Ingredientes:
225 g. de chocolate negro
300 ml. De nata
Para napar:
100 g. de chocolate negro
50 g. de chocolate blanco
Cuenta la historia, aunque mejor sería decir, una versión de la historia, que Antonio Salieri, ese personaje contemporáneo de Mozart que ha sido descrito como un mísero malvado en la película “Amadeus”, era un hombre siniestro entregado voluntariamente a la castidad. Dicen que uno de sus pocos placeres y pecados, era la gula y especialmente la pasión por estos pequeños dulces de chocolate que se llaman pezones de Venus.
Si nos fijamos, en la excelente película “Amadeus”, hay una escena en la que Salieri está junto a Constanza, la esposa de Mozart, intentando conseguir de ésta, algunas partituras del genio. Entre imágenes sutilmente explícitas de las partituras, que en un principio se ven en manos de Constanza y luego en manos de Salieri, se presenta la escena de un plato con estos famosos pezones de Venus, dejando suponer que el irresistible placer de estos bocaditos dulces, han actuado como seducción para la inocente Constanza.
La otra parte de la historia dice que Salieri era en realidad un excelente músico que nada tenía en contra de Amadeus Mozart y que muy al contrario de la imagen que se da en la película, de mediocre y envidioso, en realidad fue un gran maestro, profesor de Beethoven, de Schubert e incluso del hijo del propio Mozart.
Al parecer la mala imagen procede de cierta leyenda, perpetuada por la película, pero no de la realidad.
Actualmente se quiere rescatar su figura y hay una película en proyecto que de hacerse estaría a cargo de Depardieu. Dentro de esta misma campaña de rehabilitación, en las pastelerías del pueblo de Legnago, de donde era originario el personaje, ofrecen a los visitantes una grappa y un pezón de Venus, dedicando este gesto al compositor a quien parece que, esto sí sería cierto, le apasionaban estos pequeños bombones.
Por otra parte, también hay toda una discusión en torno a si la imagen que aparece en la película corresponde a verdaderos pezones de Venus de chocolate, o a cierto dulce muy parecido en aspecto, pero que en realidad es una castaña cubierta de chocolate y hasta incluso se dice que no era ni uno ni otro, sino un dulce moldeado en mazapán especialmente para la película, para lograr el aspecto mucho más semejante al pezón. En fin, como vemos, tienen su historia.
La receta que vamos a abordar, procede del libro de Joanne Harris, la autora de la novela Chocolatt.
La he experimentado personalmente y limando algunas dificultades para adaptarla, creo que el resultado lo tenemos asegurado. Eso sí, hay que tener paciencia, dar su tiempo de espera a cada fase y sobre todo, elaborarlos con el mismo mimo y sensibilidad con que luego deseamos sean degustados.
Así se hacen:
Partimos el chocolate en trozos y lo fundimos al baño María. Recordemos que el agua debe estar caliente antes de que pongamos dentro el recipiente con el chocolate.
Las temperaturas son muy importantes para el trabajo con el chocolate, así que cuando abordamos una receta con indicaciones al respecto, nos conviene respetarlas al máximo, pues no es capricho que haya que mantener ciertas temperaturas para cada cosa.
Mientras se funde el chocolate, calentamos en un cazo a fuego lento la nata y la añadiremos al chocolate. Mezclaremos bien y dejaremos enfriar durante aproximadamente dos horas.
Al cabo de las dos horas, batimos la mezcla, montando bien hasta el punto de que se mantenga la forma que le demos.
Con una cuchara o manga pastelera, haremos sobre papel vegetal montoncitos en forma de pezón. Dejaremos enfriar en la nevera nuevamente.
Fundimos el chocolate de la cobertura al baño María y una vez cuajados los pezones, los bañaremos en el chocolate fundido. Esta es una operación que hay que hacer con cierta rapidez, para que el chocolate no se deshaga. Volvemos a dejar en frío para que solidifiquen totalmente.
Finalmente, fundimos el chocolate blanco al baño María y uno por uno, sumergiremos los pezones, solamente la punta, dentro del chocolate blanco.
Dejamos que cuajen y ya estarán listos para sorprender a los más delicados paladares.
Cerrad los ojos al probarlos e intentar resumir en tres palabras, las sensaciones que esta degustación os produce.
¡Ah! Y no olvidéis contármelo.
Qué cosa tan rica.» Tienen que estar deliciosos.»
Gracias Puri, por contar esta historia y ofrecernos la receta.los voy a intentar hacer.
Hola Puri; una bonita historia, una decilicosa receta y además muy bien documentada, Así da gusto cocinar. Feliciades.
hasta el cielo!
Esas son las tres palabras que me provocan…Elevan ¿verdad?.
Una sensación incomparable. No me sorprende que puedan haber pagado horas de creación musical.
Deliciosas profe.
Hola Puri,una deliciosa receta,con una deliciosa historia. Felicidades!
Si no se intenta, no se logra. Así que, ahí fui yo, a hacer lo que podía. Me iba a atrever sin la tutela directa de Puri, sin su «dale ya vueltas que se te quema, intenta que esté finito, amasa sin pelearte con los ingredientes, pon más de esto o menos de aquello…», en fin, sin lo que nos asegura en cada clase, que lo que cocinamos saldrá estupendo.
Pues bien, aparentemente parecía sencillo (y para muchos lo será),unas mezclas, unas esperas y ya.
No fue así. Me fallaron, al menos, tres cosas. Para empezar no reparé en una de las primeras enseñanzas que tendría que tener siempre presente, la de que se empieza a cocinar cuando elegimos los ingredientes. Está claro que no todos los chocolates son iguales, si queréis que os salga estupendo, elegid una «primera marca» y el resultado será mucho mejor. En segundo lugar, una vez visto lo visto, creo que me habría sido útil para asemejar la forma de los pezones, tener una manga pastelera. Me salieron más bien montañas y, en tercer lugar lo de darles un baño lo entendí más bien como darles una ducha, con lo que sólo cubrí la parte superior y el fondo no tuvo base grujiente, que es uno de su encantos, notar duro por fuera y blando por dentro. Para rematar la faena, fundir el chocolate blanco fue una odisea porque no se licúa bien y cuando traté de hacer el último paso, se convirtieron los supuestos pezones, en Himalayas. Después de todo, me alegré de haberme atrevido a enseñárselo a Puri, pues tras comerse uno y con mucha delicadeza, me enseñó en qué cosas me había equivocado, lo que ha sido provechoso para mí. Gracias.
Espero que se os haya dado mejor a los que lo habéis hecho. Yo, sigo aprendiendo…
Julia