Es duro comprobar la falta de principios éticos en los que hemos criado a las últimas generaciones. Se ha producido una normalización de situaciones, de episodios claramente traumáticos, como puede ser el aborto o el divorcio en algo generalizado, algo que se ha convertido en la norma, evitando mirar el dolor físico y emocional que produce.
Es evidente que hay casos en los que una separación es recomendable e incluso saludable, pero es que la falta de preparación para afrontar un matrimonio, la falta de responsabilidad con la que la mayoría de los jóvenes enfrentan su nueva vida, les lleva a querer buscar su satisfacción personal inmediata, y en cuanto algo les requiere esfuerzo, responsabilidad y sacrificio prefieren aislarse de su entorno, prefieren convertirse y hacerse victimas del destino culpando a su pareja de su desdicha y diciendo que no le hace feliz, sin llegar a comprender que la felicidad no te la da nadie, que la felicidad hay que sentirla dentro y darla para poder ser disfrutada y compartida. Pero dar felicidad no es sometimiento, es un estado emocional, es ese bienestar del que se impregna el ambiente cuando uno esta a gusto consigo mismo. Por esto el ir buscando en el exterior, el ir cambiando de pareja y probando a ver si con esta lo consigo, lleva al error, al sufrimiento, pero todo es un aprendizaje y en algún momento del camino la persona se vuelve hacia sí mismo y comprende que él es el único dueño de su destino, que nadie ni nada tiene poder sobre sus decisiones, que es el hacedor de su vida.
El aborto para una mujer siempre es traumático, es una de las heridas del alma que más tardan en cicatrizar. Cualquier mujer que haya pasado por este trance sabe lo duro que es, haya sido provocado o natural. Sin entrar en juicios, que a nadie compete ya que cuando una mujer toma esta decisión sus motivos tiene, la herida siempre está ahí. Por esto regular e intentar hacer ver que es algo natural el que se produzcan abortos es aberrante. No debemos inculcar a nuestras niñas que el aborto es un método anticonceptivo, que si te quedas embarazada no pasa nada, acudes a un quirófano y ya está. No, debemos ser más responsables y hacerles ver que están jugando con su vida, y que su salud física y mental está en ello.
Por todo lo anterior duele que por conseguir un puñado de votos los políticos hagan leyes a las que yo llamo «morales», ya que parece que es moral y aceptado cualquier aberración que haya pasado por el parlamento. A estos políticos gurús, actualmente la nueva religión es la política, los nuevos manipuladores del pueblo, les es más fácil hacer gestos supuestamente progresistas, que educar a los jóvenes en una buena higiene mental. Esto es más complicado y además conlleva el peligro de que algún dia puedan pensar por sí solos.
Señora Petra, a pesar de que afirma que no va a entrar en juicios, creo que desde el principio los está haciendo. Cuando califica de «aberrante» la regulación e «e intentar hacer ver que es algo natural el que se produzcan abortos», está rechazando una serie de reglamentaciones que son necesarias precisamente para un sano ejercicio del aborto y que su en práctica no se ejecuten irregularidades que todos conocemos (recordemos que un 98% de los abortos se realizan en clínicas privadas, entre las que se encuentran aquellas que se saltan la legalidad y tienen a trabajadores sin titulación).
La nueva ley a la que usted se refiere de forma velada, va a garantizar la seguridad, tanto de las mujeres que interrumpen voluntariamente el embarazo como de los profesionales sanitarios. Asimismo, va a permitir una igualdad entre comunidades (es incomprensible que en Navarra no esté permitido abortar en la sanidad pública y aquí sí, por ejemplo).
Entiendo perfectamente que no se puede trivializar el tema y que nuestros jóvenes recurran al aborto como si éste fuera sacarse una muela y que también es fundamental una educación al respecto; sin embargo, es una realidad que es NECESARIO regularizar y no podemos demonizarla porque sí. Y, ya por último, no se olvide tampoco de que si el aborto puede producir «heridas en el alma», un embarazo no deseado también altera el bienestar psíquico y social de la mujer.