A veces la muerte, la desolación, la completa destrucción de un pueblo significa una oportunidad para iniciar la vida desde la nada, una nueva oportunidad para erradicar los errores que llevan a una nación como Haití a vivir en una continua miseria de la que no han sabido salir desde su lograda independencia. Es doloroso ver como el desastre de un terremoto pone en evidencia la falta de estado y de gobierno, pone sobre la mesa los errores y falta de atención a la que han estado sometidos millones de personas, que han carecido de lo más básico para su supervivencia, y ya no solo me refiero al alimento que mantenga sus cuerpos físicos activos, allí hay falta de algo más elemental para el ser humano, eso es el alimento espiritual, la fe en si mismos, en sus múltiples posibilidades anegadas por creencias en religiones supersticiosas que les sume en el miedo, en el temor por el que han sido gobernados, y a pesar de ser uno de los primeros países en declararse independientes, esclavizados. No puede haber libertad sino hay libertad de espíritu, no puede hallarse el camino del progreso mintiendo a un pueblo no diciéndoles cuales son los verdaderos valores, dejando que sus necesidades básicas aneguen su voluntad de mejorar, permitiendo que la ignorancia se establezca en el poder, porque así se cree que es más fácil manipular, someter a los pueblos. Los poderosos, los que se creen poderosos pueden ver aquí que son los primeros en caer en su propia trampa, es simbólico que hasta la sede de Naciones Unidas haya sucumbido al temblor. Aún tengo en mi retina la imagen de una gran cruz erigida entre las ruinas de una iglesia y de todos los edificios colindantes derruidos por el terremoto, era lo único que se mantenía en pie, como único símbolo de salvación.
La ayuda económica es necesaria, pero solo de limosna no se puede mantener a un estado, hay que cambiar sus esquemas mentales, hay que ayudarles a construir, pero no hacerlo por ellos sino con ellos, para que vean que es posible otra forma de vida, otra forma de pensar, para que sean capaces de deshacerse de los miedos y temores a los que han estado sometidos y, por fin, puedan celebrar su verdadera independencia.
(Leer “estado” como forma de estar, de ser, por tanto, nuevo estado=nueva vida)