En el año 1991, ya ha llovido, el cauce del río Vinalopó se transformó en un enorme mural decorado por más de cien artistas internacionales, utilizando más de seis toneladas de pintura en un tramo de 1,5 km. de longitud. Fue certificado por aquel entonces por el Guinness World Records como el mayor mural del mundo, y ciertamente era un espectáculo digno de admirarse.

Este año 2014, un grupo de artistas ilicitanos ha tenido la feliz idea de reactivar el proyecto: el reto es volver a decorar con graffitis y murales el cauce del río en un área más extensa: 315.000 metros cuadrados, que parten desde el puente del Bimil·lenari hasta el puente de Barrachina.

El evento comenzó el pasado día 1 de agosto y se alargará hasta el viernes 8, una semana ininterrumpida de pintura que protagonizarán -atención- más de 1.400 artistas, venidos de todas las partes del mundo, que usarán en el proceso 10 toneladas de pintura, aportadas desde el Ayuntamiento de Elche (los artistas no cobran), que también ha colaborado cediendo útiles como brochas, cubos, etc. Este es un detalle importante, y de hecho está prohibida usar pinturas ajenas a las proporcionadas, ya que las que se están empleando son respetuosas con el medio ambiente, al no incluir metales duros ni conservantes artificiales.

La demanda ha sido tal -se han sumado no sólo colectivos artísticos, sino también ecologistas, deportivos o solidarios- que el trabajo se ha divido en parcelas (171) de las que se encarga una cuadrilla de 8-10 personas. No es ese el caso de los hermanos petrerís Llorente, Pablo y Carlos -más conocidos por sus nombres artísticos, Pabl Owski y Otto Wolfski-, que han decidido encargarse solos de su parcela, de 45 metros de largo por 14 de ancho.

«Rendir homenaje a un compañero, de profesión y de ideología», nos dice Pabl Owski, cuando le preguntamos por su elección temática. «Como poeta y como pintor, me siento cómodo amalgamando texto e imagen. Y sé la relación de Elche con el legado del poeta, por lo que pensé que era más que justo adaptarse al río, jugar con esos conceptos de corriente (poco que ya queda en el Vinalopó)», amplía el joven. «Al final hice un collage de un poema suyo. Jugando con versos estratégicos. En una parte, su rostro de 10 metros y su poema. En la otra parte, conceptos que para mí lo representan, jugando con su nombre y apellido».

La obra ya ha conseguido levantar la admiración. El conocido pintor ilicitano Juan Llorens les felicitó al verlos encajar el dibujo, «y nos dijo que en 2010, por el centenario de Hernández, tenía la idea de hacer lo mismo, con un grupo de pintores, sólo que a lo largo de todo el río». No será todo el río, pero quedará constancia del genial autor de obras como El rayo que no cesa o El hombre acecha y de su impacto y legado eterno: «para mí», dice, emocionado Pabl Owski, «es un homenaje muy personal. Me crié en la poesía con Hernández. Es una reivindicación. Un grito. Un puño en alto. Y todos los conceptos clave que elegí firmando su nombre». No podía tener Petrer y Altea mejores representantes en el Proyecto Víbora II.