El cuidado y respeto al medio ambiente forman parte de las asignaturas pendientes de la sociedad de hoy en día, en la que la educación se plantea como clave para asegurar la preservación de la naturaleza. Precisamente tomando como punto de partida esta premisa, y considerando que lo que hoy aprendemos, mañana lo aplicaremos, surgió hace unos años en Petrer Planeta Caracol. Huertos escolares, rutas nocturnas por los parajes del valle, clases teóricas o visitas de esos animales con los que no nos topamos con facilidad, son sólo ejemplos de las actividades que la empresa pone a disposición de niños y adolescentes para crear una conciencia colectiva hacia el medio ambiente que se traduzca en un comportamiento responsable en un futuro no muy lejano.
Un trabajo vocacional
Daniel Oliver es el responsable y fundador de Planeta Caracol. El proyecto, que llevaba ya tiempo viajando por su cabeza , comenzó a materializarse hace algo más de cuatro años, cuando este joven eldense con residencia en Petrer decidió renunciar a su trabajo estable, a pesar de los consejos de familiares y amigos y de los tiempos que se avecinaban, y enrolarse en la aventura de dar a luz una empresa de educación medioambiental destinada a niños y que operara en distintos puntos de la comarca. «Era mi ilusión y para lo que me estaba preparando. Estaba trabajando doce años en una empresa y cuando comenté la decisión de marcharme para crear Planeta Caracol, mucha gente me dijo que estaba loco si rechazaba un trabajo que me había costado tanto tiempo conseguir.Pero yo tenía claro desde el principio que lo que quería era esto», explica este amante de la naturaleza y a punto de licenciarse en Ciencias Ambientales. Por entonces, 2008 estaba a punto de despedirse. Tendría por delante unos meses para preparar con mimo las gestiones necesarias que convirtieran en realidad el proyecto, que finalmente nació, de forma oficial, en mayo de 2009.
Educación ambiental dirigida a escolares
El primer objetivo de Planeta Caracol fue renovar los programas de educación medioambiental de los ayuntamientos de la zona e implantarlos en aquellos en los que todavía no habían reparado en esta necesidad. La empresa se estrenó con el de Petrer, centrando su atención en actualizarlo, «aunque ya era muy bueno», matiza Daniel. Después llegó el turno del consistorio eldense, un trabajo más costoso al tener delante un programa «poco atractivo» para los pequeños: «Era muy obsoleto, con muchas charlas y cuadernillos. Teníamos que adaptarlo a los gustos de los niños, con un contacto más directo con la realidad, por lo que incluimos salidas al campo, que es con lo que disfrutan ellos, y también nosotros», expone. Además de estas dos poblaciones, Planeta Caracol creó también un programa para el Ayuntamiento de Monóvar, que por entonces carecía de él. Una vez reelaborados o creados los proyectos, son las concejalías de Educación las que se encargan, cada año, de ofertarlos a los colegios, que deciden si los incluyen en su programación escolar.
En la práctica, estos programas se traducen en clases teóricas y prácticas acerca de la naturaleza. En el caso de los alumnos más pequeños, de 1º y 2º de primaria, las lecciones las imparten en el aula, «al ser muy pequeños para llevarlos al campo», informa el fundador de Planeta Caracol. Son los alumnos de 3º hasta 6º los que sí reciben las clases en plena naturaleza. «Salimos con ellos y les mostramos en terreno los conocimientos que han estado adquiriendo en el colegio. Vienen con una idea y se van con otra: la de respetar más», explica Daniel. En cuanto a los programas de educación ambiental impartidos en los institutos, éstos se hacen también en el propio edificio debido a la imposibilidad de «compaginar horarios». A través de presentaciones, los educadores ofrecen nuevas informaciones al alumnado o profundizan en las nociones ya adquiridas.
«Aulas verdes» al salir de clase
Otra de las actividades ofertadas por Planeta Caracol son las «Aulas verdes». Se trata de actividades extraescolares, de carácter privado, ofertadas a los alumnos de los colegios e impartidas de lunes a jueves tras finalizar las clases oficiales. En ellas, los escolares contactan de forma directa con el reino animal y vegetal. «Un día tenemos clase sobre plantas, otro sobre animales, y les llevamos pavos, serpientes, borregos… que no están acostumbrados a ver. También reservamos un día para el arte natural, y otro para que sean los chicos los que decidan qué hacemos», indica Daniel, abierto siempre a las sugerencias de los pequeños.
Dentro de estas aulas verdes, llama la atención la actividad centrada en la creación de huertos escolares, destinados a que los niños trabajen la tierra y cultiven alimentos que luego se llevan a casa. «Se hace en los propios centros y suele gustar mucho. Funciona muy bien. Le dedicamos con los niños una hora a la semana y los fines de semana vamos nosotros para preparar la tierra. Otras veces lo combinamos con macetas de pimientos o semilleros que se quedan para seguir cuidándolos en sus casas», apunta la cabeza visible de esta empresa.