Despedida hasta el cuarto centenario


Todo tiene un final, especialmente lo bueno -como pronto descubrimos en la vida-, y los Moros y Cristianos de 2013 no son una excepción. Son ya historia de la localidad y la fiesta y recuerdo imborrable para sus protagonistas. Antes, fue el lunes un hermoso día festero, intenso, con muchos actos, que sólo se sintió epílogo en el crepuscular cambio de capitanías, en el que el sol y la fiesta se ponen en el horizonte, en un último pasacalles que se aleja por el Carrer Nou con la promesa de resurgir.

Hasta pronto, San Bonifacio.

Subida del Santo 2013 from Petreraldia.com on Vimeo.

El día volvió a ser desapacible y gris -incluso llovió un poco durante la Subida del Santo, el tercero consecutivo- pero pronto en la mañana esa circunstancia ya no tenía importancia. La atmósfera era la propia de la guerrilla, construida a base de pólvora, estruendo y el sudor perlando el rostro de los capitanes de ambos bandos, batidos en duelo a arcabuzazo limpio. La brega acabó con la reconquista cristiana, escenificada en la estafeta y la embajada que vimos en la Plaça de Baix.

En el cambio de capitanías de los Marinos.

La pólvora que no ardió durante la mañana lo hizo por la tarde con la Subida del Santo, que encabezaron los Marinos y cerraron los Moros Nuevos con la talla de San Bonifacio, sin duda el nombre hoy más pronunciado en Petrer. Regresaba el santo a su ermita y los festeros apuraban sus compases, las capitanías sus emociones. La misa en acción de gracias, más concurrida que nunca, la cerró al micrófono la presidenta de la Unión de Festejos, Teresa Villaplana, recordando la importante efeméride del año que viene, el cuarto centenario de San Bonifacio. De hecho, la mayordomía de San Bonifacio fueron los primeros en bajar de la ermita anunciando la buena nueva tras el cambio de capitanías.

Cambio de capitanías 2013 from Petreraldia.com on Vimeo.

Una bajada de cargos que, no olvidemos, ha sido muchas veces descrita por las abanderadas como «el primer y auténtico día de la Fiesta». Y así, como una cadena enlazada de emociones, los Moros ponen una pausa. Por ahora.

 

 

 

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