Anunciaban días nublados, cuando no lluviosos, para este pasado fin de semana, y el sábado, con sus finas gotas mojando tímidamente las calles desde mediodía, parecía corresponder este presagio. No obstante, la emoción festera, una vez más, superó cualquier obstáculo, y las celebraciones del Medio Año, aunque el público fuera ataviado con el paraguas, siguieron su protocolo, con una recepción de los capitanes en el ayuntamiento a las 16 horas del sábado como primer acto. Más tarde, el tradicional café festero en la Plaça de Baix, que dio paso, a las cinco, al alardo de capitanes y un pasacalle de comparsas. A las 19 horas tuvo lugar la misa en honor a los festeros difuntos y la jornada concluyó con un nuevo pasacalles media hora después.
El domingo, día grande, amaneció soleado y fueron muchos más, entre festeros y públicos, los que participaron en la jornada respecto a la del día anterior. La primera parada fue el tradicional almuerzo festero, a las faldas del casco antiguo, con el que hermanarse y cargarse de energía para la ascensión hacia el castillo, que se emprendió en una hora cercana al mediodía. Los vecinos, ya colocados en los distintos puntos de la ascensión, disfrutaron con el paso de los engalanados protagonistas, y a la una de la tarde se agolparon todos en torno a la explanada del castillo. Daba comienzo entonces la representación de la obra La Rendició, de Francisco Máñez, como en estos últimos 28 años, y que conmemora la entrada del rey Jaume I en la localidad. Todo el pueblo pudo comprobar, una vez más, la calidad interpretativa de los actores y lo cuidado de su representación en este texto que, aunque nos lleva a una batalla de hace 8 siglos, lo que de verdad transmite es respeto y tolerancia cultural y un mensaje conciliador.