La búsqueda del talento es una constante en las empresas y administraciones públicas de nuestras sociedades. Referido tanto a inteligencia pura (capacidad de entender) como a la aptitud (capacidad para el desempeño de algo), del talento solemos decir que es “innato”, lo cual es una forma de señalar lo difícil que es determinar su procedencia. Dicho esto, sí hay unanimidad científica en dos aspectos sobre el mismo: todo el mundo tiene uno o varios talentos y se pueden desarrollar, trabajar y mejorar de forma consciente.
En este sentido, reconocer e identificar el talento desde una temprana edad es muy importante para poder llevarlo a sus cotas más altas. Muchos de los grandes artistas, deportistas y científicos e investigadores de nuestro tiempo descubrieron muy pronto su vocación, incluso en edad preescolar (de tres a cinco años). En esta etapa, el pequeño está preparado para experimentar cognitiva y físicamente con diferentes actividades, y descubrirá qué le apasiona y qué le atrae más.
Hay que estimular al infante, por supuesto, tanto desde la familia y el entorno como desde la institución educativa: proponerle un paseo por un pequeño bosque, por ejemplo, puede ayudarle a descubrir una curiosidad natural por los animales y las plantas; pintar y dibujar mejorará su creatividad. Actuar y disfrazarse contribuye a un mayor desarrollo de la empatía y la expresión oral, la música desarrolla la expresión corporal y la capacidad de concentración. En cualquiera de estas áreas el niño o la niña puede mostrar una gran destreza, un talento único, pero, de no ser así, no dejan de ser aprendizajes vitales e importantes en la vida de cualquier persona.
Es decir, no hay que hacer nada extravagante para estimular el talento, se trata de pasar tiempo con nuestros hijos, ofrecerles posibilidades y escucharlos. Pronto, demostrará más facilidad y habilidad en determinadas áreas, e irá formando sus propios intereses. Eso sí, en este proceso de descubrimiento, no se debe obligar a nada a los infantes: sin exigencias ni presiones, y mucho menos imposiciones de nuestras preferencias. Tampoco es una cuestión de dinero o recursos, pues si bien hay escuelas con una filosofía centrada en las necesidades del alumnado y que ofertan variadas actividades artísticas, lo que puede llevar a un reconocimiento precoz de una determinada habilidad, la principal divisa para el florecimiento del talento es tiempo, comprensión y amor.
La constancia y el duro esfuerzo para pulir ese talento (también imprescindibles) llegará en fases posteriores, pero eso es sólo una consecuencia natural cuando se está motivado y apasionado por un trabajo o actividad. De hecho, usualmente cuando disfrutamos de una tarea, no tenemos la percepción de estar sacrificándonos: como recoge el dicho español, “palos a gusto no duelen”. No obstante, es preciso mantener siempre viva la llama de la motivación y el aprendizaje continuo, y llegados a esta etapa más madura, hay estrategias para conseguirlo: por ejemplo, planificarse objetivos a corto y medio plazo, de tal manera que al alcanzarlos sintamos un progreso y un recorrido, aprendiendo igualmente a cómo lidiar con la frustración y la desilusión, que inevitablemente surgirán en algún punto.