El miércoles pasado «els baladre» se pusieron en contacto conmigo y me encargaron una «crítica» sobre su disco.Me extrañó. No soy un entendido en música y además saben que los textos que publico en este periódico son puramente «poéticos» −con un lenguaje soez y melindroso (sin término medio)−por lo que el análisis objetivo y la prosa no son mi fuerte.Aún con esas se la jugaron y me dieron carta blanca para decir lo que me placiese, así que…Ahí va.
Hace unas semanas vio la luz The Baladre Experience, el trabajo de Carles Pérez, (batería)Carlos Llorente (guitarra y voz), Cristian Pardines (guitarra y voz) y Pablo Castillo (bajo).Para algunos, a simple vista, puede resultar un disco de música como otro cualquiera, sin más.
Bueno, permitir que yo lo interprete como seis canciones que conforman un relato y lo presente como tal. Es más, os invito a que os detengáis en esta parte del texto, escuchéis el cedé entero (https://soundcloud.com/baladre-experience)y sigáis leyendo la «crítica». Estoy seguro que cuando la terminéis volveréis a oírlo y sonará diferente.
The Baladre Experience es la punta del iceberg de esa teoría hemingwayana en la que el relato sólo muestra una mínima parte de la historia que cuenta y donde la realidad se mantiene oculta. No voy a revelar esa historia ni desvelaré el misterio, por lo menos no del todo. Sólo quiero poneros en situación para que este disco no sólo suene a música.
«Los baladre» no habían tocado juntos nunca. De hecho la amistad entre el tándem Carlos-Cristian (hermanos de vida) / Carles-Pablo (amigos desde la infancia) surgió este mismo verano. Los dos primeros se enamoraron de Carles −un genio de la batería− tras escucharloen una jam sesion. Le enseñaron sus letras y le propusieron tocar con él por pura experimentación. El baterista aceptó encantado y les habló de un bajista, quizá el único que podría amalgamar sus guitarras y sus baquetas en un todo y es que Pablo es la parte indivisible de Carles (y viceversa) como Cristian lo es de Carlos e ídem.Se reunieron una tarde los cuatro y ensayaron.
Recuerdo que esa misma noche, tras el único ensayo, Carlos comenzó a diseñar la portada de un disco ficticio que ya imaginaba. Esta virtud sólo la posee aquél que cree en sí mismo y en los que le rodean. Aquél que sueña despierto.Me hizo cómplice de esa parte gráfica del proyecto cuando tan sólo era una ilusión y fui entendiendo al grupo sin ni siquiera haberlo escuchado.Debo decir que la portada me recordó desde el principio al diseño de Wish You Were Here de Pink Floyd. Una ilustración puramente conceptual que define la esencia de The Baladre Experience.
Pasó el verano y The Baladre Experience tomaba forma como grupo.Llegó Noviembre, fecha clave para «los baladre». Treinta días que pasaron demasiado rápido. Un mes convulso con sabor agridulce.Por una parte la posibilidad de grabar en un estudio; por otra, la marcha de Carlos y Cristian a Latinoamérica para emprender una nueva vida al estilo On the road. Los dos«beats» ya tenían comprados los billetes de avión pero no habían preparado las mochilas, les faltaba ropa, aclarar el tema de los pasaportes, tarjeta sanitaria y ponerse algunas vacunas. No les importó. A falta de catorce días para su aventura se metieron al estudio con sus compañeros y grabaron el cedé del tirón.
El primer día de grabación, según me contaron Carlos, Cristian y Pablo, fue mágico. Carles hizo gala de su profesionalidad y clavó a la perfección –y a la primera– cada uno de los temas. Carles, perfeccionista hasta la médula, está bendecido con un don para la batería aunque este se ruborice y no quiera escuchar los halagos de todo el que lo escucha tocar.Después llegó el turno de otro gran profesional de la percusión convertido al bajo. Pablo es el hilo conductor del grupo y su trabajo también puede resumirse con un: Veni, vidi, vici, pues como Carles: Llegó, tocó y lo clavó.
