10 de junio, Beata Ana Maria Taigi, o el merchandising infantil.
Pobrecico, tan pequeñin y ya le acosa la moda. Veréis porque lo digo. Me han dejado en casa una revista “Guía del niño”, no sé si por olvido o para que, distraídamente, me ponga al día como abuelo. Lo considero normal. Lo de aprender a ser abuelo, digo, pues esto que parece igual a la paternidad, ya empiezo a encontrarle que es distinto; aunque mejor, diría yo. Lo cierto es que me lanzo con ganas de hacerlo acertadamente y…
¡Pues empezamos bien! Nada más abrir la portada de la revista en cuestión, y al ladito mismo de la editorial varias fotos, del mismo niño de la portada, ilustran un titular: La sonrisa de Antonio, dice así el comunicado: Acostumbrado a las fotos que le hacen sus papás, Antonio nos sorprendió con su sonrisa, que mostraba cada vez que le enseñábamos la cámara…
Hasta aquí la nota me pareció simpática por lo desacostumbrada, pues no es normal este tipo de encartes junto a la, supuesta seriedad de un editorial, pero pronto apareció el truco, seguía así: Para la sesión, elegimos una camisa, una camiseta y un pantalón, de C&A, unos calcetines, de CÓNDOR y unos zapatos de PIULÍN.
“Ya tenemos el burrico en las coles” Ni que decir tiene que las cuatro siguientes páginas son todas de publicidad de productos que harán sonreír, más y mejor, al Antoñico de turno, ya sea una clase de biberón, una mochila portabebés, o sus primeros zapaticos. Me detengo. Necesito hacer un examen inicial de la situación y cuento para ver que, el resultado matemático arroja 36 páginas enteras de publicidad, de las 90 en total que tiene la publicación, más un sinfín de incrustaciones, amén de “supuestos” reportajes: “las novedades 2009”, “tu banco de pruebas”, o la “guía de compras de intercomunicadores” Ya lo tengo bastante claro. ¡Lamentablemente claro!, pues resulta evidente que mi nenico ya está metido en el merchandising ese, “sin comerlo ni beberlo”. Aunque sólo sea como sujeto receptor último, de todos estos cuidados y atenciones.
Me hubiera relajado entre sus páginas, sin darle mayor importancia, admitiendo que es algo inevitable si uno no se marcha a vivir lejos de la sociedad actual, pues especialmente me animó a la lectura, un artículo que ganó inmediatamente mi atención. Su título: “Lazos entre abuelos y nietos”. El tema prometía y me dispuse a leerlo con las ganas de quien quiere aprender y hacerlo bien.
¡Frustración! Aparte de varios consejos, bastante simples, a los padres sobre cómo orientar al hijo, al abuelo y viceversa, la autora, pedagoga y psicóloga ella, parece ignorar que los abuelos también hemos sido antes padres, pues nos supone una serie de defectos como educadores, para finalmente clasificarnos como unos lerdos en informática y tecnología.
Me quedo con las ganas de escribirle un e-mail por hotmail, puntocom a ésta psicóloga del Medievo, pero finalmente encuentro la horma de “su” zapato y sencillamente tiro la revista a la papelera y punto, sin tanto com. Sí, ya sé, eso de que “el saber no ocupa lugar”, pero también tengo presente que “la tontería continua, idiotiza”, así que mejor está este tipo de papel en la papelera, que ya daré yo a mi nietecico lo mismo que me dieron a mi mis abuelos. ¡Cariño! Sólo se necesita tener memoria. ¡Ah! Se me olvidaba, (es broma) Señora psicóloga, es posible que todavía tengamos que enseñar a nuestros hijos a ser padres, antes de que ellos nos enseñen a nosotros a ser abuelos. ¡Que se habrán creído esta “moñas”! Más le valiera dejar de escribir en revistas de tan dudosa credibilidad, simplemente por el hecho de que ya, por si mismas, son un ejemplo de consumismo que es nefasto tanto para el infante, como para los aprendices de padre. ¡Eso sí que sería un buen consejo!
Ya acabé de leer el “tocho” de Apley Cherry-Garrard y su “El peor viaje del mundo”. No me defraudó. Es lectura difícil, por cuanto se trata de muchos trozos de diarios de varios de los componentes de la expedición polar, pero me ha resultado apasionante la capacidad del ser humano ante la adversidad. Yo que siempre pensé que a partir de -40 grados ya era mucho frio, he leído que a -60 grados todavía es peor. No puedo imaginar la paciencia y el conocimiento que hay que tener para sobrevivir a tales temperaturas donde la tarea más mínima cuesta una eternidad. Escalar altas montañas casi me parece un juego, comparado con alcanzar esas latitudes polares. Comulgo plenamente con una frase escrita casi al final del libro: “La exploración es la expresión física de la pasión intelectual” Cierro los ojos y sigo viendo aquellos valles hacia ninguna parte, perdidos en la altitud de los cinco mil metros, sobre los glaciares suspendidos del Himalaya de Gharwal y prometo que algún día volveré, física o intelectualmente.
Mi mesa sí que ha vuelto, por fin, a llenarse de libros y más libros. Documentarse para escribir es siempre la parte menos vistosa de todo el ejercicio, pero es vital, y además se aprende muchísimo. He vuelto a ponerme manos a la obra, aunque todavía me parece un rascacielos al que iré subiendo piso a piso. El libro va tomando forma, cual esqueleto edificable.
Lo único que diré sobre las elecciones europeas es que, por lo menos esta vez, no nos han aburrido con esa suerte de extrañas estadísticas, mediante las cuales resultaba que todos habían ganado.
Le hablaré a mi pequeñín del mágico espejismo de un parhelio sobre la niebla. Tal vez si se lo explico entenderá porqué, no siempre, lo que vemos, necesariamente ha de ser verdad, pero tampoco deja de ser cierto. Aunque mejor, esperaré a poder mostrárselo algún día. Se nota que me acaban de dar el OK para todos los refugios de mi próxima travesía y el alma se me sulibella en busca de los espacios alpinos.
Creo seras un excelente «Abuelo». Para ello basta con querer al nieto como ampliamente muestras.