Héroes sí, no víctimas

Hemos visto estos días desde el televisor el último asesinato del nacionalismo vasco. A pesar de la dureza de lo sucedido, a pesar del dolor, se ha podido comprobar como se ha dado un giro de 180º en cuanto a la posición desde la que se enfrenta  esta situación, ya  que esta viuda, esta familia que ha luchado y que lucha por las libertades de todos, se niegan a ser “víctimas”, se niegan a dar la satisfacción de dar a unos mafiosos, chantajistas,  el verles hundidos lamentándose de  las circunstancias.  Esto es muy significativo, es algo en lo que se debe incidir, porque nos hace ver la realidad desde otra perspectiva  mucho más positiva.

Me gustaría resaltar este comportamiento, esta nueva concepción de la realidad vasca que empieza a llamar a las cosas por su nombre, que está harta de sentir miedo, de vivir bajo el imperio del terror, para empezar a enarbolar la bandera de la aspiración del ser humano: verse libre de cadenas gubernamentales basadas en el terror, sacudirse  esa sumisión psicológica a la minoría mafiosa, porque  se han dado cuenta que vivir así es peor que estar muerto, ya que acallar la verdad y permitir que se pisoteen los derechos mínimos ciudadanos para que esa minoría pueda vivir a costa de nuestro sometimiento, debe llegar a su fin. Para que se produzca este fin es necesario esta preparación  psicológica, este nuevo enfoque en la perspectiva, el hacerse responsable de la propia vida y circunstancias para  desde ahí modificar el entorno.

No, no somos victimas de nadie nada más que de los  miedos, sean propios, adquiridos o impuestos, pero debemos ser conscientes de que cuando nos enfrentamos a los fantasmas estos desaparecen. Detrás del miedo no hay nada, no nos dejemos someter por el y seremos HÉROES en nuestra vida.

Así, por primera vez me ha conmovido el ver que se le da el verdadero sitio a los que han muerto en este delito consentido que es el nacionalismo, no hay secta más destructiva que  este tipo de adoctrinamiento que deja a mentes  embrionarias, a niños, en manos  del odio más feroz, recubierto de un supuesto idealismo, bandera o país.

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