*Nota: Reportaje extraído de la revista Alborada número 48 (2004). Puede adquirirla aquí.
Sirvan estas letras, a modo de introducción o notas preliminares, con la única finalidad de precisar el tiempo estudiado en este trabajo; y por otro lado, para recordar que la idea originaria de nuestro interés y vocación por el conocimiento de la historia del Banco de Elda data del año, ya lejano, 1983, cuando mi querido amigo Luis Maestre Amat me invitó a dar a conocer y a descubrir la existencia en nuestro pueblo de esta entidad bancaria. Por aquel entonces se celebraban los cincuenta años de fundación del banco y muy pocos se acordaron de ese acontecimiento.
Evidentemente, acepté el reto a pesar de disponer de muy poco tiempo, pudiéndose recomponer entonces, si cabe muy superficialmente, los entresijos del Banco de Elda. Hoy, y al hilo de la celebración del centenario de la ciudad de Elda, me ha parecido emocionante retomar aquel artículo publicado en la antigua edición de la revista Alborada. Se ha querido actualizar y a su vez tratar de resolver algunas dudas, y también misterios del hoy recordado Banco de Elda. Para concluir esta entradilla, queda conocer que sólo se va acontar un cincuenta por ciento de la historia del banco. La iniciamos con su fundación en 1933 y la dejamos en las postrimerías de los años cuarenta. En una próxima publicación daremos cuenta del periodo posterior hasta su desaparición definitiva en 1963, caeteris paribus, como dicen los economistas, si todo permanece constante y nada cambia en un futuro no muy lejano. Mi deseo,en cualquier caso, es que todo el material recopilado y los muchos años de investigación fructifiquen en un libro que cuente más pormenorizadamente de lo que ahora se hace la jugosa historia del Banco de Elda.
El banco durante La República
Nuestro añorado, por olvidado,Banco de Elda inicia su andadura en plena Segunda República, una etapa ciertamente muy convulsa y repleta de acontecimientos de toda índole: políticos, sociales y económicos. Aun así, en nuestra ciudad y desde la llegada de la República, se había llegado a unos niveles de bienestar económico y social considerables, a pesar de las repercusiones producidas acorto y medio plazo a causa de la onda expansiva de la Gran Depresión de 1929 originada en los Estados Unidos y que tantos desastres económicos, así como algún que otro desorden monetario, ocasionó al capitalismo mundial. Corrían los años treinta cuando un ilustre hijo de Elda, D. Ángel Vera Coronel, rebosante de juventud aunque ya acostumbrado a liderar grandes e importantes empresas en el mundo cultural, deportivo o bien relacionadas con la industria y comercio, decide nuevamente convertirse en aglutinador de reconocidos y prestigiosos hombres de negocios y de la cultura, procedentes del ámbito de fábricas de calzado unos y vinculados al comercio de la localidad otros, o bien a sus profesiones liberales, y así deciden todos ellos fundar el Banco de Elda, con el objetivo de apoyar al pequeño y mediano industrial comerciante que encontraba serias dificultades en el trato comercial con la banca nacional, ya establecida en nuestra ciudad, y que más adelante explicaremos.
De modo que un « veinticinco de marzo de 1933 en Monóvar y ante notario del Ilustre Colegio de Valencia, D. Martín Perea Martínez, se firma la escritura de constitución del Banco de Elda Sociedad Anónima y con domicilio en la calle Fermín y Galán número 21»(1).
Escudriñando en la escritura de constitución de la mercantil, leemos que todos los firmantes son vecinos de Elda, excepto Santiago García Bernabéu, que es natural de Petrel, industrial y primer alcalde republicano dela ciudad vecina, y el señor Tomás Guarinos Maestre, que es vecino de Monóvar. Sin embargo, desconocemos todavía hoy la personalidad de José Antonio Cárdenas Varela. La misma escritura nos dice que es vecino de Elda y con domicilio en la calle la Fuente, aunque de nacionalidad venezolana.Y así quedó escrito en el documento presentado en el Registro Mercantil de Alicante en día que se solicita la inscripción del Banco de Elda en los libros de dicho registro,«…en la que se inserta la certificación librada en diez de marzo último por D. Sebastián Moro Ledesma, jefe del registro general de sociedades anónimas, acreditativas de no existir inscrita ninguna sociedad con la denominación Banco de Elda, la cual, junto con certificación librada en Valencia a 22 de mayo finado por D. Pedro V. Ruiz Miranda, Cónsul de los Estados Unidos de Venezuela en dicha ciudad, acreditativa de que Don José Antonio Cárdenas Varela está en el uso de sus derechos civiles y mercantiles…» (2).
