Es imposible
SENTIR
más alivio
tras
haberme
asesinado.
Veo
la PIEL
del esqueleto
inerte,
la CARNE
púrpura
y putrefacta
(y las moscas
danzando
ebrias
ante ella
como Jack
sobre el lienzo).
Miro
los HUESOS
desmembrados
y son
un pequeño
«Guernica»
de color
marfil.
Los órganos
y la bilis
gris verdosa
regurgitada
de mi
YO
y el TODO
es un bodegón
que bien
podría
titularse
«Naturaleza
MUERTA».
¡Sonrío!
Sonrío
porque
me he liberado
del HOMBRE débil.
Me he librado
del EGO
residual.
Del «hombre»
MEDIOCRE
que escribía
titubeando
entre
LÁGRIMAS
y
sollozos
como
la criatura
INOCENTE;
recién nacida,
cubierta
de SANGRE
y flujo,
que sin
SER
consciente
de que
desde ese
mismo
INSTANTE
ha empezado
a MORIR,
exige cariño
de la forma
más deleznable,
¡llorando!
Ahora
sólo
tecleo
con toda
mi pasión
cada una
de las letras
de la máquina
de escribir
hasta que
suene
el ¡clink!
de la última
línea
del poema
que me sentencie.