NOTA: Artículo publicado originalmente en la revista Festa 2014, a la venta por cinco euros en librerías y quioscos de la ciudad.
Liborio Montesinos Poveda tendría ahora, de haber vivido, 102 años. Era hijo de Josefa Poveda y Juan José Montesinos que regentaban un café/bar merendero en la parte baja del Altico, junto a la calle que posteriormente fue denominada como Merendero. Murió hace cincuenta años víctima de un cáncer, al igual que tres de sus cinco hijos. Otra hija, la primogénita, también falleció cuando tan sólo contaba con dos años de edad. Fue un hombre adelantado a su tiempo del que -extrañamente- poco se ha escrito sobre él. Paradójicamente, es el gran desconocido, ideológicamente hablando, aunque en su profesión de modelista de calzado fue muy valorado por los empresarios del sector.
Nació un 12 de julio de 1912, cuando hacía poco que se había cumplido la primera década del siglo pasado. Fue el menor de cuatro hermanos: Recaredo, Pepita, Feliciano y Juan. Vino al mundo en pleno casco antiguo de Petrer, cuando esta parte del pueblo era el epicentro de la villa que contemplaba como poco a poco iba pasando de una economía de substancia agrícola y alfarera a la puesta en marcha de importantes fábricas de calzado, sector, como hemos dicho, en el que años más tarde fue todo un punto de referencia. Petrer rozaba entonces los 4.000 habitantes y Elda, ciudad en la que vivió la última parte de su vida, se encontraba lejos. Ambas zonas urbanas estaban separadas por una sucesión de bancales plantados de almendros y olivos y jalonados por fértiles huertos familiares que se sucedían hasta el barrio eldense de la Fraternidad, donde vivió durante doce años.
Era del signo Géminis cuando todavía faltaban años para que los horóscopos se pusieran de moda y alcanzaran cierta popularidad. Sin embargo, el día y el mes de su nacimiento ya vaticinaban varios de los rasgos que lo acompañarían a lo largo de su corta vida. Una extraordinaria capacidad para ver las dos caras de una misma moneda, hombre inquieto, versátil, investigador, regido por el amor y la sabiduría que siempre buscaba la perfección intelectual pero-sobre todo- un decidido idealista.
Ahora, en el año 2014 seguramente estaría en un movimiento pacifista. Entonces, en su juventud, fue anarquista. Un anarquista de los que hacían del humanismo y la espiritualidad sus principales armas. Admirador de Mijail Bakunin, el ciudadano ruso considerado como el padre de esta ideología basada en la educación y la cultura y alejada del poder establecido por los políticos.
Liborio sus amigos fueron más allá: meditaciones en plena montaña, alimentación vegetariana, baños de sol sin ningún tipo de ropajes, energía compartida. Coetáneo y compañero de ideología del poeta Paco Mollá, de Heliodoro Corbí y de Espí por citar a los más conocidos de aquella época. Con frecuencia se reunían en la Silla de El Cid o en Puça pero tenían especial predilección por el paraje de Les Taranyines en pleno Xorret de Catí, aunque para llegar hasta allí tuvieran que desplazarse doce kilómetros y que el reloj diera algunas vueltas a la esfera tanto en el camino de ida como en el de vuelta. Un lugar muy especial en el que tres cuartos de siglo después todavía congrega y reúne a gentes de ideología similar a la de Liborio Montesinos. Los frondosos pinos y una gran roca que mira hacia el valle tenían y tienen una atracción y un encanto especial. Por cierto, su nombre de pila, al igual que dos de sus tres hermanos (Feliciano y Recaredo) no eran habituales ni mucho menos. Fue el único petrerense que se llamaba así en aquellos años. Como el Obispo francés de Le Mans que se caracterizó por su amor a la pureza y al estudio y que dio origen a ser incluido en el santoral católico.