Nos parece a su vez interesante hacer una breve referencia a la persona de Juan Sanmartín Cervantes, natural de La Unión y de profesión empleado de banca, que por aquel entonces desempeñaba el cargo de director en la sucursal del Banco HispanoAmericano en Elda. Poseía esta persona, según relatan los cronistas de la época, grandes conocimientos de banca y una impecable trayectoria profesional y humana, de tal suerte que fue requerido por Ángel Vera Coronel para colaborar en el Banco de Elda como director de la entidad. Recuerdan sus familiares y amigos que era conocido como el «gran Sanmartín»dentro del ámbito social y financiero de Elda, aunque no duró mucho esta situación debido a que se cometieron algunas prácticas bancarias irregulares que fueron detectadas en la caja y libros de registros del banco, por lo que Sanmartín fue cesado deforma fulminante. Según testimonios muy directos, este desagradable suceso le ocasionó irreparables perjuicios profesionales en su ascendente carrera en la banca, de tal modo que vio truncado su futuro profesional y nunca más volvió a ejercer como banquero.
A Sanmartín le sucedió en 1935 Miguel Martínez Cartagena, que procedía del Banco Español de Crédito. Ejerció como director del Banco de Elda hasta el inicio de la contienda civil. Miguel Martínez, natural de Redován, había desempeñado funciones de dirección bancaria en Benicarló y Castellón de la Plana. Ya hemos adelantado que fue Ángel Vera Coronel quien consiguió, con la lucidez y poder de seducción que le caracterizaban, aglutinar a sus más íntimos colaboradores en las tareas de fundación del Banco de Elda. Así lo recuerda la prensa e la época cuando elogia al primer consejo de administración,«formado por hijos de Elda,verdadera selección de entusiastas con sobrada capacidad para más altas empresas, y con un director culto, prudente, experto de la solvencia moral y tan acendrado cariño a nuestro pueblo,que muy bien merece considerar como un hijo más entre sus hijos» (3).
Conocida la elevada categoría profesional y humana de los integrantes del primer consejo de administración, nos remitimos seguidamente, a través de un texto recogido de la Memoria entregada a los accionistas del banco en la primera junta de accionistas, celebrada el día 20 de mayo de 1934, sobre los resultados del ejercicio de 1933, pudiéndose considerar no sólo como una brillante declaración de intenciones, sino como una sencilla explicación de lo que pretendía representar el Banco de Elda para su pueblo: « aunque en el ánimo de todos nosotros este Consejo cree obligado en esta primera Junta hacer resaltar que nuestra entidad, ni por sus modestas proporciones ni por el propósito de sus dirigentes, ha de pretenderla absorción del negocio de esta plaza, sino que fiel al espíritu de su creación y en cordiales relaciones con los demás bancos, contribuirá a facilitar el desarrollo de los comerciantes e industriales que modesta y silenciosamente labran por el engrandecimiento de ella» (4).
