El Otoño Cultural, que ya queda poco para que escriba su capítulo del 2009, tuvo como primer conferenciante a Julián Lago, recientemente fallecido debido a un terrible accidente de moto en Paraguay, algo que yo lamenté mucho.
Y es que me gustaba Julián, un gran periodista, y su propia historia, pues se había formado en la escuela del insigne Manolo del Arco, que también me ha encantado siempre, siendo el entrevistador por excelencia, a veces caricaturesco y a veces cínico, pero siempre informativo y fiable. Escribo sobre esto no sólo para recordar que Julián fue el primer protagonista del Otoño Cultural de Petrer (ya que no puedo rememorar la charla que dio, ¡y es que han pasado veinte años!), sino también para acercarles una anécdota que tiene como protagonistas tanto a Julián como a Manolo.
Resulta que, cuando Julián acabó su charla en el primer Otoño Cultural, me acerqué a él para saludarle y le comenté que conocía a Manolo del Arco y su esposa Nora. Él, entonces (recuerdo muy bien su contestación), me dio un abrazo y me dijo: “gracias a este matrimonio, estoy empezando a ser lo que soy”. Hay cosas en la vida que no se olvidan, como es la familia Del Arco, y como observé tan buena su reacción, yo pasé a contarle la anécdota de mi vivencia de un día con la familia de su maestro. Porque Manolo del Arco tenía amigos en Petrer, como era mi padre el médico don Antonio Payá Martínez, y sobre todo era gran amigo del ya fallecido don Luis Sánchez Rico, que vivió en Barcelona durante muchos años junto a su esposa Encarnación Payá, donde conoció e hizo excelentes migas con Manolo. Así que un día que el periodista, que publicó más de 4.000 entrevistas en La Vanguardia, se desplazó hasta Alicante tratando de buscar a Santiago Bernabeú (para entrevistarle, claro), que allí se encontraba, decidió pasar después del encuentro por Petrer para saludar a sus amigos.
Estuvo en casa de mi padre, Antonio Payá, y recuerdo que vino con uno de sus hijos, que por aquel entonces tendría unos cuatro años, y acompañados por otros amigos catalanes, de los que cabe citar a Félix Tejada. A Félix Tejada seguro que lo recuerdan de la tele, donde siempre salía como demacrado, cosa que aproveché para preguntarle, a lo que me respondió que él nunca se ponía maquillaje, no lo permitía, y que le importaba un pimiento lo que pensase la gente, concluyendo en que “el hábito no hace al monje”. Continuando con mi relato sobre la familia Del Arco, recuerdo también quesu hijo que les acompañaba se negaba a separarse de sus padres, y que estos estaban decididos a conocer Petrer a fondo. Mi padre le dijo que conocerlo a fondo significaba internarse por las callejuelas morunas hasta la llegada al Castillo, que entonces estaba casi en ruinas. Eso hizo el matrimonio, pero Manolo subestimó el calor sofocante de aquella tarde, no se protegió del sol y sufrió una insolación de categoría.
El Dr. Payá tuvo que atenderlo, y a fuerza de la aplicación de compresas muy frías la insolación fue mejorando, estando ya incluso animado al anochecer, a pesar de que tuvieron que retrasar su vuelta a Barcelona. Pasaron la noche allí y hubo una conversación muy animada entre Manolo y el Dr. Payá, que lo pasó muy bien con las anécdotas del protagonista. Especialmente se divirtió con la historia que hay tras la entrevista que hizo a Dalí, titulada ‘Dalí al desnudo’, y es que en efecto se presentó en cueros a la entrevista, quedando Manolo perplejo, a lo que Dalí le dijo: “el título te lo doy yo, pero el resto lo pones tú. Cuando quieras podemos empezar”. También recuerdo que a la mañana siguiente, antes de salir para Barcelona, Manolo me dijo: “ha dormido aquí mi pequeño, que te de una buena estrella, bautizado por el gran torero que fue Chamaco”.
