Tenemos que felicitarnos por los recientes trabajos de conservación y mejora realizados en el castillo de Petrer, aunque, mirándolo bien, algunos vecinos pensamos que habría que aumentar la altura a la torre cuadrada, llamada de homenaje. Se siente la ausencia total de barandillas que faciliten la subida a la fortaleza y no vendría mal plantar más árboles y arbustos y lo que es más importante, hacer público el reconocimiento a las personas que iniciaron su reconstrucción e hicieron posible convertir unas maltrechas y olvidadas ruinas, en un monumento de interés cultural, histórico y paisajístico, patrimonio común y símbolo de Petrer y sus habitantes.
UN POCO DE HISTORIA
No se conoce con exactitud en que año el castillo de Petrer quedó deshabitado. Durante la guerra de Sucesión 1707-1714, la fortaleza albergó durante un tiempo, una compañía de franceses y, unos años más tarde, durante el primer tercio del siglo XVIII, el castillo dejó de estar habitado definitivamente. Con el paso de los años, la acción de los elementos y el abandono de sus moradores convirtieron sus viejos sillares y estancias, en material de construcción barato para las casas que se levantaban en la ladera cercana. El alcalde de la fortaleza, su familia, el personal de servicio y un reducido cuerpo de guardia, dejaron de pasar frío en el interior de sus viejas y mal conservadas estancias y que la antigua fortaleza había perdido su función de vigilancia y control del territorio.
A través del testamento que el Conde de Cocentaina y señor de Petrer dictó en 1474, traducido por Jaime Richart Gomás y publicado en el nº 5 de la Revista del Vinalopó, conocemos que “siguiendo la tónica de los demás castillos, la fortaleza de Petrer ofrece un escaso mobiliario, una cama de la que sólo se citan los pies y las tablas que soportarían el colchón; 2 bancos de madera y una mesita para comer, una escalera de madera, un telar y poco más. Se cita el horno de cocer pan y un molino harinero completo de tracción animal, 8 grandes tinajas con mijo y 2 cahices de sal; mientras que las 25 tinajas de aceite están vacías. El suministro de agua se supone se haría desde un aljibe que no se detalla, aunque si figura el pozal, la polea y el cántaro para agua.”
“La dotación artillera que poseía el castillo constataba, principalmente, de 10 espindargas (pieza de artillería ligera), 1 cervatana (cañón ligero y largo), 6 butanos (primitivas bombardas o morteros.) Provisión de azufre y salitre para la fabricación de pólvora. El armamento de mano estaba formado, por 19 ballestas, de las cuales 13 eran de acero y el resto de madera, con su dotación de saetas; así como 15 hondas de cáñamo. Además se inventariaban 15 paveses, 6 corazas y 2 bacinetes, sin contar 2 cinturones y diversas herramientas para usos varios.”
“La capilla es la única estancia del castillo que quedó inventariada con denominación propia. En ella se encontraba un altar de yeso con un frontal de estameña. Igualmente se menciona un pequeño retablo plegable, una escultura en yeso de Santa Catalina, patrona de la capilla, así como un relicario de plata dorada con la falange de uno de sus dedos, y sorprendentemente un huevo de avestruz. También el cáliz, el crucifijo y vestiduras litúrgicas. Hay que añadir a todo esto, 4 grilletes de hierro para prisioneros y una esclava mora del terreno.”
Finalmente, apuntar que una campana situada en lo alto de las almenas, una bocina o cuerno y una bandera de cáñamo con las armas del conde eran los elementos para dar la alarma.
Medio siglo después del abandono de la fortaleza, Josep Montesinos, erudito y catedrático de humanidades de Orihuela, escribía en 1790 en su Crónica Apuntes sobre la fundación de la ilustre Villa de Petrer “… y así se reconoce hasta llegar a las primeras ruinas del castillo, casi derruido en su eminencia. En lo más inferior de lo arruinado todavía hay un muro a Poniente que mira a la población… Lo más elevado, pues, del cerro son peñascos escarpados, sobre estas rocas se mantiene el edificio principal del castillo. El recinto interior contiene sus edificios casi todos derruidos especialmente en los altos, pero hasta ahora se mantiene en el primer piso una sala larga de 50 palmos… … en el centro se encuentra una torre cuadrada que era la porción más elevada de modo que se reconoce y se ha reconocido de haber tenido tres o cuatro órdenes de habitación, una sobre otra, se sabe que desde el año 32 de esta centuria empezaron poco a poco a desacerle, llevándose sus despojos hasta las rexas y puertas que tenía aforradas con planchas de hierro…”
Al deterioro natural causado por el paso del tiempo, y la acción destructiva del hombre hay que añadir la acción fugaz y a veces devastadora de las ondas expansivas de los movimientos sísmicos provocados por terremotos de grado medio que durante siglos asolado nuestras comarcas cercanas. Es conocido que en los años 1730 y 1787 se registraron en próxima ciudad de Elche movimientos sísmicos de intensidad 7, aunque el mayor terremoto que se tiene constancia tuvo lugar el 21 de marzo de 1829 en Torrevieja. La Torre de Calahorra de Elche quedó reducida su altura a la mitad. Este terremoto se apreció en Petrer, según Lourdes Nadal, sismógrafa de la Universidad de Valencia, en su artículo publicado en el diario Las Provincias en el mes de septiembre de 2003. Todo hace pensar, que las obras de mampostería más elevadas, encima de una colina que soporta el peso considerable del castillo, la lluvia el viento… sea lo primero en caer.
Cuando Josep Montesinos escribe en su crónica, que la torre cuadrada, llamada de homenaje tenía “tres o cuatro órdenes” de altura, no hace más que confirmar lo que todavía se puede apreciar en las fotografías de los años 50 y 60. Si miramos con detalle estas imágenes tomadas años antes de comenzar la reconstrucción, se observa que en lo más alto de la torre quedan restos a una altura de uso por encima de la planta actualmente reconstruida.
Otro elemento que refuerza nuestra hipótesis de que la reconstrucción de la torre no ha sido fiel a la altura que pudo tener antaño, es que el castillo de Petrer, tiene la rareza arquitectónica de ser el único que tiene escalera y acceso exterior para subir a la torre. Esto nos hace pensar en una torre más elevada ya que su principal cometido de vigilancia, aviso y control a través de señales con otras fortalezas cercanas quedaría en parte mermado en cuanto a la visibilidad.
Boni, un reportaje muy interesante, muy documentado y muy entrañable para mí.
Lo único malo que tiene ,!es qué yá me lo he leido¡, con lo bién que me lo estaba pasando.
Lo de la «banda del Castillo», me ha devuelto de repente, a mi niñez, y lo de los pasadizos y túneles desde la iglesia al castillo, me lo creí siempre a pies juntillas.Recuerdo que cuando se hundió, por primera vez el firme en la plaza de la Iglesia(cuando se cayó «el Pajarillo»), pensé ,¡por fin, el famoso pasadizo secreto!
Un disfrute, leerte.
Me encanta la mezcla que hace el autor de referentes históricos y memoria personal porque lo uno enriquece a lo otro y lo hace más vívido. Enhorabuena por el artículo.