¿Qué lectura podemos hacer de este texto rebosante de humildad y fraternidad hacia la competencia? En un primer término, nos transmite un reconocimiento de su pequeña dimensión, de sus limitaciones reales dentro del negocio bancario de la plaza. Los propios consejeros son conscientes en cuanto a la necesidad de ayuda y del apoyo de todos aquellos bancos nacionales con sucursal abierta en nuestra ciudad. Es precisamente el hecho de ser conscientes del pequeño capital desembolsado lo que les hace confiar en una respuesta favorable hacia el banco de los comerciantes e industriales de Elda. Llegados a este punto, es nuestro deseo realizar un emotivo recuerdo de un empleado conocido por todos los accionistas de la época y que respondía por el sobrenombre de«Don Lupo», padre de Francisco Torres, el cual dedicó toda su vida al Banco de Elda. Don Lupo fue responsable del cobro a domicilio de las acciones del banco. Caminaba por todas las calles del pueblo con su cartera bajo el brazo cobrando las acciones por el sistema de plazos mensuales y pequeñas cantidades entregadas a cuenta. Al hilo de este comentario, viene muy bien conocerla recomendación recogida en la memoria del Banco de Elda del año 1934. «El Consejo también cree necesario haceros conocer que, si bien las acciones han debido cubrirse en plazos mensuales a partir del mes de febrero de 1933, teniendo en cuenta la crisis intensa que nuestra industria viene atravesando, a partir del sexto plazo se tomó el acuerdo de suspender el cobro de dividendos pasivos hasta los principios de este año; bien entendido que procurando desde este momento acelerar el cobro de los mismos, ya que necesitamos del capital de un millón de pesetas suscrito para el normal desarrollo de nuestras operaciones» (5).
Considero de interés hacer aquí una aclaración sobre las fechas citadas en relación a la constitución del banco y comienzos del periodo de cobro de las acciones. Se ha dicho, según la memoria de 1934, que los cobros de las acciones se inician en el mes de febrero de 1933, cuando realmente el Banco de Elda se constituye en mayo del mismo año. En ese sentido, creemos interesante aportar un documento donde se recoge la instancia que fórmula Ángel Vera Coronel al Consejo Superior Bancario, en la cual solicita que se le conceda «uso publico de la denominación de Banco a una sociedad anónima que proyecta constituirse en Elda (Alicante) con el nombre Banco de Elda» (6), documento fechado en el mes de octubre de 1932. Un ulterior aspecto a considerar respecto al hecho anteriores hacer mención a la observación indicada por el consejo de administración del Banco de Elda, confirmando la pésima situación económica que se vive en la ciudad. No hay que olvidar que la República está experimentando un trascendental e irreversible cambio político, etapa a la que se le ha denominado «Bienio Negro», en la que los partidos conservadores o las derechas agrupadas en la CEDA de José María Gil Robles gobernarán sin conseguir frenar la agitación social e incertidumbre económica hasta febrero de 1936, periodo que culmina con la victoria del Frente Popular, y «sorprende,por ejemplo, no sólo la carencia de una política económica global para afrontar la crisis, sino incluso la de una mera política fiscal, reducida prácticamente a la nada más allá de una modestísima introducción del impuesto sobre la renta. Pero, claro está, la derecha tenía un santo temor al déficit aún más acentuado» (7).
Se dispone de escasa información estadística que sea absolutamente fiable y que nos permita practicar un análisis lo más realista posible de la coyuntura económica y social de aquellos años. En cualquier caso, ofrecemos dos interpretaciones sobre esta etapa. La primera de ellas la recogemos de José Ramón Valero Escandell, que nos explica que «a pesar de todos los avatares políticos y de la agudización delos conflictos sociales, la industria zapatera siguió creciendo durante la II República hasta el estallido de la Guerra Civil. Aunque, como veremos,algunos datos económicos son contradictorios, ambiguos y siempre poco fiables…» (8).
