Siempre un esfuerzo más, una genialidad más y al final, un título (o medalla) más. La trayectoria de Gedeón Guardiola y la selección de balonmano parece no tener límites, estirando una era mágica que parece que no vaya a acabar nunca: el bronce conseguido en este Mundial, ante Suecia y en un estadio de fútbol reconvertido con 22.000 almas apoyando a los locales, ha sido la novena medalla del petrerí desde que se uniera al combinado nacional en 2011.
Lo conseguido en este Mundial hay de nuevo que atribuirlo a la calidad, la consistencia, el conocimiento táctico y el espíritu guerrero de los hispanos. Y a la fe, ¿porque cómo explicar si no lo vivido ante Noruega, con ese empate que llevaba a la prórroga conseguido sobre la bocina y tras un pasivo pitado al rival, y que al final sirvió para llegar a semifinales? ¿O cómo resumir sin apelar a la heroicidad y a la creencia en uno mismo la remontada ante Suecia en el partido por el bronce, tras caer por cuatro en el descanso? Ya lo decía nuestro vecino en una entrevista reciente: «hemos normalizado la lucha por las medallas». No solo eso, han normalizado el ganarlas.
Con 38 años y todavía siendo una pieza importante en las citas al más alto nivel, Guardiola dijo que quería retirarse en Petrer. Afortunadamente, ese día sigue sin vislumbrarse…