Nada estropeó el día de banderas, que transcurrió con toda normalidad y marcado por la ilusión de los festeros, que esperan con emoción el inicio de las fiestas. Ni un atisbo de lluvia para alegría de más de uno.
A la espera de los actos oficiales, que no comenzaron hasta la seis y media de la tarde, cientos de festeros se congregaron desde primera hora de la mañana en sus cuartelillos para disfrutar de almuerzos y comidas. Desde primeras horas de la mañana hasta bien entrada la tarde, cientos de personas abarrotaban las inmediaciones de la plaza de España que, un año más, fue uno de los lugares escogidos por la mayoría de festeros para disfrutar de este primaveral día de banderas.
Tras la tradicional comida de las «filàs» en bares y cuartelillos, alrededor de las cinco de la tarde, capitanes y rodelas comenzaban a salir de la plaza de Baix hasta la ermita, dando los primeros tiros y llenando las calles del peculiar olor de la pólvora. Mientras, el alcalde Pascual Díaz, recibía en su despacho a las abanderadas que, minutos más tarde, saldrían a la calle para cerrar el desfile. A partir de las seis y media, músicos, abanderadas y festeros iniciaban el acompañamiento que reuniría los cargos en la Ermita de San Bonifacio, un acompañamiento muy arropado por vecinos, quienes se postraron a lo largo del recorrido para aplaudir y ovacionar a las abanderadas, las protagonistas del día. Tras una misa celebrada en la ermita, todos los presentes emprendieron la bajada realizando un pasacalles y con la mirada en el inicio de las próximas fiestas. Ya ha comenzado la cuenta atrás.