El sábado amaneció despejado, augurando un gran día de fiestas que tuvo en la Entrada Cristiana y la Procesión -con tres imágenes- sus principales atractivos. Así, a las once de la mañana partió desde la Plaza de España el primer gran desfile de estos días, que se prolongó hasta las tres de la tarde. El Tercio de Flandes ostentaba la Media Fiesta y tal y como su presidente, Manuel Moll, anunciaba en la previa que siempre realizamos de la Fiesta, fue una apertura guerrera, con la participación de filas y comparsas de otras localidades, en la que, tras el paso de decenas de vistosas banderolas, dos decenas de espadachines representaron para el público la rendición de Breda. El cuadro del célebre pintor sevillano cobró vida en un cruce de sablazos y, tras ellos, el alarde de luz y color continuó con el desfile de todas las comparsas, para gozo de un público entregado pero que, como en años anteriores, no llenó todo el recorrido. Capitanías, filas y carrozas avanzaron a paso sincopado, mientras la música tronaba y el sol arrancaba reflejos y arabescos de sus trajes.
La procesión del siglo
Por la tarde, el pueblo se preparó para una procesión histórica, que sólo se vive una vez cada cien años y que contó con la presencia de la imagen del Santísimo Cristo, la Virgen del Remedio y San Bonifacio, por ese orden. Como evento generacional que es, nadie quería perderse el acto, y los festeros afinaron su paso marcial al son quedo, recogido, de las músicas. La procesión fue discurriendo por las calles de la localidad hasta que se perfiló en el horizonte, ya anocheciendo, la talla del Santísimo Cristo, seguido por la Virgen del Remedio, procesionadas por sus propias mayordomías. Tras ellos, la figura de San Bonifacio cerraba la procesión. Las tres tallas volverán a coincidir el domingo tras el Desfile de Honor, en la celebración de la santa misa en honor al patrón en el templo parroquial y que contará, presidiendo la eucaristía, con la presencia del obispo de la Diócesis de Orihuela-Alicante Jesús Murgui.