Madame Bovary
Gustave Flaubert
Punto de lectura
“Madame Bovary soy yo”
Gustave Flaubert
Nada de adaptaciones cinematográficas. Me había mantenido ajena a toda representación clásica o moderna de la obra de Gustave Flaubert, ‘Madame Bovary’. Tan solo las referencias literarias y cinematográficas de la misma habían construido en mi mente una percepción más o menos fiel de la novela original. La trágica historia de la joven y bella Emma Bovary ha sido utilizada hasta la saciedad para convertir a su protagonista en una figura clave en la literatura y cultura contemporáneas.
Cansada de oír hablar de ella, decidí emprender su lectura, no ajena de prejuicios y esperando encontrar algo que ya adelanto, no encontré.
El escritor francés Gustave Flaubert vio al fin publicada en forma de libro su ‘Madame Bovary’ en 1857. En ella narra la historia de Emma, una joven humilde, bella y soñadora que contrae matrimonio con un médico de provincias de maneras correctas pero simples. Las ambiciones insatisfechas de Emma la sumen la perpetua tristeza, para terminar abocándola al abismo de la desesperación y la desgracia. El argumento que se presenta como un retrato de la condición humana lleva su objetivo a las últimas consecuencias: si hay algo que no se le puede reprochar a Flaubert es su fidelidad al realismo puro. Narra los acontecimientos de manera minuciosa, como un testigo omnipresente que ofrece al lector todo lo que sus sentidos son capaces de captar. No es de extrañar que ‘Madame Bovary’ sea uno de los principales estandartes del realismo literario.
Retrato
Pero más allá de la estructura formal de la obra, y más allá del deleite del lector ante dicha fidelidad (fidelidad que en ningún momento ha de confundirse con extensos fragmentos descriptivos, si no con minuciosas descripciones eficaces que raramente caen en la repetición y la tediosidad), la novela que tenemos entre manos es mucho más.No es solo el retrato de una época, si no una fotografía de la feminidad, de los deseos humanos y de la insatisfacción. Alrededor de Emma Bovary como personaje principal se construye una trama en la que los personajes secundarios, aunque puedan parecer poco importantes, son fundamentales para apreciar la esencia de la historia.‘Madame Bovary’ no es solo Emma, es su esposo Carlos, sus amantes, su hija, su padre y los vecinos de Yonville con los que la protagonista comparte su rutina.Si bien Emma Bovary es el epicentro del mundo que Flaubert pretende mostrar, el elenco de personajes y sus personalidades son los que forjan la conducta de Emma.
Emma Bovary
La personalidad de Emma ya se lee entrelineas antes de que los hechos de su desgraciada vida se sucedan. Emma es una joven criada en el campo y en el convento, cuya mente siempre ha estado a merced de la imaginación alimentada por la literatura. Soñadora incansable, Emma añora tener más, sentir más, ser más. Si bien la Francia del siglo XIX no es un entorno propicio para dar rienda suelta a esas ansias de libertad, Emma es victima, más que de las condiciones, de sí misma. La peor enemiga de Emma es ella misma, sus ansias de pasión y de felicidad, esa feminidad desbocada, la conducen a buscar consuelo en brazos de otros hombres que no son su marido y que la terminarán abocando a la desgracia. La insatisfacción conduce a un final irremediablemente cruel.Si bien el argumento puede parecer moralista, no considero que lo sea, es simplemente un retrato. Un retrato que puede parecer en ocasiones plano pero que alcanza cotas magistrales en el último pasaje del libro. El papel de narrador de la desgracia y la decadencia le sienta muy bien a Gustave Flaubert.
Yo, tú, él, ella, nosotros, vosotros, ellos… Emma
Leyendo ‘Madame Bovary’ esperaba página tras página encontrar una pasión incontenible que jamás encontré y que tal vez se corresponde más con el romanticismo que con el realismo. No obstante, tal y como comentaba al iniciar estas líneas, no encontré en las palabras de Flaubert lo que esperaba, pero encontré otra cosa. La identificación con un personaje como Emma. No me refiero al adulterio o al sinsentido de muchas de las acciones de la protagonista. Estos tan solo son instrumentos que conducen al verdadero fondo de la obra: la insatisfacción y la afluencia de deseos y sueños propios de cada ser humano. La diferencia que aquí radica, es que Emma no es capaz de contener esas ansias de libertad y no consigue someterse a la vida que inconscientemente se le ha impuesto. Esa identificación con el personaje es el que convierte la obra de Flaubert en una pieza universal y atemporal.