«Gracias Antonio por estos 102 años y 2 meses que nos has regalado», esas han sido las palabras finales de la misa en honor del médico e Hijo Predilecto de Petrer Antonio Payá Juan, fallecido en las últimas horas. La despedida del párroco Antonio Rocamora resumía la sensación que hay en la localidad, de gratitud hacia un vecino que deja un enorme legado: entre las más notables, 5 décadas de largo de profesión médica, trayendo centenares de petrerenses al mundo, y la residencia geriátrica de «La Molineta», que cuenta también con un módulo destinado a enfermos de Alzheimer.
Recordamos la figura de don Antonio, como era conocido, recuperando una entrevista realmente ilustrativa de lo que siempre ejerció orgulloso, «médico de pueblo», con vivencias realmente asombrosas. La entrevista fue realizada en mayo de 2016, tras el homenaje en que se le reconoció como Hijo Predilecto.
Igualmente, recuperamos la biografía que de él trazó en 2010 Concha Romero Ibarra, en el libro «Cien petrerenses con huella»
Antonio Payá Juan, el artífice de “La Molilneta”
Ha sido el máximo impulsor de la creación de la residencia de ancianos La Molineta y del edificio destinado a los enfermos de Alzheimer.
Antonio es el segundo de cuatro hermanas: Encarna, Eufemia, Paca y Carmen. A los cinco años se fue a vivir a Novelda, a casa de los abuelos paternos que regentaban el comercio de calzado “La bota de Oro” y que tenían una finca “La Dehesa”, por donde correteaba en busca de insectos y mariposas que diseccionaba. En Novelda tuvo un profesor, don Pedro, y siendo ya un adolescente regresó a Petrer. Cursó estudios de bachiller en el colegio particular de don José Verdú, en Elda.
Su padre le abrió las puertas de la clínica en la calle Miguel Amat. Fueron prácticas muy valiosas hasta que en el año 1936 se marchó a Madrid para iniciar sus estudios universitarios en la Facultad de San Carlos en la calle Atocha. Frecuentó poco la Facultad ante su inclinación por la asistencia a los partos-Esta vocación, heredada de su padre, le llevó a la Maternidad de Mesón Paredes, en donde por las noches atendía los servicios de urgencia. Durante el día, iba a una casa de socorro en O’Donnell, para ayudar a los médicos. Pero su vida de estudiantes se vio truncada por la Guerra Civil. Decidió irse de voluntario y estuvo en el botiquín de primera línea de la Brigada 49 de la Columna de Hierro del Bando Republicano, en Teruel. Tras ser herido, fue trasladado a Cataluña. A la herida se le sumó una infección y al recobrar la salud fue destinado a Guadalajara, en donde sufrió otra herida en un brazo por lo que tuvo que ser evacuado a Torrevieja. La familia vivió momentos críticos, pues Antonio temía por su padre, tras el asesinato del médico Rafael Duyos. Ayudaba a su progenitor en todo lo que podía y tuvo la oportunidad de asistir al hospital de sangre que se instaló para heridos leves, con unas 24 camas, en la finca “El Poblet”, último residencia del gobierno de la República presidido por el doctor Negrín.
En el año 1944, Antonio había finalizado los siete años de carrera y el último de especialidad en ginecología y obstetricia. Se instaló en Segovia y se dedicó a la sanidad castrense. Al año siguiente, tras aprobar las oposiciones a médico titular, se marchó a Alcaine, pequeña localidad de Teruel, en donde pasó cinco meses. Posteriormente se trasladó a Fuentespalda, en donde estuvo destinado tres años. Allí atendió a los maquis que bajaban por las noches a sus refugios.
Ante la enfermedad de su padre, regresó a Petrer y se instaló en su nueva clínica de la calle Pedro Requena. En 1948 contrae matrimonio con Isabel Villaplana. Con la llegada de la Seguridad Social, obtuvo una nueva consulta en el viejo ambulatorio. El tiempo le traería dos nuevas consultas, una en su casa en Gabriel Payá y otra en la Avenida de Elda. Su hermana Eufemia se convertiría en su más estrecha colaboradora.
En la Clínica Dexeus de Barcelona aprendió el empleo de los fórceps para perfeccionar sus conocimientos e incluso estudió las técnicas de hipnosis para el parto del doctor Escudero, en Valencia. Investigó sobre las enfermedades pulmonares y aprendió aponer el pneumo para combatir la tuberculosis. La curación de enfermedades venéreas y la medicina oriental fueron otros frentes de aprendizaje- Sus ratos libres los ha dedicado a su familia, las escapadas al mar, su afición por el tenis, y sus viajes a Francia, Inglaterra, Austria, Suiza, India, Tailandia…
Los últimos años los ha pasado entre el cuidado de un pequeño huerto y la realización de un sueño: la creación de una moderna residencia de ancianos, proyecto que empezó a fraguarse a mediados de la década de los ochenta. Un sueño que, como todos sabemos, es ya una realidad. Además, con el edificio anexo a la Molineta, destinado a los enfermos de Alzheimer.
Su receta para mantenerse fuera del alcance de las enfermedades es bien sencilla: “Llevar una vida sana, una alimentación variada y regular, esquivar todo lo que pueda ocasionar trastornos, participar lo menos posible del consumismo, no ambicionar lo del vecino y no tener miedo a la muerte”.
Tengo un nudo en la garganta de oir a este pequeño gran hombre
Me he emocionado al volver a ver la entrevista de Antonio Payá.
Es como vivir un siglo de la historia de Petrer en media hora.
Desde luego que ha merecido ser Hijo predilecto de Petrer.
! Qué gran lección para todos ha sido su vida ¡