Herbívoros salvajes contra incendios forestales

Los compañeros del colectivo Adhif nos envían esta interesante reflexión, que reproducimos, sobre los incendios, las políticas forestales y el papel que podrían ocupar los herbívoros, algunos reintroducidos. Es la voz de Benigno Varillas, periodista de naturaleza, y de José Alberto Pardo, profesor emérito de la UPM, con visiones contrapuestas pero con el mismo objetivo: preservar eficazmente nuestros parajes naturales. ¿Qué piensan ustedes?

Arruís, una especie introducida hace unos 20 años y ya totalmente arraigada en los montes de Petrer. Fotografía de Néstor Rico (Asociación de Amigos de L'Avaiol).

— Herbívoros salvajes contra incendios forestales–

Pues no. Los incendios no se apagan en invierno, desbrozando el monte con recursos públicos, ni aumentado la asignación en los presupuestos generales del Estado y de las autonomías para extinguirlos una vez se enciende el fuego. Se apagan 40 años antes de producirse, con una política del territorio coherente con nuestra climatología y nuestros ecosistemas.
Si en lugar de arder Valencia, hubiera sido arrasada por una riada fruto de la rotura de una presa, todo el mundo estaría preguntando por el nombre del ingeniero que la construyó para que desempolvara el proyecto y ver qué fallos estructurales y estratégicos hizo para que se produjera el desastre.
Exactamente lo mismo cabe pedir para explicar porqué arde España cada verano. Los ingenieros que plantaron esos pinos que arden —cuyos nombres queremos se publiquen cuanto antes, ya que ellos son los máximos responsables— cometieron fallos que deben identificarse para que no se repitan.
Ignoraron las características ecológicas y sociológicas de España. Se dedicaron a plantar pinos y eucaliptos en masas continuas haciendo creer que, el que la mitad de España fuera un pinar, era recuperar la naturaleza perdida por siglos de quemas y pastoreo.
Es cierto que el rural español y los terratenientes de la Desamortización, fueron arboricidas natos. Pero quienes les frenaron tras la Guerra Civil, y ejecutaron el plan nacional de reforestación franquista, tenían la misma fobia neolítica a la vegetación y a los ecosistemas silvestres que aquellos a los que combatían. Lo que hicieron fue desbrozar y sustituir la vegetación natural por ordenados, densos y extensos cultivos de pinos y eucaliptos en hileras, que cubrieron más de tres millones de hectáreas de los 50 que tiene España.
Se debía  haber promovido una ganadería combinada con la reforestación
No respetaron el crecimiento del bosque en mosaico, alternando las masas boscosas con grandes pastizales, paisaje que requiere un país de climatología con estrés hídrico en verano, para que a la menor chispa en días de viento —y en España hay como 700 rayos que cada año provocan incendios, sin falta del cerillazo que tanto abunda— no arda mucho más de lo que rodea el lugar donde se origina el incendio.
Pero lo que sobre todo no hicieron, fue algo tan elemental como que si plantas o dejas crecer el monte, como se ha hecho en las seis últimas décadas, y no cuidas que los herbívoros coman la vegetación en zonas alternas con la masa boscosa, esta queda condenada a finalizar su ciclo consumida por el fuego. Pero no como lo haría en condiciones naturales, quemando solo pasto seco y pequeños bosquetes, sino ardiendo medio país, de golpe.
El paisaje en mosaico que evita los grandes desastres del fuego se consigue con herbívoros que sieguen a diente la potencial masa combustible, no dejando que la vegetación crezca más allá de donde esta se escapa a la acción de los herbívoros salvajes, o al hombre le interese, en el caso de los herbívoros domésticos.
Problema. Los 30 millones de herbívoros domésticos que hay en este país ya no le pastan entero por falta de pastores, y los herbívoros salvajes que están proliferando, aunque los cazadores dejaran de mermarlos, no pueden con la vegetación porque son especies de talla mediana. Tenemos herbívoros salvajes que cumplen en parte la función desbrozadora de cabras y ovejas, pero no la de vacas, caballos, mulas y asnos.
El paisaje en mosaico lo heredamos de la acción de los fuegos naturales unida a la acción desbrozadora de uros, caballos salvajes, cebros y bisontes, los cuatro grandes herbívoros salvajes europeos que no solo comen vegetación como lo hacen corzos, ciervos, jabalíes y rebecos, sino que tienen el peso necesario para impedir por pisoteo que el matorral crezca. Pero los grandes herbívoros salvajes europeos han desaparecido de España en los últimos siglos, cazados por su carne hasta la extinción.
El ingeniero que nos hizo el diseño de “la presa forestal” hace 40 años debía haber promovido una ganadería combinada con la reforestación, y si la ganadería extensiva y trashumante dejó de tener sentido económico y fue sustituida por la estabulada, debería haberse preocupado de que los montes españoles tengan uros, caballos salvajes, cebros y bisontes. Sustituir a estos por mano de obra que en invierno limpie el monte no solo es un dislate, practicado en los últimos años de gasto disparatado, que ahora nadie puede pagar, sino que, además, es una quimera por la magnitud faraónica de la tarea.
Herbívoros salvajes, unido a un manejo inteligente del fuego, con quema controladas y tala, en una primera fase, de las masas de cultivos de pinos y eucaliptos, así como del monte autóctono que se haya desbocado, hasta dejarlo en rodales aislados, sería lo razonable. España es en su clima más África que Europa. La sabana arbolada rebosante de vida salvaje es más parecida a una dehesa que a un bosque cerrado.

 

Benigno Varillas es periodista de la naturaleza.

