Las fuentes demográficas representan la esencia de la geografía de la población. Son variadas y ofrecen diversidad de datos referidos a cada una de las personas que componen un pueblo. Las administraciones son la base de las fuentes demográficas, de ellas surge la iniciativa de confección de una fuente, casi siempre por su propio interés, aunque deben presupuestar su creación en un proceso económicamente muy caro, que podríamos simplificar en la recogida de datos mediante encuestas y la clasificación de los mismos. El recuento de la población y el análisis de sus características, tales como la edad, sexo, estado civil o profesión, es de suma utilidad para la organización de un territorio. Supone el conocimiento de una sociedad, por tanto, un instrumento útil para el control de la misma.
Evolución de la demografía valenciana antes de la guerra del 36
Desde su existencia, el Padrón Municipal de Habitantes es una fuente muy consultada, ya sea por su fácil accesibilidad, ya sea por el interés que pueda generar. Es una publicación quinquenal, realizada para la administración de los municipios, de carácter público y depositada en los archivos municipales. Hasta 1981 contenía básicamente la misma información que los censos, por tanto fue una fuente muy ilustrativa hasta la era de la informatización.
Condicionado cada uno de ellos por su año de publicación, en Petrer consideramos muy trascendente el Padrón municipal de los vecinos domiciliados (presentes y ausentes) y transeúntes que se inscribieron en este término el 1° de diciembre de 1935, depositado en el Archivo Municipal de nuestra localidad. Es la última fuente que no sufrirá los efectos demográficos de la Guerra Civil del 36, por un lado el incremento extraordinario de la mortalidad y la pérdida de efectivos masculinos fértiles que redujeron la natalidad (Pérez, 1978), y por otro, el movimiento de grandes masas de exiliados que sólo parcialmente volvieron a sus lugares de origen.
A nivel comarcal, los años anteriores a la guerra fueron de crecimiento poblacional próspero, que se truncó con el inicio del conflicto. A escala nacional, los años comprendidos entre la epidemia de gripe de 1918 y la guerra civil fueron de descenso notable de la mortalidad, relacionado con las mejoras sociales y económicas, y de incremento de la natalidad, produciéndose un crecimiento natural de la población muy positivo. En la literatura geográfica este hecho se relaciona con la etapa central de la transición demográfica. Primero Landry en 1909, y más tarde Chesnais y Noin enunciaron esta teoría en la que ya se preveía que para ese periodo histórico la mortalidad caería fuertemente, y la natalidad, que venía siendo elevada, también empezaría a disminuir, dándose un extraordinario crecimiento vegetativo.
El proceso de transición demográfica en el País Valenciano fue diferente al de España, pero ambos casos tampoco guardarían relación con el proceso europeo. Las diferencias, además de cronológicas, fueron las que motivaron el cambio de régimen demográfico. Mientras que en el resto del continente la transición iba acompañada del cambio en el régimen económico, nuestro caso se determinó por una suma de variables que agudizaron el proceso (Mollá, 1979). En este sentido, en el País Valenciano el periodo de mayor crecimiento demográfico se centró en los años de auge laboral, en el momento de mayor demanda de mano de obra; lo que vendría a ser la revolución industrial valenciana. Es durante el primer tercio del siglo XX cuando este movimiento alcanza las comarcas del Vinalopó, lo que nos motiva al análisis de algunos aspectos del padrón petrerense de 1935.
El padrón de 1935
La composición de un padrón debe ir acorde a las necesidades administrativas en un momento dado. El padrón de Petrer de 1935 informa sobre el número de familias, número de personas de cada familia, dirección, nombre y apellidos, sexo, edad, estado civil, parentesco o razón de convivencia con el cabeza de familia, si sabe leer y/o escribir, naturaleza, nacionalidad de los extranjeros, ocupación, renta, residencia legal, tiempo de residencia en el municipio, si es ausente o transeúnte, y clasificación vecinal del habitante. Estos datos se enumeran a lo largo de las 192 páginas de las que consta el padrón, que a su vez se dividen en población urbana (páginas 1-157), y población rural (157-192). Se recoge la información de un total de 1.556 familias que se traducen en 6.291 habitantes de hecho; 3.103 varones y 3.188 mujeres.
