Espero
sentado,
tecleando
los pecados
sin aguardar
la absolución.
Son los
POEMAS
quienes
me sentencian
al CASTIGO
eterno
de VIVIR
sin las agallas
suficientes
para
SILENCIARME
ante
la NADA.

La máquina
de escribir,
(cómplice
del ASESINATO
y ARMA
homicida),
iluminada
por las velas
del
PASADO,
grita
despavorida
ante
la bala
que lleva
tu nombre
en el
poema
y que apunta
la esperanza
antes de
brotar
de la página
que ya
sangraba
mi derrota.

Disecado
el DISPARO
certero
en el cráneo
de hierro
como un crucifijo
(frente a frente),
que recorre
la página
en blanco
y escribe
en blanco
el poema
que desmiembra
mi cuerpo
a cada
¡Craf! ¡Craf! Craf!,
recoge
los restos
del polvo
púrpura
aullando
̶ ¡jjjjjjjjjjjjjjjjjjjj! ̶
y me cubre
de silencio
con su
tajante
¡¡¡clink!!!
para no SER
POESÍA
nunca.

Retiro
la
LÁPIDA,
releo
la «obra»
y
muero
hasta
la próxima
violación
de mi ALMA.