El poema de esta semana, como pasó en su día con la muerte de Leopoldo María Panero, está dedicado a Javier Krahe. En contadas ocasiones cambio mi columna para rendir homenaje pero para mí muere un mito. Un artista capaz de amalgamar la poesía más «prosaica», la genialidad y el ingenio con la virtud de hacer del defecto virtud, y la comedia en su tono (empleada para contar cosas muy duras) con la seriedad de su personaje.
Krahe jamás se ha traicionado ni ha traicionado a los seguidores. Es, para mi, el único que ha conseguido eso. Por eso es un referente. Siempre fiel a su estilo. Ese es su mayor logro. Es nuestro George Brassens, nuestro Dylan.
El invierno
impregnó
el trigo
de su
CRÁNEO
y el
FRÍO
tocó
HUESO.
Quién
podría
soportar
la ignominia
de la injusticia
siendo
valedor
de la NADA
como
PATRIA.
Ahora
el horizonte
de los párpados
incólumes
cae
y el
NEGRO
sobre
el azul
juegan
a dormitar
entre
la CARNE
arrugada
del interior
del ALMA.
Fue
porque
es
POETA
de herradura
en el asfalto.
Fue
matemático
de letras
capaz
de cifrar
un himno
cuando
descifró
la X
del “señor”.
Cazador
de buitres
y altruista
del SILENCIO.
Tristan
sin Tzara
ni corbata.
Chaplin
sin bombín,
garrote
entre sus
dedos.
Cervantino
analógico
camino
al Ítaca
de nuevo
siglo.
Cobalto
en la
GARGANTA.
Dadá
“con/sentido”.
revolucionario
“paroxista”
de la calma…
cómo
no iba
a respetarte
el sueño
en el lecho
de MUERTE
la parca,
¡maestro!
Por eso
pienso
que sólo
es un burdo
rumor
eso
de que te has ido.