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Jabalí
El nombre del jabalí procede del árabe, donde literalmente significa “de monte”, lugar de origen de los cerdos domésticos que empezaron a domesticarse hace más de 8.000 años hasta obtener las razas actuales.
Aunque son bastante difíciles de ver en el Paisaje Protegido si no se conocen sus zonas de paso, es bastante fácil detectar su presencia debido a los numerosos rastros y señales que dejan a su paso, como sus hozaduras, bañeras, marcas en árboles, sus características huellas y excrementos.
Los diferentes cambios morfológicos que sufren los jabalís desde que nacen hasta que se convierten en adultos han propiciado el desarrollo de un vocabulario específico para denominarlos. A los recién nacidos se les llama rayones o jabatos, debido a su coloración pardorojiza con 11 líneas transversales más oscuras. Cuando cumplen los 6 meses, mudan el pelaje y su coloración pasa a ser más uniforme, de tonalidades rojizas, por lo que pasan a denominarse bermejos. 4 ó 5 meses después, poco antes de cumplir un año, adquieren el color de los jabalís adultos, más pardos, con pelos grisáceos y con las extremidades y orejas muy oscuras.
Existe además un claro dimorfismo sexual entre machos y hembras. Los primeros presentan los caninos mucho más desarrollados, una piel mucho más dura y gruesa que les protege de lesiones durante sus combates durante la época de celo, unos testículos muy desarrollados que pueden ser indicativos de competencia espermática y unos llamativos pelos en forma de pincel que muestran el emplazamiento del pene.
Por su parte, durante el periodo de cría, las hembras tienen de 4 a 6 pares de mamas muy desarrolladas.
Los jabalís presentan dos tipos de pelaje diferente a lo largo del año: uno invernal, con una densa capa de pelo lanoso denominado borra y con otra capa más superficial de pelos largos, y otra estival, con un pelaje corto y poco denso.
Llama la atención la estructura social que muestran las poblaciones de jabalí. Por una parte se encuentra el grupo matriarcal, compuesto por una o varias hembras y por su prole, liderados por la hembra de mayor rango social. Con esta estructura se favorece un proceso de aprendizaje más rápido para los rayones. Además, los fuertes vínculos del grupo permiten que, si una madre muere, su descendencia sea adoptada por otra hembra del grupo. Por otra parte se encuentran los grupos de jóvenes machos, que abandonan el grupo matriarcal cuando llega el periodo de celo y se ven presionados por los machos adultos. Éstos últimos son generalmente solitarios aunque, en muchas ocasiones, van acompañados por un macho joven al que se le conoce con el nombre de escudero.
Los jabalís tienen una elevada capacidad reproductiva que se ve favorecida principalmente por tres factores: la elevada media de crías por camada, alrededor de 4, la precocidad con la que alcanzan la madurez sexual, en apenas un año de edad (aunque los machos no suelen estar preparados para enfrentarse a otros machos adultos hasta que alcanzan los dos años de edad) y por tener una gestación corta en comparación con el tamaño del animal, 4 meses.
Una de las cosas que más llaman la atención de su biología reproductiva es que las madres no realizan los mismos cuidados maternales a toda su prole sino que beneficia a una cría macho de forma que esta alcanza rápidamente un mayor tamaño y peso, lo que parece justificarse en el hecho de que este comportamiento favorece a la siguiente generación.
El periodo de celo se produce entre septiembre y diciembre aunque es mucho más intenso en noviembre. En esta época los machos se hacen muy territoriales y luchan entre sí para procurarse las hembras de sus territorios, para lo cual cobran especial importancia sus potentes dientes.
Tienen una amplia plasticidad ecológica para la selección de hábitat, aunque prefieren las zonas forestales agrestes, poco o nada transitadas y con abundante matorral donde encuentran zonas de refugio y pueden pasar desapercibidos.
Gracias a su desarrollado olfato pueden detectar rápidamente cualquier tipo de peligro y encontrar fácilmente recursos alimenticios.
Se considera una especie generalista y oportunista que utiliza numerosas fuentes de alimento en función de su disponibilidad temporal, aunque su dieta está compuesta mayoritariamente por materia vegetal, por lo que se considera un consumidor primario de gran importancia en la cadena trófica del Paisaje Protegido. Entre sus alimentos preferidos se encuentran las bellotas de carrascas y coscojas, los bulbos, raíces y hongos.
Complementan su dieta con alimentos hipogeos, esto es, ocultos bajo la tierra, como lombrices, gusanos y pequeños artrópodos, y con una extensa variedad de vertebrados entre los que destacan los roedores y los anfibios.
Su importancia como recurso económico a través de la caza y los daños que causan en los campos de cereales y cultivos arbolados han propiciado la autorización de batidas de caza de jabalí. Esto ha provocado que, en los últimos años, se hayan producido conflictos entre las sociedades de cazadores y los colectivos de índole conservacionista que han boicoteado en numerosas ocasiones estas batidas. Esta situación, al igual que en el caso del arruí, exige la necesidad de desarrollar estudios científicos más exhaustivos sobre las poblaciones de jabalí en el Paisaje Protegido y sobre los daños reales que puedan causar para poder realizar así una gestión más adecuada de la especie.
Por Ramón García Pereira y la Asociación de Amigos del Valle de L’Avaiol – Para saber más: Libro-guía del Paisaje Protegido Serra Maigmó-Sit
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