*Nota: reseña publicada en la revista Festa 2006.
64 poemas de ajedrez.
Pedro Pérez Vecina. Ayuntamientos de Petrer y Elda y Caixapetrer, 2005, 172 páginas.
Este libro, escrito por un buen jugador de ajedrez del club Ruy López de Elda, no es sólo, como señala su introducción, «para ajedrecistas más o menos iniciados en el juego (…) se trata de un libro sorprendente y atrevido, fruto de una profunda y sostenida meditación de alguien que se reconoce y reconoce en ambos -el ajedrez y la poesía- un mismo impulso vivificador». |
Un libro sorprendente por aludir exclusivamente desde la poesía al juego del ajedrez, por tratarlo con una variedad y un rigor estilísticos inusuales y por darle un sentido trascendente, no exento de una mirada lúdica y vanguardista, desenfadada a veces, a los diferentes momentos del juego que el libro refleja. Ya el título alude a las 64 casillas que tiene un tablero de ajedrez, llevando cada poema, además del título, el nombre de una casilla y cuyo recorrido respondería a lo largo de todo el libro, como tan acertadamente señala en el prólogo Joaquín Pérez de Arriaga -insigne periodista e historiador del ajedrez- al movimiento que «puede hacer un caballo saltando en un tablero vacío hasta haber recorrido las 64 casillas».
No escatima empeño Pedro Pérez por hacer de cada poema, como lo es el tablero de ajedrez, un lugar de encuentro: lugar donde autor y lector -los jugadores ante el tablero-, necesitándose el uno al otro para culminar la partida/el texto, se acercan y se reconocen mutuamente y donde ambos buscan aproximarse a una visión abierta, creativa y trascendente del tiempo, la vida, la muerte, el amor… esos temas esenciales que siempre han preocupado a los poetas. Ya escribió Paul Celan que no veía «diferencia alguna entre un apretón de manos y un poema». Pues bien, si una partida de ajedrez empieza y termina siempre con un apretón de manos, ¿qué la diferencia de un poema? No en vano el autor abre el libro con unas sugerentes palabras del genial campeón de ajedrez Bobby Fischer, según las cuales «el ajedrez es la vida» y que remiten a la clara intención del volumen por equiparar poesía, vida y ajedrez en un todo único y diverso, germinal e ilimitado a un tiempo.
En fin, concluye la ya citada introducción, «un libro líricamente intenso, ingenioso, grave y ligero a un tiempo, ameno, estimulante y que desde luego disfrutarán los amantes del ajedrez, los amantes de la poesía y quienes -desde ambos territorios o en ninguno de ellos- sospechen que no todo está dicho, que aun queda mucho por decir y sean capaces de aventurarse en el poderoso debate que la imaginación y la razón son capaces de mantener ante un tablero de ajedrez, ante una página en blanco o ante los avatares mas cotidianos de nuestra vida».
Más que sorprendente, más que estimulante debió parecerle este poemario al original e imaginativo Fernando Arrabal -apasionado de la creación escrita y del juego del ajedrez- cuando tras su lectura le respondió agradecido al autor con una postal y un texto muy personales y atrevidos.