No se puede convencer a nadie de lo que no quiere ser convencido.
Aferrarse a una posición ideológica, mantener una postura requiere
un enorme esfuerzo de cara al exterior cuando intentamos imponer nuestra
visión de la vida, un esfuerzo inútil. Hasta ahora los humanos hemos
luchado por este motivo, nos hemos declarado en salvadores del mundo
pensando que lo que nosotros creíamos era mejor que lo que creía el
vecino que debía ser sumado a nuestra causa a toda costa. Hay una falta
de respeto, una falta de tolerancia, y una necedad extrema en esta misión
salvadora. El ser humano solo puede salvarse de si mismo, de su ego, de
querer quedar por encima de los demás,y cuando consiga esto, en el genoma
humano se habrá conseguido un paso más en la conquista del bienestar
mundial. Solo hay que comprender que nuestro bien- estar es el bien-estar
de los que nos rodean, que si nosotros estamos bien emitimos ondas que
se perciben en nuestro mundo, y que cuando permitimos que cualquier cosa
exterior o pensamiento inquietante nos perturbe lanzamos a nuestro entorno
el mal-estar sentido, creando conflictos, buscando culpables, convirtiendo
nuestra vida en un continuo juicio con consecuencias nefastas para nosotros
y para el circulo en el que nos movemos. De este circulo, por esas
ondas emitidas, las personas que se identifiquen con ellas, emitirán
también las mismas ondas en su vida, hasta que haya alguien consciente
que corte con la cadena de mal-estar y de la vuelta a la moneda, creando bien-estar,
comprendiendo la situación.
Desde luego es más fácil dar nuestro poder a los demás, hacer les responsables a
los otros de nuestras enfermedades, depresiones, enfados, y pensar que como
están equivocados hay que salir al mundo tras una bandera, tras una identificación
política o religiosa a conseguir adeptos. Hay que caerse de esta postura, hay
que darse cuenta de que el mundo no quiere ser salvado, que no queremos
que nadie nos quite nuestro sufrimiento porque estamos tan identificados con
él que no concebimos otra forma de vivir. Es como el que está enganchado al
tabaco, no se concibe sin un cigarrillo en la mano, forma parte de el como una
prolongación de si mismo. Para poder sacar al mundo de suestado, solo se puede
conseguir desde la individualidad, desde el conocimiento revelado, desde la
comprensión intima, desde el convencimiento de que cada paso que de un ser
humano que le lleve a renunciar a su sufrimiento será para el bien de la humanidad.
Pero de esto no se puede convencer a nadie, ni obligar a que lo haga, tiene que
llegar el momento en el que el sufrimiento , nuestro y como consecuencia de
los seres que amamos, nos obligue a ponernos en el camino, nos obligue a buscar
formulas para evitar este estado. Existen esas formulas, pero como he dicho
es un trabajo individual el descubrirlas, ponerlas en practica, experimentarlas y
ver sus resultados. La experiencia de otros solo sirve como indicativo en el
camino, pero no puede salvar a nadie que no de el paso, no puede convencer
a nadie, al contrario si se intentase convencer a alguien con argumentos
válidos, con reflexiones acertadas, podría conseguirse el efecto contrario,
haciendo que la persona a convencer se atrinchere en sus creencias
rebotando contra el ego que quiere imponerse, aunque este sea acertado.