Estimado Teófilo:
Hoy hace 35 años que te obligaron a dejarnos y… qué efímero es el tiempo, que pasan décadas, pero para algunas personas, parece que todo ocurrió anoche. Aquel 24 de febrero de 1976, con tan sólo 20 años de edad, fuiste el triste blanco de la ira que provocabais a un Estado carcomido por los problemas que no supo tratar l@s ciudadan@s que pedíais derechos y libertades… qué paradoja! Pedir al nuevo y bienvenido ‘Estado Democrático’ algo que, como personas, os pertenecía, nos pertenece. Aquello te otorgó el triste honor de ser conocido como “el primer muerto de la Democracia” o… de la monarquía. Desgraciadamente el primero, pero no el último.
Por aquellos tiempos de fotos en blanco y negro y manifestaciones reclamando derechos negados durante 40 años de asfixiante dictadura, convocasteis, en todas las comarcas del Vinalopó, una huelga general (no sólo en el sector del calzado). Esto venía de lejos, a nivel estatal, y no sólo se padecía una fuerte crisis económica similar a la actual, ya que deberíamos sumarle las reclamaciones de la siempre maltratada clase trabajadora, los sonados casos de estraperlo del final del franquismo (como el caso de corrupción del yerno de Franco y las motos ‘Vespa’, importadas sin el coste de tasas, las cuales él sí que las incrementaba en su venta; entre otros desvergonzados escándalos de gente allegada al régimen), la reciente muerte del dictador, mantener el difícil centralismo, dándole voz y voto a las diferentes autonomías, el antimilitarismo, ETA y otras jaquecas.
Previamente a esta huelga general, hubo en Petrer y Elda numerosas manifestaciones en pro de un convenio para el calzado, que habían comenzado el 31 de enero, culminando un año después en el ‘Movimiento Asambleario’. En una de aquellas manifestaciones, concretamente la que partió desde la Plaza Castelar de Elda el 23 de febrero, la policía decidió reprimir violentamente a l@s manifestantes que se habían dado cita, contándose por millares. Esta brutalidad policial no os enmudeció, todo lo contrario: al día siguiente la policía volvía a emplear la violencia frente al diálogo para disolver vuestras asambleas, organizadas, precisamente, debido a la brutalidad que marcó la manifestación del día anterior. Y ahí estabas tú, en el cruce entre las calles eldenses de Antonio Maura con San Roque, junto a tres amigos. Harto de la brutalidad policial, de la injusticia de un estado que daba la espalda a trabajadoras y trabajadores, de la falta de democracia y libertades sociales, decidiste increpar a aquellos que levantaban la porra para acallar la verdadera democracia: la voz del pueblo. Esta vez te equivocaste, porque ellos no levantaron la porra, apretaron el gatillo. Y tus amigos, impotentes, fueron detenidos, impidiéndoles tu auxilio.
Más de 20 mil personas acompañaron tu cuerpo sin vida hasta el cementerio. Después de todo, y dijesen lo que dijesen los medios de comunicación estatales tras tu muerte, no serías tan malo como te pintaron. Ningún policía fue condenado por su responsabilidad en las numerosas muertes a manifestantes de aquellos años; tampoco asumió responsabilidades ningún mando ni cargo público, ni siquiera Fraga Iribarne, entonces Ministro de Gobernación y, para algun@s, padre de la Democracia (después de lo sabido, para mí no, por supuesto).
No gritaste tú, fuimos tod@s. Tú no dijiste “¡basta!”, lo dijimos tod@s. Aquella noche no moriste tú, morimos tod@s… Porque aquel trabajador, de madre gallega y padre asturiano, sólo reclamaba aquello que le pertenecía, lo que hoy nos sigue perteneciendo y que va ligado a “ser humano”: libertad y derechos. Muchas familias quedaron destrozadas por las Fuerzas del Orden Público y de extrema derecha durante ese periodo, y los allegados a las víctimas no forman parte de ninguna asociación que tenga el respaldo de las ayudas públicas. Tampoco la mayor parte de sus seres queridos asesinados no han sido considerados, de forma oficial, víctimas de ningún terrorismo. Tristemente, en muchos casos, nadie ha sido condenado por haber acabado con sus vidas.
En cualquier zapato, en una reja, en las herramientas que usa un fontanero, una electricista, en la tiza de una profesora o en el arado de una familia rural, incluso en las sirenas que nos indican la hora de entrada y salida del trabajo, o en las escaleras que nos acompañan hasta ese despacho del o la mandamás, estás presente, Teófilo. Gracias a ti, y a gente con tu coraje, hoy somos lo que somos, y estamos donde estamos, siendo vosotr@s los que arrancasteis aquellas mordazas que durante 40 años nos asfixiaban sin conseguirlo.
Hoy día 24 de febrero de 2011, 35 años después, es imposible olvidar tu muerte, Teófilo, aunque algunos ni siquiera la reconocieron.
Buen articulo, no conocí a Teofilo, pero si que viví toda esa época.