Días pasados, nuestro amigo y compañero de tarea Juanjo Segura publico un artículo magistral sobre la técnica de la fotografía en la congelación de imagen, aplicada a las aves en vuelo.
Siguiendo sus pasos y sus sabios consejos, estoy practicando dicha técnica, junto a mi amigo Gabi (Gabriel García), que nos está resultando interesantísima, a la vez de emocionante, por cuanto supone una constante tensión de nervios mientras se está llevando a cabo.
No voy a explicar ahora en qué consiste esta técnica, pues ya lo hizo ampliamente Juanjo en su trabajo, y sería volver a repetir lo que ya se ha expuesto de una manera clara y sencilla.
Lo que ya no es tan sencillo es llevarla a cabo, siendo este el motivo principal de este artículo.
La experiencia que hasta ahora he podido sacar de mi corta andadura, pasa por varios aspectos.
El espacio existente entre el posadero y el comedero preparado al efecto, puede estar en torno a un metro más o menos, con lo que el pájaro, una vez detectada la comida desde su rama-observatorio, se lanza en vertical tardando una fracción de segundo en conseguir su objetivo. Es en ese cortísimo espacio de tiempo y antes de que llegue a posarse (con lo cual pliega sus alas y se acabó la espectacularidad de la foto), cuando hay que intentar por todos los medios disparar la cámara y tener la suerte, porque eso sí, aquí influye la suerte, de coger al animal en una postura bonita. Es por ello el comentario anterior de padecer una tensión de nervios esperando el momento en que se puede intuir que el pájaro se va a lanzar, siendo entonces cuando hay que disparar todo lo rápido que se pueda. Aún así, unas veces se llega a tiempo y otras te pasas y coges al animal cuando ya está haciendo la digestión. También se da el caso, con más frecuencia de la deseada, el que estando en esa expectación, con el dedo puesto en tensión sobre el disparador de la cámara, te cueles y dispares antes de que el animal haya arrancado, con lo cual volver a empezar.
Otro aspecto, difícil de solucionar, es el enfoque.
Por lo pronto, hay que olvidarse por ahora del enfoque automático, pues es muy difícil que una cámara sea capaz de enfocar y disparar en el tiempo que el pájaro tarda en recorrer la distancia del posadero al comedero, por lo tanto hay que trabajar con el enfoque manual, prefijando un punto que puede estar más o menos en el plano del comedero o de alguna de las piedras que se ponen a alrededor para facilitarle el “aterrizaje”.
Pero claro esto no siempre es exacto, con lo que por poco que el animal se salga por delante o por detrás de ese plano, el enfoque no es del cien por cien, y hay que tolerar, aunque sea poco, un margen de ese involuntario e inevitable error.
Se podría pensar en solucionar este problema cerrando el diafragma para conseguir algo más de profundidad de campo, pero ¿qué pasaría entonces con la luz?. Habría que intentar buscar un punto de equilibrio en el que todos estos factores se conjugaran de la manera más eficaz posible, pero esto se consigue a base de pruebas y más pruebas, que es lo que estamos tratando de hacer.
Bueno no quiero extenderme más en esta mi primera experiencia sobre esta materia. Ya tendré ocasión de ampliar mis conocimientos y los iré comentando en otras publicaciones.
Como botón de muestra, aquí dejo las tres fotos, que acompañan al escrito, de esta interesante aventura fotográfica, que por supuesto son mejorables, pero que a mí me han sabido a gloria.
Muy bien explicado, desde luego estais acercándonos los pájaros de una forma nunca antes vista.
Buen articulo iniciático.
Hola Paco, leyendote tengo la impresión de que Gabi y tú habéis pasado un buen rato juntos ¡y con buen humor! Las buenas noticias son que si puedes enganchar bien a un herrerillo en alta velocidad, los demás suelen ser más lentos y fáciles. Aunque hablando de seres vivos, y de pájaros, ya sabes que todo se dice siempre entre comillas.
Me alegro de que estés explorando esta técnica.
¡Bienvenido a la alta velocidad! Un abrazo
La foto de los dos pajaritos es SIMPATIQUISIMA