Septiembre siempre ha sido el mes del comienzo. Empezaba el nuevo curso y se volvía al trabajo después de las vacaciones de verano. Unos meses antes todo había terminado de mejor o peor manera, pero siempre quedaba septiembre para retomar el ritmo con nueva energía.
Hace un par de noches, recién llegado de nuevo a Elda, quedé con unos amigos a los que no veía desde hacía tiempo. Nos pusimos al día en pocos minutos, y pronto descubrimos la gran novedad que ya cobraba protagonismo: este año llegaría septiembre, pero no contaríamos con un nuevo comienzo. Todos habíamos terminado los estudios hacía años, y desde entonces, el nuevo curso de búsqueda de empleo se había prolongado demasiado, ignorando que en septiembre algo nuevo debía ocurrir después de unas merecidas vacaciones. Desde hace unos años, no hemos tenido tales vacaciones, ni hemos logrado encontrar un trabajo que por fin suponga un cambio importante en nuestras vidas. Y no sólo eso. En el proceso de búsqueda incesante, durante años de negativas, de ilusiones perdidas, de frustración contenida y la inquietante sensación de que la situación nunca mejorará, hemos puesto en peligro por falta de confianza otros sueños que nos acompañaban; hemos puesto en peligro la relación con nuestras parejas cuando el malestar ya colmaba hasta el último rincón de nuestra alma; e incluso hemos visto peligrar nuestra salud mental, tratando de soportar el peso de la incertidumbre. Y es que, el fracaso constante y sin tregua en la lucha por sentirse realizado puede destrozar al más fuerte.
De nuevo es septiembre, y ante la falta de cambios yo me pregunto si realmente el mundo merece perderse a grandes profesionales que sólo esperan una oportunidad para mostrar su potencial. Todo cambiará antes o después, eso es lo que comentábamos tímidamente mis amigos y yo, y así será ciertamente. Lo importante es que jamás olvidemos que nosotros vivimos esa época en la que los cambios se habían detenido en un eterno septiembre, un larguísimo mes en el que demasiadas cosas amadas estuvieron en peligro; y que siempre recordemos cuando llegue nuestra recompensa, que participamos en un duro curso que parecía poner todo en nuestra contra y que consiguió enseñarnos lo fuertes que realmente éramos y hasta dónde podíamos seguir luchando por nuestros sueños.
César García Bernabe, licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Alicante, cursó su último año de carrera en Escocia, en la Universidad de Aberdeen, donde, a su vez, completó estudios en Ciencias de las Religiones y Hebreo Bíblico. Actualmente vive en Palma de Mallorca y compagina la creación literaria con el diseño y el estudio de lenguas extranjeras. Ha publicado «Félgora y la antesala del olvido» y «Félgora y el secuestrador de sueños«.
Lo has dicho muy bien, Carlos,perdón Don Carlos, pero después de todo tú eres de los afortunados que tienen un resquicio, me refiero a que has escrito dos libros, que más que algo és mucho,y unos estudios envidiables.Considero que sea cuestión de tiempo que encuentres un trabajo digno, pero tambien considero que no lo busques en España, por que aqui ya ves lo que hay, nada de nada.Se que encontrarás algo bueno , pero fuera de España, sólo es cuestión de tiempo y que agudices más tú busqueda.Un saludo.