esta ha sido la realidad, la auténtica e indiscutilble verdad. Digan lo que digan y lo pinten como lo pinten. Y precisamente esto último es lo que los mandamases han empezado a hacer, pintar. Aplicando la filosofía de que “a falta de pan, buenas son tortas”, han iniciado un lavado de cara de las calles, plazas y edificios públicos. Plantarán unos árboles en secarrales que llevan años olvidados; arreglarán juegos infantiles que, por mero abandono de los próceres locales, no pudieron utilizar en su primera infancia los que ahora ya mocean; las paredes de mercados conocerán colores nuevos -aunque durante las horas más tórridas del pasado verano les hayan cortado el aire acondicionado-; veremos más dispensadores de bolsas para las cacas de los perros, pero las seguiremos encontrando y pisando en los parques, calles, entradas de nuestras casas, de los colegios, de los centros de salud, en los espacios verdes -color tierra estos días-.
Con estas medidas las autoridades competentes construyen un decorado “aceptable” para afrontar el final de una legislatura y las elecciones locales. El objetivo fundamental de cualquier elemento en la escena de una obra de teatro es ayudar al espectador a situarse en el contexto en que se desarrolla. Pues bien, en esta ocasión la intención parece ir más allá, porque el cartón piedra que empiezan a colocar delante de nuestras narices también ha de tapar los huecos que su gestión ha dejado en nuestras vidas, porque en cuatro años -o en ocho si somos honestos-, en nuestro pueblo cada vez hay más vacíos.
Pero las directivas de las que hablaba al principio, y que ahora “retoman el pulso” de la vida local, saben que este curso la cosa pública será diferente. Saben que ahora, y por arte de magia, la luna menguante pasará a luna creciente, y que habrá dinero y atenciones para todos. Solo unos pocos nos preguntaremos qué ha pasado con las otras fases de la luna, porque nos gusta ver qué hay en todas sus caras.
Alfonso Lacasa Escusol es edil y portavoz socialista en el ayuntamiento de Petrer