Total, que todo esto le conté a Julián, que también se quedó perplejo, como Manolo. Y ya está, sólo este pequeño recuerdo para alguien que inauguró el espacio cultural del otoño, que siempre nos deja tan buenas charlas y momentos, y que tantos seguidores se ha creado en estos años. Decir que de Julián me estoy leyendo su libro “Un hombre solo”, donde me parece que lo veo muy cambiado, parecía asqueado de la sociedad en la que estaba viviendo; creo sinceramente que a lo largo del tiempo se hubiera convertido en otro Vicente Ferrer (que conste que es lo que yo pienso). Un saludo a todos.
Excelente y muy interesante el texto Eufemia.El mundo es un pañuelo, muy bonita tu anécdota.
Enhorabuena ¡ un buén artículo !
Muchas gracias por tu relato Eufemia, la verdad es que tratándose de mi abuelo, me ha emocionado. Te invito a que pases por mi blog, donde tengo un merecido y reconocido homenaje a mi abuelo. Cualquier cosa más que puedas aportar te lo agradeceré muchísimo.
Y con tu permiso recortaré este retrato y lo pondré en el blog.
Mi querido joven amigo: Estoy muy contenta al leer tu email, pues francamente al haber pasado tantos, tantos años creía que ya no recordabas aquella visita que nos hiciste acompañado por tus padres y también por algunos de los amigos de mi hermana, residentes en Barcelona durante muchos años. Creo que solamente faltó Pedro Arderius, ya que Félix Tejada y Ramón Vargas junto con tus padres fueron los que vinieron a casa del Dr.Antoniio Payá, que francamente pasó un rato muy agradable con las numerosas anécdotas que tu padre nos contaba.
En un libro que tengo en mi casa, que por cierto que pesa muchísimo, y que tengo encuadernado en rojo, hay infinidad de entrevistas que tu abuelo le hizo a muchísimos personajes,y alguna que él nos contó. Recuerdo entre otras que cuando le hizo la entrevista a Sofia Loren, según tu abuelo tuvieron que correr la mesa hacia delante, debido al enorme “tetamen” que la Loren poseía (y posee); hasta creo que tu abuelo tuvo que dar la vualta a la mesa. Cosas como esta le contaba a mi padre, con la gracia que él tenia.
Fue una tarde muy agradable, salvo el mal rato que se pasó por la insolación de tu abuelo, pero mi padre supo enseguida encontrar la solución. La amistad que hicimos con ellos fue debido a que mi cuñado Luis Sánchiz, casado con mi hermana Encarna, fue destinado a trabajar en Barcelona, junto a Félix Tejada. Se hicieron muy amigos y nosotros, mi esposo y yo, solíamos visitarlos muy a menudo. Me encanta Barcelona. Por la noche nos íbamos a cenar a los bares de pescadores que hay en la Barceloneta, recuerdo “Casa Costas”.Ramón Vargas pedía siempre una paella y nosotros la típica “Zarzuela” que en Barcelona la bordan.
Pero los años han pasado muy deprisa…, ya no queda casi nadie de aquella gran familia, y yo tengo cerca de 90 años. Lo único que todavía me funciona bastante bien es la cabeza, conservo una gran memoria, y ahora a mis años mis hijos se empeñaron en que aprendiera un poco el ordenador, y para mí me resulta complicado, pero tengo un nieto periodista y el otro profesor de informática y entre todos me animaron. Tengo que decirte que siempre me gustó escribir, y también he hecho mis pinitos en la radio local sobre todo en temas de cocina, pues es uno de mis hobbys. Pero lo que pasa amigo mío es que cuando el número 8 se pone delante de tu aniversario, ¡¡¡las cosas cambian!!! La vejez, te lo digo yo, “es una enfermedad” que no se cura con nada, no hay ninguna medicación, solamente aprovechar los ratos “buenos” (muy pocos) y seguir adelante. Un saludo, y no te olvides de saludarme si te acercas por aquí, ya que aún vivo en la misma casa que fue visitada por tu abuelo. Un fuerte abrazo de Eufemia.