Por otro lado, citamos la opinión del profesor José M. Santacreu, quien asegura que «durante la primera mitad de los años treinta, esta burguesía financia la constitución de unas sociedades anónimas dedicadas a las actividades industriales que demostraban ser mucho más eficaces que las pequeñas empresas para enfrentarse a la crisis» (9). Recordando el texto recogido en la Memoria correspondiente a la segunda junta de accionistas, celebrada en 1934, se vivían efectivamente momentos de crisis económica, aunque se podría pensar como hipótesis que fábricas del tamaño de las de Rodolfo Guarinos, Pedro Bellod Payá, etc. podrían estar fabricando a plena producción para acumular pedidos y distribuirlos en función del desarrollo de la demanda, de tal modo que podían mantener a su plantilla evitando un mayor paro y confiando en un cambio de expectativas a corto y medio plazo. Estas fábricas y sus obreros eran, por otro lado, clientes y ahorradores del Banco de Elda. Las fábricas descontaban en el banco su papel comercial y los obreros abrían sus cartillas de ahorro, en las que depositaban sus nóminas. Y así debió ser, ya que la Memoria presentada al consejo en 1935 ofrecía los datos de que «el número de efectos descontados durante el año se eleva a 43.288 por un total de 13.993.243,48 pesetas, cifras superiores en 24.803 efectos y 8.964.743,33 pesetas a las del ejercicio anterior» (10).
Llega la Guerra Civil
Se acerca el fatídico año de 1936 y la estabilidad social y económica, además de la cordura, se deterioran por momentos. Como quedó escrito en mi primera aproximación a la historia del Banco Elda, «durante los ejercicios económicos comprendidos en esos años, las empresas desconfiaban de la situación económica que se estaba configurando a escala local yen todos los sectores de nuestro tejido económico y social. El eminente economista John Maynard Keynes ya dejó escrito que la confianza en el futuro económico y político es la base de la inversión y el empleo» (11).
Durante la Guerra Civil, la actividad comercial del Banco de Elda, así como la banca en su totalidad, se vio fuertemente ralentizada. Se vivieron momentos de total agonía. Según testimonios de uno de los escasos empleados del Banco de Elda, que se incorporó en el año 1934, las puertas del banco no se llegaron a cerrar del todo, aunque, lógicamente, el número de operaciones y transacciones decrecía según se prolongaba la la guerra, y también, dependiendo de la incorporación al frente de todos y cada uno de los empleados en edad militar. Con relativa frecuencia se realizaban algunas transacciones de caja, cobros de algunas nóminas, compensación de cheques y, mayormente, reintegros de las cartillas de ahorro. Esta coyuntura bélica, como analizaremos más adelante, costará sangre, sudor y lágrimas a todos aquellos empleados y accionistas que apostaron de verdad por la reconstrucción del Banco de Elda una vez finalizada la guerra. Deseo desde estas páginas, y ciñéndome a los testimonios de un empleado que vivió intensamente aquellos difíciles momentos, recordar a José Maria Alarcón Juan y a Francisco Amat Busquier El Rual, quienes frecuentaban la sede del banco prácticamente todos los días intentando resolver y hacer frente a todas aquellas situaciones anómalas que se producían en la vida cotidiana de la entidad bancaria.
Dificultades en la posguerra
Termina el conflicto bélico y el Banco de Elda reinicia muy despacio su actividad comercial. Evidentemente, el estado financiero del banco es bastante precario; al parecer, y según los mismos testimonios, las posibilidades de reconstrucción eran nulas o bien muy difíciles. De hecho, durante los años 1939-1940 la opción que se barajaba como probable no era otra que la de liquidar el banco como sociedad anónima. Con este planteamiento, se crearon pocas expectativas de éxito en las garantías de continuar operando en la ciudad. Aún así, un reducido grupo de eldenses, como siempre caracterizados por su tenacidad y entrega a las instituciones legales, deciden replantearse la continuidad y operatividad de todos los órganos estatuarios del Banco de Elda. Aúnan esfuerzos capitaneados por el recientemente nombrado director gerente, José Juan Gutiérrez. En un principio requerido para liquidar la sociedad de modo definitivo, Gutiérrez era una gran persona y con grandes dotes para las artes financieras. Se marcó como objetivo sacar el banco adelante y, no sólo lo consiguió con la máxima eficacia, sino que también dotó a la entidad y a sus accionistas de ilusión y energía para vencer todas aquellas vicisitudes que la situación de posguerra les iba deparando.
