Han pasado ya varias semanas, pero la triste noticia sigue siendo para los que le conocimos igualmente terrible: “ha muerto Ernesto y otro compañero en el incendio de Torremanzanas”. Sin duda ha sido la noticia más triste que hemos recibido en mucho tiempo.
Fue necesario que nos llamásemos, que lo confirmásemos, que lo hablásemos para entenderlo. Aceptarlo será mucho más difícil.
¿Cómo es posible? Se habla de condiciones climáticas extremas, de falta de planificación, de escasez de inversiones, de tomas de decisión erróneas… o quizás de una mezcla de todas ellas. La realidad es que ha sido un verano horroroso para nuestros montes. Y lo peor, sin duda, es la muerte de estos trabajadores públicos, que cumplían con un trabajo duro y peligroso, profesionales que con demasiada frecuencia cuentan con pocos medios y un alto grado de compromiso.
Recordamos a Ernesto como una persona amable, de campo, o mejor dicho, de monte (era de Enguera). Trabajó en Petrer varios años de la década de los 90, y pertenecía a las primeras hornadas de “forestales” que dejaron de ser solamente “agentes de la autoridad” para dar a paso a profesionales encargados de la conservación de la naturaleza, del patrimonio forestal. En el caso de Ernesto era, además de una obligación profesional, un compromiso personal. Participó activamente, mientras vivió en Petrer (vivía en la calle Alicante) en el Consell Municipal de Medio Ambiente. Elaboró uno de los primeros listados de árboles que él llamó “de interés” de nuestro término municipal, y que fue el precedente del Catálogo de árboles monumentales y singulares de Petrer.
Participó también activamente en los últimos trabajos “importantes” realizados en nuestros montes para ejecutar una amplia red de fajas auxiliares de prevención de incendios forestales con criterios actuales, compaginando la prevención de incendios con la conservación de especies y las medidas para evitar la erosión, siendo riguroso en la ejecución de su trabajo, lo que en ocasiones provocó algún que otro enfrentamiento con trabajadores partidarios de otras formas de actuación.
Más recientemente, fue una de las personas que más datos y ayuda aportó para la elaboración del libro publicado recientemente sobre el Paisaje Protegido.
Incluso cuando ya no trabajaba en Petrer, quedaba con algunos de nosotros para pasear por el monte con frecuencia. Le encantaba hablar de agricultura ecológica, de apicultura y de plantas raras que descubría. Siempre andaba investigando.
Te recordaremos, Ernesto, como un hombre serio, formal, muy prudente, dialogante y siempre dispuesto a enseñar, a razonar, a trabajar en equipo y a ofrecernos, sin dudarlo, tus conocimientos, tu experiencia, tu opinión. Eras un buen trabajador, pero sobre todo una buena persona.
Con todo el cariño, un abrazo a su familia y a sus compañeros.
Mª José Gil García
José Esparcia López
Ramón García Pereira
Luis Villaplana Payá
Amigos del Valle de l’Avaiol