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El domingo es día de desfiles por excelencia. Comenzó la mañana, a las once, y bajo un cielo plúmbeo que hizo descender las temperaturas respecto al sábado (incluso con cierto frío en las últimas horas de la tarde), el muy querido Desfile de Honor, desde el País Valencià hasta la Plaça de Baix, ofreciendo al numeroso público asistente la inigualable estampa de los espectaculares trajes de gala, llenos de detalles y cuidados al máximo. En especial, las capitanías lucieron sus mejores sonrisas y se convirtieron en la principal atracción del desfile, que finalizó con la tradicional Santa Misa en honor de San Bonifacio en el templo parroquial.
La Entrada Mora comenzó a las cinco y media de la tarde y no mucho más tarde alcanzó el punto principal del recorrido, en el ensanche de Gabriel Payá junto a la tribuna de las autoridades, entre la expectación del pueblo. El boato de la comparsa de los Moros Fronterizos abría el desfile, precedido por los sones guerreros de la Sociedad Musical Virgen del Remedio, que acentuaban el ardor marcial con que marchaban, en cabeza, la colección de estandartes de la comparsa, en una recreación de lo que debían ser aquellas batallas que estas fiestas rememoran. Como en la Entrada Cristiana del sábado, pronto el boato se deslizó hacia la danza y el baile, esta vez con los movimientos sensuales que ofrecieron unas jóvenes en atuendo arábigo, que jugaban con sus sedas moviéndose alrededor de un altivo guerrero moro a caballo.
A continuación vino el momento nostálgico, como no podía ser de otra manera en estos festejos largamente centenarios, con la aparición de capitanías pasadas en sus trajes originales, mostrando a los presentes lo bien que ha pasado el tiempo tanto para sus protagonistas como para sus atuendos, tan espectaculares como lo fueron en su día. Y del pasado al futuro: la carroza de los Moros Fronterizos abría el siguiente bloque, portando a los jóvenes fronterizos, quienes deberán dar continuidad a la comparsa en años posteriores.
Finalmente, con el público puesto en pie, la capitanía de este año hacía su majestuosa entrada a caballo, con la rodela en palanquín, y seguidos por el Embajador Moro. Tras ellos, las huestes de la comparsa, organizadas en filas y con unos cabos muy animados, ganaban espacio con su paso marcial, encabezando una entrada al que siguieron el resto de comparsas moras y luego el bando cristiano, en una inversión de las posiciones que vivimos en la Entrada Cristiana. Nuevamente el crisol de colores, la belleza de los ropajes, la espectacularidad de algunos maquillajes y la épica música completaron una entrada que se alargó hasta el anochecer sin dejar un solo momento al respiro.
Guerrilla Cristiana y Subida del Santo
Hoy acaban las fiestas como los festeros lo deseaban: a lo grande. Con los cambios aprobados el año pasado, hoy viviremos, a partir de las diez, la Guerrilla y Embajada Cristiana, que simboliza la Reconquista histórica, y por la tarde, a partir de las cuatro, se procederá a devolver a San Bonifacio, arcabuz en mano, a su residencia habitual durante el año, en la Subida del Santo a la ermita. Cuando todas las comparsas estén en la ermita se procederá a la Misa de Acción de Gracias por estos días felices, y los Moros y Cristianos de 2011 pondrán su punto y final con el cambio de capitanías.