“Yo, Tiberio, Claudio Druso Neo Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-mas-allá (porque no pienso molestaros todavía con todos mis títulos), que otrora, no hace mucho, fui conocido de mis parientes, amigos y colaboradores como ‘Claudio el Idiota’, o ‘Ese Claudio’, o ‘Claudio el Tartamudo’, o ‘Clau-Clau-Claudio’, o, cuando mucho, como ‘El pobre tío Claudio’, voy a escribir ahora esta extraña historia de mi vida”.
Toda una declaración de intenciones. El primer párrafo de la obra ‘Yo, Claudio’ constituye no solo la presentación de su protagonista y narrador, si no que sienta las bases de lo que encontraremos después: una novela histórica plagada de humor, ironía y crueldad.
Poca presentación necesita la obra maestra del erudito Robert Graves, ya que es por todos de sobra conocida. Ya sea por la magnífica adaptación de la BBC en forma de serie televisiva o porque su titulo sea uno de los imprescindibles dentro de la novela histórica universal. Su prestigio la ha convertido en una obra de referencia y como ocurre con muchas otras, su accesibilidad se difumina entre los prejuicios y el excesivo respeto. ‘Yo, Claudio’ es historia, es literatura de primera categoría y es un estilo impecable, pero no por ello es inaccesible. La merecida fama que le precede no debe suponer un impedimento para el indeciso. Desde aquí les invito a adentrarse sin pudor en la novela histórica por excelencia.
Incomparable
La novela histórica se ha convertido en uno de los géneros más socorridos dentro de la literatura. Gracias a ellos podemos descubrir profundos secretos de los grandes personajes históricos, asistir a intrigas palaciegas o ser testigos de primera de las grandes batallas. Dentro de tanta oferta actual, lo interesante es saber elegir. Sin señalar a nadie y sin ánimo de ofender sensibilidades, existen ciertas obras de carácter histórico que despuntan entre las demás y que casi es irrespetuoso comparar. Son las que con el rigor histórico pertinente (recordemos que hablamos de novela y por tanto de ficción) consiguen trazar un retrato más o menos fiel de la época y sus personajes, sin dejar de lado el entretenimiento. Me vienen a la mente grandes biografías como la ‘María Antonieta’ de Antonia Fraser, por citar un ejemplo.
‘Yo, Claudio’, a pesar de reunir estos requisitos va un paso más allá. Robert Graves juega con una herramienta fundamental no solo en la novela histórica, si no en toda la literatura: el estilo.
Graves fue poeta de espíritu y admiraba profundamente el género a la vez que denostaba la prosa. No obstante, esto no fue impedimento para que su trabajo en este campo fuera magnífico. El máximo exponente de su excelencia: ‘Yo, Claudio’.
Claudio
A través de una narración en primera persona, el emperador romano Claudio se dispone a contar la historia de su vida y la de su familia, así como su ascenso al poder. Claudio es un personaje peculiar con problemas físicos tales como la tartamudez y la cojera, además de un don especial para parecer ingenuo y ser el objetivo de las burlas de su familia. Una familia cuyos miembros son ambiciosos, envidiosos y lascivos, por citar alguna de sus virtudes. Claudio es testigo de las conspiraciones y asesinatos de palacio, y así lo cuenta en sus memorias.
Las peculiares características del emperador convierten su supuesta narración en un relato irónico y divertido, repleto de ese humor negro tan difícil de ver en la novela histórica y que tan buen resultado le dio a Graves. Es aquí donde reside uno de los puntos fuertes de la obra.
Por otro lado, si bien el personaje principal es uno de los más cuidados y mejor perfilados por el autor, el resto del elenco no se queda atrás. Graves caracteriza a cada uno de los personajes de manera minuciosa a través de las impresiones del observador Claudio. Tarea nada fácil si tenemos en cuenta que se trata de un número muy amplio de personajes, ya que la acción se desarrolla a lo largo de varias generaciones de la familia imperial.
Combinación perfecta
De este modo, el lector tiene ante sí una novela de intriga, con toques de humor negro y de contenido histórico. Una combinación más que apetecible si además tenemos en cuenta el maravilloso desfile de personajes que han sido construidos hasta el mínimo detalle.
El rigor histórico de Graves ha sido puesto en duda en varias ocasiones, no obstante, los hechos principales y la acción secundaria de la obra son fruto de una labor de investigación y documentación digna de admiración. Una labor que como consecuencia final supone el deleite del lector.
Yo, Claudio – Robert Graves – Ed. Alianza Editorial