La pareja terminó de allanar, apuntalar y marcar el camino a los guitarristas.Pablo y Carles, como dijeron sus compañeros, son dos metrónomos humanos que hacen fácil el trabajo más importante. La comunión entre ambos confidentes es palpable en todo el disco, de hecho basta con escuchar el comienzo de Sarajevo donde el bajista da paso a su cómplice para apreciar la confidencialidad que hay entre los dos.
Ahora faltaban las guitarras y las voces de Cristian y de Carlos.La noche anterior a su primera sesión me reconocieron que tras ver cómo se habían manejado el baterista y el bajista estaban muy nerviosos. Tanto es así que Carlos no pegó ojo.Pensaba que sus letras no estaban a la altura y que por supuesto ellos no iban a ser capaces de grabar las guitarras con la misma facilidad que sus compañeros.Estoy seguro que todo el que ha escuchado el disco discrepa totalmente con Carlos y Cristian. Yo el primero. No tengo formación alguna para valorar la parte musical, pero en lo que respecta a sus letras sí voy a opinar abiertamente pues conozco bastante bien el trabajo literario de mi hermano Carlos y comparto muchos de los referentes de Cristian.
The Baladre Experience tiene unas letras sencillamente complejas. Un oxímoron que viene dado por las manos de dos ávidos lectores. Carlos lleva ebrio de literatura americana y poesía española contemporánea desde hace más de cinco años y Cristian es un acérrimo seguidor de grandes letristas como Georges Brassens y Javier Krahe.
Los dos hermanos se conocen a la perfección y son capaces de fusionar sus letras y hacernos dudar de dónde acaba la pluma de uno y comienza la del otro. Ambos son carne de relato. Un par de eyaculadores precoces sin miedo a utilizar la escritura como terapia y es que todas sus letras son autobiográficas. Sus textos son vivencias. Experiencias todas ellas compartidas.Los días que duró la grabación del disco fue una más.
Imaginaos a los dos músicos yendo al hospital a las nueve de la mañana para que les pinchasen las vacunas que les faltaban y poder viajar a Latinoámerica a los pocos días y de ahí al estudio para tocar y cantar «puestos» de un poquito de tifus, tétanos y Hepatitis A.−¡Joder, es la hostia!−. Colocados y a despacharse bien a gusto: Retrato y crítica social,recaditos a las mujeres que los inspiraron y vaciladas con elegancia.
Carlos es capaz de cambiar de roll en la misma canción. Si analizamos por ejemplo Romeo y Julieta nos encontramos al Quique González de Miss camiseta mojada cuando dice: «Hoy Julieta amanece en un cuarto de baño/ sobre un charco de cristales rotos./ Anoche vendió sualma al diablo/ por otro gramo más de adrenalina./ Son tan frágiles/ las chicas fáciles /cuando se largan con extraños…» al Sabina cronista de Eclipse de mar en los versos:«amanece en un cajero automático/ entre cartones mojados y números rojos./ La crisis saltóa los telediarios/ sueñas con aviones los chicos del barrio./ Se cierran pactos decontrabando/ en el fondo de una pecera./ Mi ego a esas horas ya no se niega/ y hasta secuelga con cualquiera» y a un lapidario Roger Wolfe sentenciando: «cupido ahora es unmatón que dispara balas de plomo»No contento con guitarra y letras, Carlos decide meter la puntilla con la armónica…
Cristian es la lucidez, el surrealismo y el cinismo más inocente y descarnado. Sinceramente tengo predilección hacia sus textos porque todavía me pregunto cómo puede alguien describir con tanta tranquilidad el chasco, el fracaso o el dolor por la traición de una (o más mujeres) y hacernos reír.Si nos vamos a la canción: El Show de Truman escuchamos rimas como esta: «No es cierto que esté hecho de acero,/ o al menos eso me dijo el herrero/ en la última revisión./ Qué es lo que has hecho conmigo corazón./ ¡Eres un chute de baladre!/ Recuérdame al menos mi nombre y dirección./ Quiero volver a abrazar a mi madre.» para más tarde dejar las metáforas a un lado y soltar con ternura: «Quiero volver a abrazar… a¡tu puta madre!»
