Tal y como se contó recientemente en otro artículo, en este reportaje seguimos explorando la vida salvaje nocturna y retratándola con un montaje ad hoc en busca de una especie que ya teníamos localizada: la garduña.

Antes de entrar en la cuestión, reseñar que es realmente increíble -y muy desconocida- la cantidad de especies que rondan por la noche en nuestros montes. En este sentido, y debido a la dificultad de captación, de todos los años que llevo fotografiando la naturaleza este proyecto es el que más me ha ilusionado, pues es emocionante obtener resultados después de meses de trabajo.

Porque, efectivamente, es un trabajo arduo. Pero cuando  hay empeño, todo es posible, así que en compañía de Luis Villaplana, alma mater de la Asociación Amigos del Valle de L’Avaiol, comenzamos a realizar el trabajo de campo pertinente para localizar las rutas de paso de la garduña. Con la ayuda de nuestros conocimientos, salidas al campo y una cámara espía tratamos de delimitar sus movimientos, pero fallamos en los dos primeros rincones que probamos. Al final, al cabo de dos meses, la localizamos en un lugar bastante alejado de la civilización.

Con la ayuda de la cámara espía, Luis me fue informando de los horarios de la garduña y después de dos semanas seguidas, en las que entro consecutivamente a la zona, estudiamos a fondo el lugar idóneo y montamos todo el equipo para fotografiarla en condiciones.

La técnica usada ha sido la siguiente: cámara en manual, objetivo de 100 mm, trípode, barrera de infrarrojos AMJ y tres flashes a diferentes potencias (en modo manual, y con el rango de potencia a 1/16 y a 1/8) y en diferentes posiciones  (uno frontal, más alejado, uno lateral y otro trasero o de contra).El montaje lo hacemos a la caída del sol, sobre las nueve de la noche en estas fechas, y nos lleva unos treinta minutos tenerlo listo. Tras prepararlo, lo siguiente es esconderse en la zona y hacer noche cerca del lugar y a la vista del equipo siempre.

Es duro, muy duro, pasar toda la noche en vilo, sin dormir, y esperando con ansiedad el destello de los flashes en la oscuridad de la noche, pero paso buenos ratos escuchando el trotar de los arruis por el monte, el tronchar del bosque de los jabalís, y de vez en cuando al búho real e incluso el fantasma de la noche (el cárabo), rapaz nocturna (familia del búho real) extremandamente difícil de ver en libertad. Y bueno, aquella noche vi dispararse los flashes 3 veces: la primera a la 23:30 -se puso el corazón a mil  por hora-, otra a las 2:21 y la última a las 5:30 de la madrugada. Por fin llegaron las seis de la mañana, la hora de ver el resultado de varios meses de trabajo de campo…

Ahí teníamos bien fotografiada la garduña, un animal solitario y muy territorial, de la familia de los mustélidos, y con un gran abanico de presas; de hecho se le considera uno de los mamíferos carnívoros ibéricos de mayor rango alimenticios (desde conejos y aves a insectos). No obstante, la alegría de la noche (del mes, del año) fue encontrarme en la cámara con una foto -de las 2:21 horas-, perfectamente encuadrada e iluminada, ¡de un cárabo! Me van a disculpar por no compartirla, pero sólo se tomó una fotografía y guardo el magnífico retrato (el ejemplar, que acababa de bañarse en la charca, se puso justo donde corta la barrera de infrarrojos) para participar en concursos.