Aportamos para conocimiento general una muestra de los cambios que se producen en la prosa de los textos que se van a presentar a los accionistas en las sucesivas memorias correspondientes a los ejercicios económicos de los años 40. Recogemos un texto del año 1941 que no tiene desperdicio: «El banco durante el año 1941, siguiendo su tradicional política de ayuda y cooperación a la industria y comercio de Elda, y teniendo muy en cuenta de ésta con el espíritu de adhesión a nuestro Caudillo que nos e spropio, las nuevas disposiciones dictadas acerca de la protección a la pequeña industria» (12).
Lo primero que nos llama la atención es la apelación al Caudillo. Ahora la ideología que rige la identidad del Banco de Elda en absoluto se corresponde con la filosofía liberal y progresista de aquellos que fundaron el banco. En un segundo término, detectamos una incipiente política económica proteccionista, de estilo dirigista,que se va a ir fraguando paulatinamente durante esta etapa de la historia de España, de tal modo que«la anómala situación jurídico-económica creada por la guerra en España, agudizada por la existencia de dos monedas desde el 18 de julio de 1936 hasta el día en que, con la Liberación, se devolvió a nuestra Patria por el Caudillo, con la deseada paz, su unidad económica, fue resuelta acertadamente con disposiciones gubernamentales entre las que se destaca la Moratoria y culminaron en la ley de desbloqueo» (13).
Y de esta forma, con esta gavilla de pensamientos, el Banco de Elda se dispone a iniciar un largo e interminable vía crucis, no sólamente bancario, con no pocas espinas en el camino, que concluirá hasta cierto punto a partir del año 1950, cuando se abrirán nuevas expectativas para el país y, por lo tanto, para el sistema económico y financiero. España se encuentra organizando su política de reconstrucción nacional, denominada vía nacionalista de capitalismo español, en la que deforma persistente se van a potenciar, entre otras medidas, la protección al ahorro aportando políticas muy disciplinadas. Pero aún así, para el Banco de Elda está siendo muy difícil alcanzar metas que le permitan mantener su independencia y continuar, de forma excepcional, siendo un banco autóctono y dirigido mayoritariamente por personas vinculadas a la industria, al comercio y al pueblo de Elda. A lo largo de todo el decenio delos cuarenta, el Banco de Elda se marca diferentes objetivos económicos. Entre ellos, primero reducir de la cifra de los balances todas aquellas partidas de incobrables, introduciendo pequeñas dosis de rigidez en las garantías, así como incrementar la cifra de negocio bancario en cuanto a mayor descuento comercial y fomentar el ahorro entre los eldenses. Ya se ha dicho que corrían años duros y numerosas fábricas de relevancia van desapareciendo. Pero al mismo tiempo proliferan los «tallericos» por todos los vericuetos de la ciudad. Son años de sequía, la «pertinaz sequía del Franquismo», con frecuentes restricciones eléctricas y cortes de luz.
Bajo estas condiciones, podemos comprender que era muy complicado obtener grandes rendimientos en los balances,ya que estas situaciones obligaban a reducir la jornada laboral de las fábricas. Quien haya sobrevivido a esta época conocerá muy bien todas las carencias y obstáculos para conseguir con normalidad suministros de materias primas, suelas, pieles, cartón, etc., ocasionando graves desequilibrios en la producción y, por lo tanto, en las finanzas de las fábricas y el comercio. Se viven momentos de austeridad en el gasto de las familias y ahí es donde entraba el milagroso Banco de Elda, que facilitaba de forma más asequible que otros bancos apoyo financiero y económico a todos aquellos«tallericos», aceptando para su descuento sus remesas semanales y así poder pagar los salarios, que en muchas ocasiones volvían a parar ala caja de ahorro del banco. Corría el año1944 y el Banco de Elda se ve obligado a ceder su paquete mayoritario de acciones a un «núcleo financiero independiente» (14).
