Estos pasados días, en plena ola de frío, me di una vuelta por L´Avaiol, para ver como iba el invierno por aquellos parajes, y como estaban pasándolo los animales con tan bajas temperaturas.

Efectivamente, con temperaturas de varios grados bajo cero, me encontré al llegar al hide con lo que era natural: la balsa de agua estaba completamente helada, pero lo que no me podía imaginar era hasta qué punto. Intenté romper el hielo con una patada, para que los animales pudieran beber, pero como si se la hubiera dado al suelo. Visto lo cual opté por tirar con fuerza un buen peñasco, esperando que el hielo saltase por los aires, pero todo lo que conseguí fue que el peñasco se clavase en él, resquebrajándolo ligeramente. Al segundo intento, insistiendo en el mismo punto, logré por fin romperlo y comprendí la dificultad en hacerlo: la capa congelada del líquido elemento tenía casi tres centímetros de espesor. Para llegar a ese extremo, tuvo que hacer aquella noche muchos grados bajo cero. Pobres pájaros, que mal lo debían de estar pasando; pero bueno allí estaban ellos tan alegres como siempre, dispuestos a posar para un fotógrafo que también estaba sufriendo el rigor de tan bajas temperaturas, pero que se dio por satisfecho con uno de los pájaros que pude captar con mi cámara.

Se trata de un herrerillo capuchino anillado. Si tenemos en cuenta que, la última vez que anillamos aves en esta zona, fue hace dos años, nos debe de congratular a todos los amantes de la naturaleza comprobar que algunos animales siguen por aquí, o que incluso, pudiéndose haber ido temporalmente a otras zonas, han vuelto a sus lugares de origen.

Sólo por esta curiosidad, mereció mucho la pena pasar un rato de frío, porque ya se sabe: “sarna con gusto no pica”.

Y ya que estoy aquí, acompaño otras cuantas fotos de ese día, que también son bonitas, al menos eso creo yo.