Captura de lobos y zorras en Petrer durante los siglos XVII y XVIII

NOTA: Artículo publicado originalmente en Festa 2002.

El lobo y el zorro, depredadores de la familia canidae, fueron moradores habituales en las comarcas del valle del Vinalopó durante milenios. El lobo pervivió hasta las décadas de finales del siglo XVIII o las primeras del siglo XIX, y el zorro persiste en nuestros días.

Desde época prehistórica, ambos animales compitieron con el ser humano por las presas cinegéticas, y en el momento en que el hombre desarrolló la actividad ganadera se convirtieron en una amenaza permanente. El lobo esencialmente atacaba a los ganados ovinos y cabríos, y en menor medida a équidos y bóvidos; el zorro diezmaba en sus incursiones corrales y granjas.

Cartel anunciador de la XIII Semana del Libro de Elda. Obra de Marieta.

Las sucesivas civilizaciones que poblaron las tierras del Vinalopó pugnaron con el lobo por el dominio del hábitat. La cerámica ibérica, con una variada temática decorativa. utilizó al cánido en la composición de escenas, pues se conserva un bello fragmento hallado en el yacimiento del Castillo del Río (1), en Aspe, donde se reproduce la escena de un jinete íbero atacado por lobos.

En la Edad Media, los concejos municipales alicantinos ya incentivaban la captura de estos depredadores, ofreciendo remuneraciones por su caza. Los jurados de la villa de Elche, en 1424 (2), gratificaban con 5 sueldos por lobo adulto que se presentara muerto y 10 sueldos por la carnada. Por zorro pagaban 2 sueldos y medio en 1437. En Alcoy, las autoridades municipales retribuían con 5 sueldos por cría de lobo en 1426 (3).

Los estudios arqueozológicos realizados en los yacimientos del Castillo del Río en Aspe (4) y la Mola en Novelda, han constatado la presencia del ciervo, corzo, cabra hispánica, etc., como elementos de la alimentación de sus moradores. Estas especies salvajes formaban parte de la presas del lobo, y al ir paulatinamente desapareciendo, el lobo incrementaría sus ataques a los ganados domésticos.

"La loba capitalina", símbolo carismático de la ciudad de Roma. Históricamente, el lobo es el símbolo del valor entre los egipcios y romanos, tradicionalmente ha sido el guardián de monumentos y palacios. También se le relaciona, especialmente en la mitología de los países nórdicos, como el mito de todas las ideas de destrucción y aniquilamiento del mundo. Esta destrucción puede producirse indistintamente por fuego o por agua. En ambos casos, señala que el orden cósmico sólo es posible por la victoria temporal de la capacidad destructiva del universo. Al zorro se le atribuye un simbolismo relacionado con las aptitudes inferiores, las jugarretas o malas artes del adversario para alcanzar la victoria. En la Edad Medía era frecuentemente el símbolo del Diablo.

En la Edad Moderna, las poblaciones del valle del Vinalopó tenían instituidas disposiciones premiando la eliminación de estos carnívoros, aunque la persecución de estos cánidos sufre algún momento de relajación, pues en Elche se reitera el pago de recompensas en 1588 (5), ante la dejadez ocasionada en la captura de lobos.

La Carta Puebla de Petrer, redactada en 1611, estipuló una serie de compromisos entre la casa nobiliaria de los Coloma y los nuevos repobladores de la villa. El capitulo nº17 dispuso un conjunto de obligaciones para el concejo municipal, entre las que se incluía el pago de un estipendio por la captura de lobos y zorros. Los referidos gastos debían sufragarse mediante los ingresos propios del ayuntamiento: «Ittem que a la dicha villa de Petrel ha de tocar pagar todos los cargos vesinales como son… lobos, sorras, pagándolo assí de las sisas de carne, como de repartimientos que agan entre sí, como de tretas y otros arbitrios…»(6).

Las ayuntamientos reflejaban los asientos contables de sus arcas municipales en los Libros de Clavería. Rafael Poveda i Navarro ha editado la obra Els llibres de Clavería de Monóver: 1652- 1695 (7). Por las relaciones tradicionales de vecindad entre Monóvar y Petrer, esta publicación recoge diversos desembolsos realizados por el consistorio monovero a algunos vecinos de Petrer, donde se incluyen varios pagos por la captura de lobos:

-El 29 de junio de 1654, se pagaron a Bernardo Cirera de Agost «sinch sous per una lichigada de sinch llobatins que se an pres en la serra del Sit», en Petrer.

-En 1657 se concedieron a Jaume Sants 10 sueldos «per uns llobatins» que capturó en el término de Petrer.

-El 7 de febrero de 1689, los jurados monoveros ordenaron al clavario pagar a «Carlos Cortés de la villa de Petrer una lliura de moneda per un llop que portà en un de febrer, el matà en terme de Petrer».

El 12 de octubre de 1691, se pagaron a Batiste Sajo de Petrer y a Batiste Ros de Ibi «deu sous per dos llegigades de llops que portaren en 16 y en 19 de Salines». En marzo de 1692 se dieron a Gaspar Poveda de Petrer «sinc sous per un llop que portà en 8 de febrer», el 8 de mayo pagan al petrerense Francesc Montesinos «sinc sous per un llop que portà en 23 de febrer de corrent any» y el 24 de mayo se libraron a Sebastiá Martines de Petrer «sinc sous per dos llobets que portà en 10 dels corrents de Petrer».

Mamífero carnívoro de la familia de los cánidos, caracterizado por tener la cola larga y muy peluda, patas cortas, cabeza ancha, hocico agudo, orejas empinadas, pupila del ojo elíptica al contraerse y no circular como los lobos, chacales y coyotes, costumbres nocturnas y corrientemente solitarias, inteligencia y astucia que se han hecho proverbiales y sentidos notablemente agudos.

En las ordenaciones de la villa de Petrer (8), dictadas en el año 1658, se contemplaban las gratificaciones por la captura de lobos y zorros:

«Item que qualsevol persona que matara llop vell en lo terme de la present villa se li donen 3 lliures. I que si traguera alguna llechigada se li done lo matelx, portant-se com lo ha mort en lo terme de la present villa».

«Item que la persona que portara cap llop de fora lo terme se li donen 5 sous i el que matara una rabosa se li donan 5 sous».

A finales del siglo XVIII, la política ilustrada borbónica estaba interesada en el fomento de la actividad económica en todos los sectores. La corona asumió la iniciativa sobre los municipios y promulgó la Real Orden de 27 de enero de 1788 recompensando el exterminio de «animales nocivos» en los territorios de Su Majestad.

La ciudad de Orihuela, cabeza de corregimiento tras las reformas borbónicas, administraba la Vega Baja y el Medio Vinalopó (excepto Agost y Monforte), su escribanía recibía los justificantes individualizados que expedían las arcas de propios de los ayuntamientos a sus vecinos, como justificantes de pago. En el Archivo Municipal de Orihuela (9) se conservan recibos de pago de Aspe, Novelda, Monóvar y Petrer, entre 1788-1800, algunos años están incompletos y faltan datos de otros años, pero expresan una interesante muestra de la presencia de estos cánidos en el Vinalopó. Se seguía recompensado por animales adultos y por cachorros. Con los datos extraídos se han compuesto los siguientes cuadros:

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