Para comprender con mayor claridad el proceso de adquisición y ventas sucesivas por las que atravesó el capital accionarial,tenemos que remitirnos a una medida de política bancaria institucionalizada en España y que dio mucho juego. Nos estamos refiriendo al denominado statu quo bancario que imperó en España durante los años 1940-1962 en el sentido de que «las medidas tomadas desde 1921, bien para ordenar el sistema bancario, bien para controlar su operatoria y regular su funcionamiento, tomaron forma desde mayo de 1940 con la promulgación del decreto que prohíbe la fundación de entidades bancarias nuevas, la apertura de sucursales, las ampliaciones de capital… Es decir, se regula el inicio de la etapa conocida como la del ‘statu quo’ bancario que se suaviza en años posteriores al permitirlos acuerdos interbancarios, las ampliaciones del capital social y la expansión con la sanción gubernamental por medio de la apertura de agencias urbanas desde 1943» (15).
El Banco de Elda pierde su autonomía
Así es como, en 1944, el Banco de Elda recibe el primer impacto derivado de este modelo bancario y cedes u mayoría de acciones a un grupo de ejecutivos que residía en Madrid, capitaneados por Antonio Ferrer Jaén, nacido en Lorca en 1888 y, según nuestras investigaciones en proceso,vinculado al Banco Popular Español durante lo años de la República. Desgraciadamente, no va a ser esta la única ocasión en la que el Banco de Elda perderá el control del capital sino que, por el contrario, será en 1946-1947 cuando vuelva ser especulativamente vendido a otra sociedad financiera con domicilio también en Madrid y conocida con el nombre de Crédito Hispánico Territorial. Se trata de una sociedad de inversiones implantada por todo el Estado, de las que nacieron por aquellos años al albur del nuevo protocolo bancario. El Banco de Elda presentaba a un nuevo presidente,Ángel Luis Herrán de las Pozas,abogado y notario del Ilustre Colegio de Madrid, además de presidente de diversas sociedades relacionadas con la construcción y con las finanzas.A pesar de todos estos vaivenes que sufren las acciones del Banco de Elda, no va a mejorar en demasía la captación de pasivo y el número de clientes no crece en las proporciones que se pretendía. Así lo expresa la Memoria que se lee en la junta de accionistas celebrada el día 27 de abril de 1947, en la que se dice que «por otra parte, sobre esa crisis genérica, la industria del calzado básica en la zona en la que nuestra empresa posee su sede, ha sufrido la especifica derivada de la insuficiencia de primeras materias,determinativas de grandes desequilibrios financieros,alteradores del desenvolvimiento normal de los negocios. Lógicamente,las expuestas circunstancias se han traducido en el campo de nuestras actividades en una limitación de transacciones,no obstante lo cual hemos superado los beneficios obtenidos en el curso de anteriores anualidades» (16).
Es el propio consejo de administración el que tiene que reconocer la existencia de una evidente crisis en el negocio bancario, de manera muy sutil obviamente, para no infundir pánico entre los accionistas, clientes y pequeños ahorradores. Recurriendo a un dicho popular,la crisis agudiza el ingenio. Decimos esto porque hemos encontrado dentro de la documentación facilitada por Teresa Tortellá, directora del Archivo Histórico del Banco de España, entre otros escritos, uno dirigido a toda la población de Elda y, más en concreto, a los clientes e impositores del banco, a los que se le solicita tengan a bien participar en una campaña de promoción ala que califican de «Premio al Ahorro», campaña que, extrapolándola al día de hoy,desde luego haría las delicias de los departamentos de marketing de los bancos nacionales actuales (ver documento anexo) (17).
Este valioso y anecdótico documento ha permanecido hasta ahora inédito y desconocido para todos aquellos que hayan estudiado mínimamente la historia del banco. Excepcionalmente, también mantuvimos una larga conversación con el empleado más antiguo del banco, Antonio Riquelme,persona a la que también quiero agradecer su inmensa colaboración y cariñosa predisposición a contarnos sus lejanos recuerdos y vivencias, tras su larga vinculación a la entidad. Riquelme, que llegó a desempeñar las funciones de jefe de contabilidad,nos explicó que el premio al ahorro consistió en una vivienda equipada con todo lujo de detalles. Desgraciadamente,no podemos saber si se celebró el sorteo entre todos aquellos que respondieron a la llamada del ahorro.Como es de suponer, esta medida tomada unilateral y localmente para fomentar el ahorro del que tan necesitado estaba el banco,no fue bien recibida por los directores de la rígida y autoritaria política monetaria y bancaria que, desde el Consejo Superior Bancario del Ministerio de Hacienda,regulaban con estricta rectitud las directrices bancarias del sistema financiero. La sanción no tardó en llegar, ya«que la conducta seguida por la entidad que lo suscribe supone una evidente competencia desleal que le hace acreedora a la imposición de una sanción»(ver documento anexo) (18).
