El espíritu navideño

 

Cabe preguntarse en qué se ha convertido la Navidad, en qué hemos dejado la ilusión que nos fue inculcada de pequeños; por qué todos los símbolos ilusorios que forman un acontecimiento tan mágico, tan lleno de esperanza, tan preñado de buenos augurios hay quien se empeña en destruir. Dejando aparte la carga religiosa que le aporta la iglesia, esta representación ya existía mucho antes en todas las tradiciones de cultura mediterránea. Es el nacimiento de nuevas ideas, de nuevos proyectos, de un mundo nuevo esperado interiormente por todos, y, que en estos días, hasta los más ¨malos” perciben y esperan. Es la representación mostrada en el nacimiento de un niño que siempre aporta nuevas esperanzas a la familia, porque todo niño es la ilusión de un nuevo salvador, en cada niño al nacer se concentran todas las energías de su entorno porque se sabe que ellos serán el motor del mundo.

Por todo lo anterior no entiendo quien se queda en la superficie de lo que cree que representa la Navidad y no llega a leer el verdadero mensaje que nos damos los humanos con esta representación. Toda nuestra cultura está llena de símbolos, de representaciones, nacimiento-muerte, es el ciclo de la naturaleza, y se quiere eludir la verdadera cuestión eliminando la superficie de la manifestación.

Ya en la cultura egipcia con el nacimiento de Osiris, se representa el nacimiento del nuevo año, el momento en que la naturaleza, la luz vence a la oscuridad, es decir, los días se hacen más largos, hay más sol hasta la llegada del verano. Esto se traslada al simbolismo cristiano.

El querer eliminar todo lo anterior de nuestra cultura quitando el símbolo exterior, dejando de representarlo en las escuelas, supone la anulación del conocimiento transmitido tal y como se hacía, es querer que las alegorías no muestren el camino de la verdad, es querer eludir el mensaje pedagógico de los cuentos.

Que nos dejen vivir nuestras ilusiones, que nos dejen ver brillar los ojos de nuestros hijos cuando les hacemos ver volar los camellos, cuando les hacemos oír los pasos de los Reyes Magos dejando los regalos, cuando vemos su cara de ternura viendo al Niño Jesús en el pesebre, ya tendrán tiempo de ver otras realidades, pero su ilusión es nuestra ilusión y este mundo, ante todo, es ilusión.

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