 

Y la réplica, también muy interesante:


¡No echemos más leña al fuego!
Las trágicas consecuencias en vidas humanas, los daños materiales inmediatos y los negativos efectos medioambientales provocados por los incendios forestales constituyen un fenómeno con honda percepción social. Su mayor frecuencia e intensidad en época veraniega avivan las críticas a las actuaciones administrativas en relación con las medidas de prevención, predicción y combate del fuego adoptadas en los montes. En los medios sociales se proponen medidas de actuación alternativas o complementarias; y, en algunos casos, las críticas se extienden a la gestión forestal en general, a la que se acusa de monetarismo y olvidadiza del papel ecológico de los montes en sus actuaciones de repoblación.
En la sección de Opinión del 24 de julio de El País, don Benigno Varillas, que se autotitula periodista de la naturaleza, propone la reintroducción de grandes herbívoros salvajes (uros, cebras, caballos y bisontes) para acabar con los incendios forestales. Su control de la vegetación, unido al ejercido por los mamíferos herbívoros de menor tamaño que habitan en nuestros montes, impediría la propagación de los incendios tras su iniciación. A tal respecto, cabe mencionar que la suelta de caballos en monte no es práctica desconocida en los montes gallegos.
Los trabajos de prevención (cortafuegos y desbroces selectivos), evaluación de las condiciones climáticas predictivas de incendios, vigilancia y detección precoz de los mismos, constituyen vías de actuación generalizadas en todos los países para preservar el patrimonio forestal, de aplicación más necesaria en las áreas de clima Mediterráneo. Sin embargo, parecen olvidados, o rechazados, por el Sr Varillas, y tildados de ineficaces o inasumibles económicamente; así, la limpieza del monte por mano de obra en invierno es tachada de dislate, pues los incendios- afirma -“no se apagan en invierno”. La complejidad de la propia naturaleza y circunstancias en que se produce un incendio forestal obligan a tomar medidas también complejas y deben evitarse juicios tajantes, demasiado simplistas, sobre su ineficacia.
Un salto en la exposición nos permite descubrir lo que el articulista considera causa última de los incendios forestales: “la plantación de pinos y eucaliptos (¡matrimonio indisoluble en este tiempo de crisis¡) en masas continuas” “Los ingenieros que plantaron esos pinos que arden son los máximos responsables y queremos -sostiene el Sr Varillas- que sus nombres se publiquen cuanto antes”. ¿Propugna su linchamiento por la opinión pública? ¿Qué opinión? ¿Con qué bases científicas y técnicas?
Querer ignorar, o desconocer, el estudio redactado por Ceballos y Ximenez Embum (1939), en el que se sintetizan los conocimientos de ciencia y técnica forestal y describen detalladamente aspectos sobre fisiografía, clima, suelo y vegetación, y constituye la base científica del Plan General de Repoblación Forestal de España (1940), denota, cuando menos, poco rigor científico. En dicho documento, se propugna una necesaria primera etapa de establecimiento de pinares, que en una etapa posterior llevaría a la incorporación de frondosas, obviamente restringida a estaciones climática y edáficamente adecuadas. La organización y puesta en práctica de las prácticas selvícolas requeridas para implementar dicha primera etapa supuso llevar a terreno la ingente labor de restauración de masas forestales depauperadas, la recuperación masiva para la vegetación de terrenos baldíos, la sujeción de suelos en avanzado proceso de erosión, la corrección de cuencas hidrográficas, incluso con protección de núcleos rurales amenazados, junto (last but no least) con el suministro de trabajo a una mano de obra poco cualificada. Todo ello merece, cuando menos respeto, si no admiración, máxime en las condiciones de precariedad y sacrificio en que se desarrollaron. Y, actualmente, ¿con qué otras partidas del Presupuesto Nacional quiere el Sr Varillas que comparemos el gasto forestal para tacharlo de desorbitado?
Más adelante, el autor propugna, siempre en evitación de los incendios, una ordenación territorial en mosaico y hace alguna recomendación al respecto. Por toda aportación de datos se da el número de 700 como el de rayos que cada año provocan incendios y cuyos efectos se evitarían. Lo que no menciona es la intensidad y amplitud de los incendios, el tiempo de extinción que exigen y, lo que es más importante, su comparación con los incendios generados por el hombre (descuido, estulticia o intencionalidad), que según las estadísticas oficiales suman con mucho la mayor superficie quemada y son, por tanto, el núcleo principal del problema. Circunstancias, que unidas a la fisiografía española, por qué no también a su historia y hábitos culturales harían muy difícil, pienso que imposible, extender al territorio nacional el sistema de mosaico (eficaz, sin duda, en puntuales circunstancias); lo que cabe hacer extensible a cuestionar el establecimiento masivo de grandes herbívoros como arma eficaz, y no costosa, para borrar de los titulares veraniegos la expresión incendio forestal.
La concienciación y ayuda ciudadanas para la protección de los montes cuya necesidad hace ver el slogan – si se quema el monte, algo tuyo se quema- , y el reconocimiento del valor de la aplicación técnica, racional y mesurada, de los conocimientos científicos que aportan las muy variadas disciplinas implicadas (con la ecología como eje central) son vías necesarias para el uso sostenible de la naturaleza.
A un periodista de la naturaleza y a un profesor universitario de fisiología vegetal, ya jubilado, deben obligarnos a un entendimiento mutuo y a la comprensión de posturas y acciones ligadas al tiempo, cuya efectividad, o fracaso, no son medibles en términos de unidades de obra.
José Alberto Pardos
Académico de la RAI
Profesor Emérito de la UPM

 

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