Dura lex, sed lex.
Una vez más hizo acto de presencia la maquinaria autoritaria que no hacía concesión a libertada alguna, ni siquiera a la bancaria.Finalmente, la Dirección de Banca y Bolsa acordó instruir al Banco de Elda,según lo previsto en el artículo 57 dela Ley de Ordenación Bancaria de 31 de diciembre de 1946, para imponerla sanción que correspondiese. Remitiéndonos al documento en cuestión y haciendo una detenida lectura, concluimos que desde luego no tiene desperdicio y dudo -esto lo digo como opinión personal- que podamos encontrar una síntesis tan acertada como la del banco eldense en cuanto a filosofía del ahorro para contribuir al crecimiento y desarrollo de la riqueza de todo un pueblo.Mientras sucedían estos hechos, el director que regía los destinos de la entidad era Vicente Paños Rosillo,quien sucedió con motivo de fallecimiento a José de Juan Gutiérrez Tomás. Poco tiempo después, fue relevado por José Jiménez Fernández Rufete al ser nombrado el anterior director del Banco de Vizcaya en Alicante. El banco todavía estaba controlado por la Sociedad Crédito Hispánico, nos encontramos próximos ya a los años cincuenta, y fueron estos los gestores que iniciaron el último paso del vía crucis de los difíciles años cuarenta,los años del hambre, el estraperlo,el contrabando y el mercado negrode bienes y servicios.Para concluir este trabajo, desde aquí deseo rendir un homenaje a todos los empleados y directores del Banco de Elda que se dejaron algo más que la piel en la lucha por mantener hastael final su identidad como banco autónomo.También quiero agradecer a las familias de José Juan Gutiérrez,Vicente Paños Rosillo y Arturos Merenciano la cesión de fotografías,algunas de ellas incluidas en este artículo.
Notas:1. Archivo Histórico de la Notaríade Monóvar. Legajo año 1933.Don Martín Perea Martínez.Escritura de constitución Bancode Elda S. A.2. Registro Mercantil de Alicante.Libro XIV. Asiento número 280hoja 2.001, 10 de mayo 1933.3. El Cronista, septiembre 1935.4. El Cronista, septiembre 1933.5. Memoria del Banco de Elda,año 1933.6. Archivo Histórico del Banco delBanco de España. BancaPrivada, C- 642.7. «El Bienio Negro: gris más quenegro». Javier Tusell. Historia16nº 102.8. «Esplendor y decadencia de lasgrandes empresas, 921-1950».José Ramón Valero Escandell.Industria del Calzado yTransformación Social, Elda1832-1980.9. José María Santacreu Soler.L‘economía valenciana durant laGuerra Civil, página 44 .Edicions Alfons El Magnanim,1992.10. Memoria del Banco de Elda de1934.11. «Banco de Elda: una historiaturbulenta 1933-1959». VicenteVera Esteve. Alborada 1983.12. Memoria del Banco de Elda,1941.13. Memoria del Banco de Elda,1941.14. Memoria del Banco de Elda,1941.15. Estudios bancarios, «El BancoCastellano 1936-1970». JoséVíctor Arroyo. Archivo HistóricoBBVA.16. Memoria del Banco de Elda,1947.17. Archivo Histórico del Banco deEspaña, Banca Privada, C-642.18. Archivo Histórico del Banco deEspaña, Banca Privada, C-642.
Interesante pieza de la historia local de Elda, pero es una pena de que los documentos presentados no se pueden leer debido a su pequeño tamaño