En esta vida todo evoluciona y todo cambia y esta ancestral forma de cazar la perdiz roja en su querencia no podía quedarse al margen del paso de los años.
En algunos casos, la práctica de esta apasionante modalidad cinegética, milenaria, que hunde sus raíces en la tradición, ha sufrido cambios negativos. En cambio, otros de ellos, los menos, podríamos decir que nos hemos adaptado a las nuevas modificaciones que casi nos vienen impuestas, pero sin llegar a encuadrarlas como positivas.
Empezando por los puestos, que cada vez son más diferentes de aquellos que mayoritariamente se utilizaban en aquella época. Me refiero, como no, a los naturales: bien de monte, de piedra y en algunos casos mixtos. Estos aguardos se solían hacer en lugares querenciosos de la perdiz y estaban ubicados, por regla general, en silletas o pequeñas morretas del terreno procurando que la voz del reclamo fuera escuchada por las camperas. En aquellos años se sabía hacer estos tipos de tollos, pues la herencia cuquillera recibida por familiares o veteranos amigos estaba siempre presente. Cuando las primeras picaillas de perdices se producían en el monte, había llegado el momento de empezar a reconstruir los viejos emplazamientos y de hacer algunos nuevos en lugares estratégicos.
El proceso del arreglo de los tollos suponía el pistoletazo de salida para inaugurar una nueva temporada del perdigón, siguiéndose siempre un ritual largamente esperado durante todo el año. Había zonas protegidas, ahora llamadas de reserva, que se iban rotando con la idea de que no fuera siempre la misma y provocar así un envejecimiento de las patirrojas de aquel lugar. Es más, en algunos aguardos se dejaba de cazar cuando se comprobaba que el censo poblacional de la perdiz remitía.
Entonces era conveniente cuidar, mimar y mantener la simiente que quedaba allí para el año siguiente.
La aparición del puesto y repostero portátil han traído sus beneficios en aquellas zonas desprovistas de vegetación y zonas arbustivas, dada la escasez de materiales vegetales. Por el contrario, se ha perdido, lamentablemente, la costumbre de saber hacerlos de forma natural, con las innumerables ventajas que supone estar cazando el reclamo en un aguardo de estas características.
Esta filosofía y mentalidad por el cuido y respeto de la reina del monte se ha abandonado en algunos cotos, limitándose a soltar perdices de repoblación que disponen de una dudosa pureza genética. Quizás lo que prima ahora, en estos lugares, es la cantidad de piezas abatidas en la temporada, mucho antes que la calidad del lance.
Los pájaros que solemos disponer los aficionados ha ido en aumento y prueba de ello es el abultado número de ejemplares que nutren muchos jauleros. No se nos puede olvidar que el reclamo hay que hacerlo en el campo, procurando darle muchas sentadas y buenas lecciones. Para conseguir este objetivo es conveniente “culearlos” mucho, asentar y madurar las cualidades incipientes que asoman en su comportamiento. En este sentido, demasiados perdigones para cazar equivalen seguramente a no darles las oportunidades que más de un pájaro se merece.
Los malos celos y la climatología adversa parecen que han querido hacerse indeseados protagonistas en estas últimas temporadas del perdigón. No debemos ignorar que el tiempo es un factor decisivo para la adquisición del celo de las camperas en la práctica de esta modalidad. Pero tampoco obviaremos que a no ser que el viento sea excesivo, o la lluvia muy copiosa, que nos obliguen a abandonar el puesto, los días de chirimiri, o lluvia meona como se conoce en otras zonas, son días excelentes para su práctica pues la perdiz suele mostrar una mayor disposición para entrar en la plaza.
Es importante destacar el necesario cuido a los reclamos que debemos dispensar durante todo el año. Hace mucho tiempo, esta gustosa obligación entraba a formar parte de esta modalidad y se disfrutaba manteniendo bien alimentados a nuestros campeones, sin descuidar el aspecto de limpieza siempre tan importante para mantener muy alejados los procesos infecciosos y la aparición de muertes sorpresivas.
En ciertos casos esta tarea desaparece, produciéndose durante el estío numerosas bajas en el jaulero, debido al descuido absoluto de algunos cazadores que solo se encelan en cuanto llega la víspera de la apertura de la veda. De todas formas, siguen existiendo aficionados veteranos educados en la vieja escuela cuquillera y jóvenes que han recibido el legado familiar de sus antepasados, que se preocupan porque esta caza tradicional no solo se mantenga, sino además se inculque a otras personas que se asoman por la ventana del reclamo, mostrando interés por aprender cuanto antes muchos de sus entresijos.
En este período de tiempo también se han producido cambios importantes en el descenso poblacional de la perdiz roja. Su desaparición, casi total en algunas zonas, ha traído consigo la suelta indiscriminada de perdices hibridadas que han fomentado la desaparición del residuo de perdiz pura que aún existía. Sobre todo, por el contagio de enfermedades que suelen transmitir cuando no existe ninguna garantía sanitaria. En este sentido, algunas granjas están criando en sus parques perdices con sello de pureza genética y creo que podría ser una herramienta eficaz para devolver al campo lo que le hemos quitado.
No debemos olvidar tampoco la existencia de otros factores negativos que han ayudado al declive y en algunos casos a la desaparición total de la perdiz roja. Me refiero a los productos fitosanitarios y a los modernos medios de labranza que nos dejan un escenario rural casi desértico, donde las camperas tienen serias dificultades, ya no solo para la nidificación y cría de su prole, sino también para su defensa y una necesaria ocultación de sus enemigos naturales.
En estos últimos 30 años también se han incrementado el número de personas que practican esta modalidad. Cada vez somos más los que la practicamos y el campo no puede criar tanta demanda de patirrojas. En algunos cotos se realiza una gestión sostenible para mantener los animales que allí habitan. Para ello, se establecen cupos, se fijan días a cazar y se cuida la perdiz que existe procurando darle cobijo, agua y alimentación. En otros, en cambio, no se siguen estas normas básicas y días antes de la apertura de la veda se limitan a soltar perdices y otras especies de caza menor para cubrir las necesidades cinegéticas de sus socios.
La caza tradicional del reclamo, por desgracia, va perdiendo su esencia y la práctica de esta modalidad se distancia cada vez más de aquella otra que nos enseñaron e inculcaron nuestros ancestros. Es ésta una realidad incuestionable y además, lamentablemente, avanza a pasos agigantados. Esperemos que esta milenaria forma de cazar, la misma que existía hace 30 años, renazca y no se pierda su raíz, su esencia; es muy importante no solo saber transmitirla a futuras generaciones de cuquilleros que se inician en ella, también mantenerla con el paso de los años.
Tanto en primer libro titulado: la caza de la perdiz con reclamo. Arte, Tradición, Embrujo y Pasión, así como en el segundo: El reclamo de perdiz. Raíces de una caza milenaria (ambos publicitados en este artículo, por si algún lector desea adquirirlos) hago alusión a la defensa de la caza tradicional, así como a la defensa de la pureza genética de la perdiz, sin duda dos pilares fundamentales en los que se asienta esta modalidad cinegética.
Texto: Manuel Romero Perea
Autor de los libros:
-La caza de la perdiz con reclamo. Arte, Tradición, Embrujo y Pasión.
-El reclamo de perdiz. Raíces de una caza milenaria.
Fotografía: Néstor Rico Campos
Manuel, buenas tardes, tus libros los releo todos los años antes de comenzar la epoca de caza.
Un fuerte abrazo y que tengamos buen celo..Un abrazo.
Amigo Jesús, que tengas una buena temporada del reclamo. Un abrazo.