“Un home molt sabut”
Liborio era una persona muy especial. Muy singular, extremadamente positiva y desmesuradamente generosa. Todos coinciden. Fue un avanzado a su tiempo que pudo tener «todo el dinero del mundo» y conscientemente dejó pasar de largo tentadoras propuestas económicas. Su mujer, Remedios, que actualmente tiene 96 años y vive con su hija del mismo nombre un par de calles más abajo del casco urbano de Petrer -en Elda- dice que era un «home molt sabut». Los familiares y conocidos consultados coinciden en ello y, además, se deshacen en calificativos elogiosos: desprendido, muy inteligente, trasparente, idealista, íntegro, honrado, trabajador, un hombre avanzado a su tiempo. Su cuñado Vicente afirma con rotundidad que «no tenia res roín, era una cosa per demés». Sus dos hijas -Remedios y Fina- aseguran y repiten que para ellas y sus hermanos fue un buen padre, «un padrazo», y que recibieron de él una educación exquisita. En sus viajes a Madrid la visita a los museos era cosa obligada. Tenía un punto de bohemio y de extravagante pero sin llegar a la de su hermano Feliciano «el vegetariano», que hasta llegar al final de su vida lució una larga barba, una túnica blanca y unas inseparables sandalias durante las cuatro estaciones del año. Advertía a sus hijos que si veían a su tío por la calle lo saludaran con cariño y con mucha familiaridad.
Liborio leía mucho, era un devorador de libros y por eso dominaba casi todos los temas. Gracias a ello sus relaciones con los vecinos eran muy amplias, «se hacía con todos» y con gentes de todas las ideologías.
Incluso destacó como jugador de fútbol en equipos de la comarca.
Cuando Franco hizo estallar la Guerra Civil, Liberio Montesinos era muy joven. Tenía veintitrés años pero mente y una mentalidad muy clara. Muy progresista. Se posicionó y tomó partido -naturalmente- por la legitimidad de la II República en el plano ideológico pero al mismo tiempo, en aquel mar de enfrentamientos y represalias supo dilucidar y separar lo puramente visceral de lo humano. Por eso intercedió por muchas personas y familias del pueblo totalmente opuestas a su ideología. Tenía muy buena relación con miembros del Partido Comunista y gracias a ello salvó muchas vidas. Participó en la guerra pese a ser pacifista y cuando la contienda terminó, los falangistas del pueblo lo encarcelaron. Primero lo confinaron en el «campo de concentración local», habilitado para la ocasión en el Gran Cinema, un cine de verano que había en el Paseo de la Explanada que hoy ocupa el edificio situado en el n° 19 de la mencionada calle. Después fue trasladado a Elda y poco más tarde a la plaza de toros de la vecina población de Monóvar. Allí iban a verlo su mujer Remedios que con diecisiete años (desde los primeros años la República) se unió sentimentalmente a Liborio y su cuñado (hermano de Remedios) Vicente García Francés. Lo veían fugazmente y le llevaban aquellos años de hambruna lo que habían podido recoger. De allí pasó a la cárcel de Alicante, donde estuvo en el «corredor de la muerte», ya que fue condenado a la máxima pena. En otras circunstancias bien distintas volvió a coincidir con su amigo y poeta Paco Mollá y con otros petrerenses presos, algunos de ellos fueron fusilados.
A Liborio Montesinos se le conmutó la pena gracias a los informes favorables que llegaron desde Petrer y salió del recinto carcelario en 1943 cuando tenía 31 años. Aquel encarcelamiento injusto fue un auténtico mazazo que le marcó los años posteriores. Quiso marcharse con su familia de España pero no le dejaron ya que era imposible conseguir el pasaporte. Desde que fue excarcelado en su casa nunca se habló de política y aunque él siempre tuvo presente su ideología, respetó todas las creencias.
Gracias por este articulo
Me he recordado de mi abuelo Jose Diaz Villaplana nativo de Petrer
Anarquista el tambien se fue a vivir en Francia en 1926, Cuando estallo la guerra volvio a Petrer y lucho contra los franquistas el tambien conocio la carcel y quizas se han cruzado en esta epoca.
Mi abuelo al terminar la guerra se vino à Francia en Nimes donde estaban su mujer Amalia y su dos hijas
Muy buen reportaje, su lectura se me ha hecho corta.
Un gran hombre.