Definiremos el padrón como una lista nominativa cuyo análisis responderá a la situación de Petrer en 1935. Sus datos serán explotados en función del interés que pueda ofrecer cada uno de ellos. La primera información que nos muestra es el número de hoja (familia) y el número de personas que componen cada hoja. Las familias se ordenan alfabética y numéricamente según el nombre de la calle, plaza, paseo, partida… En su agrupación por hogares y familias, primero aparece el cabeza de familia, a continuación suele aparecer su cónyuge y después, si los hay, los hijos de mayor a menor. En el caso de convivencia con otras personas, sean o no familiares, se colocarán al final. Esta primera clasificación no nos interesa más que para conocer el número de habitantes y hogares.
Conocido el número de habitantes, se lleva a cabo un proceso de estructuración de los mismos basándose en su sexo, edad y estado civil. La primera clasificación tiene su razón de ser en el conocimiento de la masculinidad, es decir, el número de hombres en relación con el de mujeres; ese año había 97,33 hombres por cada 100 mujeres. En la siguiente columna aparece la fecha de nacimiento, y lo que primero nos llama la atención son los errores o ausencias en las fechas debido al analfabetismo de la población. Este hecho imposibilita el establecimiento exacto o muy aproximado de la edad media de la población, que nos ayudará a conocer las características y las carencias de la misma, aunque con una clasificación apropiada podremos comprobar que los grupos de edad predominantes son los jóvenes y adultos jóvenes. Por último, la clasificación según el estado civil permite conocer los índices de nupcialidad, que atendiendo al número de hogares, serán muy similares en cifras. De modo que observamos que en la mayoría de los hogares las familias estaban compuestos por una pareja casada.
Siguiendo el orden establecido, las siguientes columnas corresponden a si ¿sabe leer? y si ¿sabe escribir? cada una de las personas registradas. Es una clasificación muy poco fiable puesto que no en pocas ocasiones la gente no respondía correctamente. Así, el índice de alfabetismo resultante no se corresponde con el índice teórico de esta sociedad poco instruida, por lo que el alfabetismo habría que relacionarlo con el nivel de escolarización.
Por su parte, esta fuente hace constar la profesión de los hombres, y pocas veces la de las mujeres. El trabajo femenino no se solía declarar, y se clasificaba como sus labores. La clasificación masculina tenía mayor interés, se hacía por oficios y en ocasiones incluso por categorías; por ejemplo, los cortadores en el oficio del calzado, o los propietarios en el sector agrícola. La importancia o jerarquía de los oficios varia con la historia, por ello el padrón cuenta con una sección, la de renta o salario, que tiene como finalidad determinar la situación económica de cada individuo. En este padrón nadie declaró su renta, en el de Elda se dio el caso aislado de algunos obreros que sí declararon sus ingresos (Valero, 1992). El aspecto laboral, como el alfabetismo, será siempre conflictivo en las fuentes demográficas por la abundancia de errores, omisiones y deficientes declaraciones.
El último aspecto a destacar en este padrón será el de la naturaleza de los habitantes. Si bien España no era un país de inmigración masiva durante los años treinta, los movimientos internos entre áreas atractivas y áreas repelentes de población sí fueron intensos. Esta lista nominativa no da información directa sobre las migraciones, pero indirectamente podemos deducir qué años y qué flujos son los de migración más intensa. En concreto, aparecen clasificados el lugar de nacimiento, provincia (o nación), nacionalidad y años de residencia en el municipio. Los datos obtenidos son que de los 6.291 habitantes de hecho de Petrer 2.256 no eran nacidos en el propio municipio y de estos 1.754 eran inmigrantes de la propia provincia, mientras que tan sólo el 0,73% no eran españoles.
Tras su confección, los resultados del padrón fueron expuestos al público los primeros quince días de 1936, periodo en el que además se atenderían las reclamaciones de los ciudadanos. El 4 de julio el secretario del ayuntamiento, Rafael Pastor Barber, y el alcalde Luis Amat certificaron el Edicto inserto en el Boletín oficial de la provincia nº 162 correspondiente al día 14 del referido mes de julio. El Padrón fue aprobado el 5 de octubre de 1936 por el Jefe Provincial de Estadística.