Escribirle a una MUJER
de la que no conoces más que su nombre
es un acto de MASTURBACIÓN mental
para los «posrealistas sucios»
o un ACTO heroico
para los románticos,
pero para un cobarde
que se esconde
tras un ego que NADA vale,
sencillamente
es una forma saludable
de TORTURARSE.
-¿Por qué?-, pensarán.
Porque para el que sufre
un trastorno histriónico de la personalidad
las casualidades se amalgaman
y dan pie a un estrambótico escenario.
1-NARRADOR:
Su nombre me traslada a mi Altea
y a aquella noche en la que me bebí
dos botellas de vino tinto junto a una mujer
con el mismo nombre de virgen
que siguió siéndolo cuando amaneció.
2- ATMÓSFERA:
Es de aquí, de Petrer,
(como mi primer amor)
pero estudia en Granada
(como mi última novia)
3- PROTAGONISTA/MUSA
Su indiscreta nariz
(para el resto de los hombres)
es mi máxima debilidad.
Mis otras mujeres
fueron reínas árabes
y milicianas aragonesas
con narices extremadamente sexuales.
Para más inri,
tiene la casta revolucionaria
de la batalla del Ebro
y la belleza de la poetisa
(y amor platónico)
que escribía conmigo en una revista.
Esta mujer
es la adolescente intocable
entre las manos de lobos,
cerdos y leones.
Sus ojos
son el acantilado
invertebrado,
el lugar de culto
de los románticos
y su sonrisa
de niña pequeña
el páramo
del deseo más animal:
Labios para el AHORA,
alimento para mis dientes y boca,
y su lengua para mi carne…
Su camiseta negra de tirantes
que deja ver su tatuaje,
su mochila a la espalda
(la que imagino al descubierto)
su pantalón vaquero
y lo más importante…
la AUSENCIA de maquillaje.
̶ Tu dulzura disfrazada
de punk poco ortodoxo
te hace SER,
sin pretenderlo,
la Elizaveta Moukasseï de Petrer ̶
Sí, todo esto le hubiese dicho aquella noche,
en un parque infectado de gente,
donde sólo estábamos ELLA y yo.
No me atreví.
Tuve que preguntarle a un compañero
(que comienza a ser un confesor)
̶ ¿Cómo se llama esa chica, amiga tuya? –
̶ María,- me respondió.