Creo que este hombre ha vivido desilusiones y se ha repuesto de ellas como los grandes,con inteligencia y humor. Para mí, Cristian es un letrista magnífico. Puede ser un mordaz analista describiendo por medio de un estereotipo reconocible la maldad de las mujeres que van de femme fatal estilo «Courtneys Love» de barrio y terminan por «colgarse» de un fulano cualquiera: «las actrices de este enorme ´Show de Truman´ se enamoran del idiota que se cree cada mentira/ (…) Mentiras que a decir verdad se inclinan ante mi vanidad. Sin moraleja sólo me dejas un cuento sin final».
Un cachondo existencialista en Pistolas al amanecer: «el pobre novato en el campo de la verdad/ situado en el extrarradio de la ciudad./ (…)A mi infierno/ ya ha llegado el invierno./Hasta luego,/ mi ego se aloja en el portero austral y frecuenta el vergel/ de las afueras deledén./ El puritano está atento no vaya a ser que a estas alturas/ sus hijas conozcan algo quela censura/ no documentó en las sagradas escrituras./ En el cielo los fieles no estáncontentos/ no sólo porque no están exentos de impuestos/ es porque algo les dice que tienenal pecador dentro. ¡Dentro, dentro, dentro! ».
O el hijo no reconocido de Krahe. Su voz, su tonalidad, su ritmo y la canción Sarajevo son la prueba definitiva: «Mira que andares./ ¡Mira, pero mira esos andares!/ En Sarajevo no vichicas así./ Bueno, en los lupanares ¡sí!.»
Sin duda estos dos cabrones se desahogaron antes de largarse.
Por si fuese poco y no les bastase con ser un baterista excelente, un bajista clave y dos guitarristas-letristas descarados, van y piden ayuda a Tomás Amat. Otro músico de Petrer, un superdotado del piano que llegó al estudio, escuchó lo que había y se sentó frente al teclado para poner acentos (como si nada) a Sarajevo y A las duras y a las maduras.
El grupo hizo realidad su sueño gracias al altruismo y la ilusión del productor Raúl Ramírez que tras escucharlos una vez quiso involucrarse de lleno en el proyecto. Los cuatro músicos me hablaron de él como uno de esos hombres que ama y se desvive por su trabajo y que con la misma humildad que el resto, trabajó para que «los baladre» sonasen auténticos.Fue el encargó de que el sonido no llevase efectos, ni maquillaje, ni adornos en exceso. Que sonasen como son. ¡Auténticos!
El 27 de Noviembre por la tarde The Baladre Experience terminó la grabación. Un puñado de amigos nos citamos en un bar para celebrar el triunfo y despedirnos de Cristian y Carlos todos juntos. Por la noche, en veinte minutos −y todavía con lágrimas en los ojos− vi cómo mi hermano Carlos escaneaba algunos papeles y documentos y cargaba una pequeña mochila con algo de ropa y dos sueños; uno ya cumplido y el otro esperándolo a la vuelta del mundo.
Por la mañana Cristian y él se fueron a Madrid para salir rumbo a Buenos Aires…
Las comparaciones son inevitables y las críticas también.Todo aquél que se expone al público es consciente (o debería serlo) de que está sujeto a etiquetas y críticas destructivas o constructivas, buenas y malas. Supongo que los especialistas, músicos, entendidos, profesionales o melómanos sabrán mejor que yo si The Baladre Experience es rock a secas o también es and roll, si tiene algo de bluesero, si suena a Platero y tú o bebe de Chuck Berry. Si se nota la influencia del rock más clásico en todos ellos, si está presente un Dylan alegre (con un mal día) o si conocen a los Red Hot Chili Peppers y Jimmy Hendrix.
Mis palabras sólo son las de aquél que sin tener ni idea del tema admira a Carles, Cristian,Pablo y Carlos por haber conseguido poner música a una amistad que ahora traspasa continentes.
Creo que han conseguido hacer fuego con dos piedras y ahí reside la magia del arte.La fama, el prestigio, el reconocimiento o la difusión del propio trabajo…es secundario.Sólo por eso, que ya es mucho, enhorabuena, ¡valientes!
Pablo Llorente. (Pablowski)